Varios años después de su sonada traición al Panathinaikos tras el multimillonario cheque que le extendieron los hermanos Angelopoulos, adinerados dueños que rigen los destinos del Olympiacos, Vassilis Spanoulis ha cambiado su forma de entender de baloncesto. El martillo pilón que no cejaba cursos atrás de martillear el aro contrario básicamente para su lucimiento personal ha dado paso a un exterior más altruista y dotado de un sentido coral que encuentra aliados sobre la cancha para derribar los muros que se levantan enfrente.

La jugada que simboliza esta evolución tuvo lugar la pasada campaña en la acción in extremis que sirvió para coronar al Olympiacos contra todo pronóstico como nuevo campeón de la Euroliga. Con un punto abajo en el marcador a falta de siete segundos, la pizarra de Dusan Ivkovic le otorgó el balón varios metros por detrás de la bombilla. La tarea de acoso y derribo por parte de todos los defensores del CSKA no se hizo esperar en cuanto avanzó varios metros. Al percatarse de que se pelearía contra molinos de viento, la estrella helena dobló con inteligencia el balón para que Printezis, algo escorado y sin casi nadie que le hiciera frente, anotara ese semigancho que sepultó las esperanzas moscovitas.

No fue algo fruto de la casualidad. Spanoulis juega como los ángeles y, al mismo tiempo, hace jugar al resto por encima de lo que indica su talento. Atrae tanta atención de sus pares que muchos compañeros acaban liberados para anotar con facilidad. Es el alma de este Olympiacos que ya mira al Panathinaikos por encima del hombro en la liga griega. A sus 30 años, ya sostenido por la extraordinaria madurez que ha adquirido durante todo este tiempo, ha patentado una forma de actuar que le convierte en alguien indescifrable. El meticuloso scouting de los técnicos rivales acostumbra a saltar por los aires ante la inmensa clase y elegancia de este fuera de serie que controla el tempo de los partidos a su antojo. Cuando hay dificultades, todos los sistemas acaban de la misma manera. El balón cae en sus manos y éste resuelve por la vía individual o mediante un pase de canasta tras sacarse algún conejo de la chistera. Una rutina terca e implacable que el controvertido entramado defensivo del Caja Laboral ya sufrió durante la primera fase continental.

Los números de Spanoulis indican esta aplastante evolución que ha pillado a contracorriente a muchos entendidos que dudaban sobre esta capacidad. De hecho, es el segundo mejor asistente del torneo tras su otrora compañero Diamantidis con un promedio de casi 6 por partido. El internacional griego conserva su célebre veneno al anotar 16 puntos de media, pero a ello ha unido una clarividencia tan espectacular que es capaz de desmontar el mejor entramado defensivo posible. Ante el Baskonia, sin ir más lejos, regaló seis pases que acabaron en canasta, mientras que en el Buesa Arena esta cifra se elevó a las ocho.

Su explosivo uno contra uno o la exquisita ejecución del pick and roll junto al poste de turno representan virtudes conocidas por todos los oponentes, que sin embargo fracasan sistemáticamente a la hora de maniatar su inmenso manantial ofensivo. Minimizar estos daños resultará decisivo, por tanto, para que el Baskonia inicie con buen pie su andadura en este Top 16.