Si había poco margen de error, ahora ya no queda ninguno. El Caja Laboral hipotecó ayer en Zagreb su andadura en una Euroliga que le está concediendo más oportunidades de las que merece y vuelve a sentir en la nuca el aliento del fantasma de la eliminación por la vía rápida que conoció el pasado año por vez primera. Se lo ganó a pulso. En un partido a vida o muerte, ante en teoría el rival más accesible de su complicado lote, el conjunto azulgrana se suicidó con un ejercicio de desidia colectiva que puede acabar costando el pase al Top 16 y que echa por tierra toda la ilusión que había sembrado entre sus aficionados tras la convincente victoria del domingo ante el Barça.

El Cedevita de Boza Maljkovic, que se había vestido la piel de cordero pero sabía que por el partido de ayer pasaban todas sus esperanzas de vida, se merendó por ganas, actitud y conceptos a un rival que fue netamente inferior de principio a fin. Los croatas, con las ideas bien claras, salieron a por una victoria que necesitaban y se la acabaron echando al zurrón. Los vitorianos, en cambio, pensaron que bastaba con presentarse para sumar la victoria y vieron como el cántaro de la lechera con el que hacían las cuentas para la clasificación saltaba en pedazos.

A citas como las de ayer no se puede acudir a verlas venir. Como los malos estudiantes, el equipo azulgrana vuelve a dejar los deberes para última hora. Sólo el tiempo y su capacidad para enderezar un rumbo que aún marcha a bandazos determinará si este colectivo, que ayer cuajó una actuación incluso más decepcionante que la de una semana atrás ante el Efes, está capacitado para obrar milagros.

El Cedevita mostró desde el inicio una mayor tensión y equilibró la diferencia de talento que se presuponía -aunque a la postre quedó en entredicho- con altas dosis de entrega que se tradujeron en un puñado de segundas opciones en ataque. Los postes baskonistas se mostraron demasiado blandos y el Caja Laboral volvió a desangrarse en el rebote sin remisión. Andric y Bilan hallaron muchas facilidades para producir y sacaron los colores a un equipo que durante los primeros veinte minutos ofreció su versión más desesperante.

La calidad de algunos jugadores permitió disimular la desidia con la que el cuadro azulgrana se presentó en el desangelado Drazen Petrovic de Zagreb. El primer acto se convirtió en un intercambio de golpes y ahí este Caja Laboral se siente muy cómodo. No defendía, pero anotaba. Los problemas surgieron cuando comenzaron las rotaciones y los pupilos de Boza Maljkovic apretaron los dientes atrás.

Tuvieron que pasar casi seis minutos del segundo cuarto para que el Caja Laboral volviera a anotar. Ahí comenzaron a encenderse las alarmas. Algo olía mal. Se percibía en las caras, en el lenguaje corporal. El autor de esa canasta que cortó un parcial de 7-0 fue un Rochestie que aparecía como tercera alternativa para una dirección de juego para la que ninguno de los bases supo dar la talla. Tampoco Ivanovic y su política de castigos.

Sin identidad Heurtel volvió a salir de inicio para desaparecer por completo hasta el último cuarto. Cabezas fue más respuesta individual que líder y Rochestie evidenció que aún no está en condiciones de asumir el mando. Pero el hecho de que el entrenador mande señales tan equívocas desde el banco impide que cualquiera de ellos adquiera la confianza necesaria para imponer un estilo a un equipo bipolar y que por momentos da la impresión de no saber a qué juega.

Al equipo se le volvió a apagar la luz durante veinte minutos. Aunque en esta ocasión fue en el segundo y el tercer cuarto, en los que anotó 10 y 12 puntos respectivamente. Aun así, alcanzó el último acto con una desventaja asumible en otras circunstancias y en otros ambientes (58-46). Ivanovic apostó por un quinteto atípico, en el que detectaba más músculo o ganas, y se olvidó por completo del que quizá sea el mejor jugador de la plantilla. Nemanja Bjelica presenció ese cuarto final desde el banquillo. Vio, como el resto, a un equipo descabezado, en el que cada uno hacía la guerra por su cuenta y que naufragó pese a la fe que trató de inocular un Andrés Nocioni que sigue pasado de revoluciones.

Todo fue en balde. Ayer volvió a salir cruz. El Caja Laboral acabó cosechando la derrota que merecía y se complica más la clasificación. Se encienden las alarmas en el Buesa Arena ante la posibilidad de volver a dejar al abonado sin Top 16. Podría tomarse como un consuelo que el Baskonia dependa de sí mismo, de no ser porque es precisamente el propio Baskonia el que con su bipolaridad general las dudas. Además, con la victoria el Cedevita se mete en la pelea. Hay vida, y por tanto esperanza. La incógnita pasa por saber si hay equipo con los suficientes arrestos como para invitar a la devota hinchada azulgrana a seguir creyendo en milagros.