Vitoria. Con los ecos del inesperado movimiento en el perímetro retumbando todavía en el ambiente -Jelinek, eso sí, no podrá debutar todavía-, el Baskonia retoma esta noche el pulso a la Euroliga con un duelo trascendental para su devenir continental. Y lo hace recibiendo a uno de los rivales directos por colarse entre los cuatro primeros del grupo. Ajeno a los problemas de cobro que vive en los últimos meses y con una profesionalidad intachable, el Khimki se ha postulado como una de las alternativas al poder establecido. Especialmente desde que un mago croata inmerso en el momento más dulce de su carrera se ha colocado al mando de las operaciones para desplegar toda su magia.

Zoran Planinic, el elegante base que originó sensaciones contradictorias durante su ciclo de dos temporadas entre 2006 y 2008, mueve con maestría los hilos del conjunto ruso. Viendo sus espectaculares números, parece haber dejado atrás esa intermitencia y falta de regularidad de las que hizo gala en la capital alavesa. Acusado por sus detractores de ser un jugador frío y, como se dice coloquialmente, tener horchata en sus venas, el balcánico ha alcanzado a sus 30 años la plenitud con un baloncesto exquisito y de altos vuelos susceptible de convertirle en uno de los directores más solventes del panorama europeo.

En realidad, Planinic lo tiene todo para marcar diferencias. Con cerca de dos metros de altura, su envergadura física es infinitamente superior a la de cualquiera de sus pares y hace de él una figura imparable cuando acude al poste bajo. A ello añade un primoroso manejo de balón, una notable lectura del juego y una envidiable capacidad anotadora, aunque la fiabilidad de su muñeca -apenas ha anotado tres de sus dieciocho triples con un 14,7% de acierto- se mantiene como la principal asignatura pendiente. Es factible que Heurtel, Cook y Cabezas, los designados para reducir su manantial, se vean obligados a flotarle y le concedan la vía del lanzamiento durante muchos tramos del encuentro.

La importancia de Planinic se refleja en el hecho de que copa los primeros puestos en la mayoría de los apartados estadísticos. Para ilustrarlo, es el octavo en valoración, el segundo en asistencias, el undécimo en anotación y robos de balón, el quinto en faltas recibidas, el tercero que más canastas dobles convierte y, por último, el séptimo jugador que más minutos disputa en el torneo. Sus sobresalientes medias de 13,5 puntos, 3,7 rebotes y 5,9 asistencias obligarán al Caja Laboral a estrechar su vigilancia. Si gobierna el tempo del partido con su eficacia habitual, los problemas se multiplicarán para un anfitrión obligado a cerrar a cal y canto el Buesa Arena tras el resbalón de la semana pasada ante el Barcelona.

El peligro del Khimki, en cambio, no se circunscribe únicamente al liderazgo del exbaskonista en la dirección. Rimas Kurtinaitis cuenta con un importante elenco de piezas, algunas muy conocidas tras su paso por España. Es el caso de los interiores Augustine, David y Nielsen, que abandonaron la ACB seducidos por los petrodólares de un club ubicado en la periferia de Moscú. También dispone en su roster de dos de los internacionales rusos más solventes a nivel internacional (Monya y Fridzon), además del compulsivo anotador Rivers. Lejos de sus dominios, en cambio, baja muchos enteros su rendimiento. Desde el inicio de la Euroliga, ha solventado con éxitos todos sus partidos caseros, pero a domicilio sólo ha sido capaz de doblegar al Panathinaikos y al Besiktas perdiendo en dos ocasiones ante el Fenerbahce, el Cantu, el Real Madrid, el Olimpia y el Montepaschi. Una debilidad esperanzadora.