Vitoria. Resulta muy difícil dar en la hemeroteca con un espectáculo tan bochornoso como el que ayer ofreció el Caja Laboral en Kaunas. El equipo azulgrana se inmoló en el Zalgirio Arena. El encuentro que debía recordarse por ser el primero de Zan Tabak en el banquillo baskonista quedará recogido en los libros como seguramente el peor que ha disputado el combinado vitoriano en su historia en la Euroliga. Lo peor del lamentable ejercicio de impotencia y desidia con el que se prolongó la caída libre que Josean Querejeta pretendió zanjar con el relevo en el banquillo es, sin embargo, que hoy por hoy no puede afirmarse que no vaya a repetirse algo similar en un futuro más o menos próximo. El equipo, como quedó claro ante el Obradoiro, como se vio ante el Efes o el Olympiacos, como destapó el Cedevita, está muerto, física y mentalmente agotado. Y desde luego está demostrando que, sin que esa pueda ser la respuesta a todos sus males, no puede vivir sin Nemanja Bjelica.
Zan Tabak va a tener que perder muchas horas de sueño para convertir este amasijo de jugadores desmoralizados, inapetentes y superados por la situación en un colectivo sólido y capaz de dar la cara en los partidos. Tal y como está ahora, resulta aterradora la visita de mañana del Unicaja o cualquier otra cita de mínima exigencia. Al técnico croata se le pueden achacar pocas responsabilidades por el desastre perpetrado en la cancha lituana. Si acaso, que es lo que sí se esperaba, que no hubiera siquiera conseguido alterar mínimamente el estado depresivo de un equipo que se viene abajo a las primeras de cambio, que se desploma sobre la lona ante el primer revés.
Las dudas y los nervios con los que el cuadro baskonista saltó a la cancha propiciaron que ese primer golpe a la mandíbula no tardara en llegar. Un equipo que acudía a una cita trascendental demasiado corto de efectivos, sobre todo en la pintura, tuvo que soportar que dos piezas en principio fundamentales como Maciej Lampe y Brad Oleson se borraran del partido al cometer dos faltas que los llevaron al banco.
Tabak, como en su día Ivanovic, tuvo que recurrir a Nocioni como cuatro y Joan Plaza supo ganarle la partida de ajedrez haciendo gala del sensacional fondo de armario del que dispone el Zalgiris. El maestro humilló a su discípulo en su bautismo en la Euroliga. Aunque jugaba con mucha ventaja, con una excepcional batería de pívots que ante la ausencia de Lampe, la incapacidad de un Milko Bjelica que cada día que pasa genera más dudas y la ternura de Pleiss, terminaron de decantar el partido en la pelea por el rebote. Los números lo decían todo al final del partido. Ningún equipo pueda aspirar a ganar un partido en la máxima competición del baloncesto continental si regala 23 capturas ofensivas al rival. El bagaje global en la pelea bajo los tableros (49-23) no retrata ya sólo la brutal tiranía que el Zalgiris impuso cerca de los aros, sino también la abulia con la que una vez más el equipo encaró una cita que se presumía vital para conservar las opciones de clasificación para el Top 16.
Al Baskonia no le queda ya margen de error. Tampoco argumentos para que su afición siga soñando. La realidad marca que este equipo, al que sólo un milagro y quizá la injusticia divina colarían en la siguiente fase del torneo, no lo merece ni por asomo. Mucho tendrán que cambiar las cosas con Tabak, al que se le debe conceder tiempo para enmendar el desaguisado con el que se ha topado, para que el proyecto resulte competitivo en cualquier competición. A buen seguro hará falta que se muevan más fichas en los despachos para enmendar una plantilla que cada vez está quedando más claro que no da la talla, más allá de que se haya jugado el recurso del revulsivo con Tabak.
El Zalgiris, un gran equipo, sacó a relucir todas las carencias, que son muchas, de un Caja Laboral que jamás estuvo en el partido. Ni una sola vez llegó a ponerse por delante en el marcador. Jamás llegó a ofrecer la impresión de que podía pelear por la victoria. Si el objetivo para este curso, más que los títulos, era recobrar la capacidad para competir, a este equipo le queda un largo camino para acercarse. Y habrá que ver si alguna vez lo consigue. Por de pronto, ayer ofreció a su desconsolada hinchada una humillación que no merecía y no le resultará fácil de olvidar.