vitoria. En Belgrado, hoy en día, los niños ya no quieren jugar a baloncesto. Ahora lo que se lleva es el tenis. No era así cuando Uros Tripkovic daba sus primeros pasos en Cacak, su localidad natal. Entonces, en la Yugoslavia que después desmigó la guerra, la gran referencia para todos era el baloncesto. Iconos como Drazen Petrovic, Vlade Divac, Zarko Paspalj o Toni Kukoc alimentaban los sueños de los pequeños que, como el escolta del Blancos de Rueda, crecieron con un balón naranja entre las manos.
"A mí me gustaba mucho Danilovic", confiesa Tripkovic, que a orillas del Pisuerga ha recuperado la sonrisa tras una oscura etapa de año y medio en las filas de Unicaja que se cerró con una rescisión prematura y varios meses en el paro. "En Serbia a la gente le gusta mucho seguir el baloncesto, jugar y entrenar. Cuando yo era joven, Yugoslavia todavía estaba unida en un país y había grandísimos jugadores y grandes selecciones que lograron muy buenos resultados. Por eso había muchas ligas, muchos equipos y mucha afición", relata Tripkovic, que ha recobrado la vitola de amenaza exterior que le permitió debutar con la selección plavi recién cumplidos los 20 años. "Ahora, sin embargo, a la gente le gusta el tenis porque Djokovic es número uno", ironiza, consciente de que, a pesar de los reveses que el combinado serbio ha regalado a su afición en los últimos años, procede de un territorio que en esencia late con los botes del balón sobre el parqué.
Las cosas han cambiado de modo radical en sólo unos meses para Tripkovic, que con 26 años sabe que afronta una temporada que puede resultar determinante para su futuro. Es consciente que las lesiones y la falta de continuidad que ha exhibido desde que aterrizó en la competición española le han impedido alcanzar las cotas de éxito que le auguraban cuando despuntaba en las categorías inferiores del Partizan y le brindaron la oportunidad de debutar con el primer equipo cuando apenas era un adolescente. El Partizan en Serbia sigue siendo religión, por mucho que Djokovic gane torneos.
"Me siento muy bien, contento por poder jugar otra vez, por tener minutos, que es lo que necesito ahora mismo", revela el escolta balcánico, que hoy será sin duda una de las principales amenazas con las que se encontrará el Caja Laboral en el Pabellón Pisuerga. La confianza que le ha concedido Roberto González, el gran artífice de la excelente temporada del cuadro pucelano, ha encontrado respuesta en un jugador que, fiel a su escuela, funciona como una máquina.
Tripkovic habla con frialdad, sin apasionamiento, con distancia. Es serbio. O al menos uno de esos serbios de nuevo cuño que parecía que iban a comerse el mundo pero a los que todavía se espera en el escalón más alto del podio en las grandes citas internacionales. Más allá del subcampeonato en el Eurobasket de 2009, con aquel provindencial triple de Teodosic que apeó sobre la bocina a España, el talentoso grupo de jugadores encabezado por el base del CSKA, con Savanovic, Keselj, Macvan y el propio Tripkovic, ha arrojado siempre dudas con respecto a su talla competitiva.
"Es diferente jugar en un equipo a hacerlo en una selección. Nos conocemos todos mucho porque casi todos hemos jugado desde niños en la selección, pero a veces las cosas no salen. Cuando juegas para selección no tienes muchas oportunidades de fallar. Tienes algunos partidos importantes en los que si no estás a un buen nivel, al final se fracasa. Vamos a intentar ahora en el próximo Eurobasket de Eslovenia que Serbia acabe en la cima", se muestra esperanzado el jugador del equipo pucelano. En esas citas internacionales con Serbia ha tenido la ocasión de entablar amistad con uno de los jugadores a los que se enfrentará hoy. "Nemanja y yo tenemos buena relación. Nos llevamos bien, tomamos café juntos en las concentraciones", revela.
amigo de nemanja Ambos han mamado el baloncesto en el país en el que ahora lamenta que los niños sueñan con ser Novak Djokovic. Los dos han mamado de la misma teta, de la misma escuela balcánica en la que crecieron jugadores que supieron acompañar su brutal talento con un carácter ganador que se espera que destapen algún día.
Tripkovic, ahora que ha recuperado la fe que en Málaga creyó perder, se atreve a exhibir ambición con unas palabras que deberá refrendar sobre el parqué esta noche. "Creo que podemos ganar al Baskonia. ¿Por qué no? Ya hemos demostrado que podemos ganarle a cualquier equipo. No somos ni Barcelona ni Real Madrid, pero podemos dar la cara y luchar hasta el último minuto", asegura Tripkovic, el niño grande que no soñaba con jugar al tenis, sino con ser Danilovic. Tiene tiempo y talento para seguir persiguiendo ese sueño.