vitoria. En un verano marcado por la desbandada de carismáticos jugadores hacia lugares económicos más pujantes, el voluminoso Nathan Jawai ha representado uno de los contados fichajes de relumbrón para una ACB venida a menos por culpa de la crisis. El tierno juego interior del Baskonia, de la que ya han extraído petróleo piezas mucho menos robustas que la que atesora Xavi Pascual, se expone esta tarde a un examen de una indudable magnitud ante una fuerza de la naturaleza apodada el Baby Shaq de las Antípodas. Dotado de un físico calcado al de Sofokles Schortsanitis, otra mole que ya causó en su día estragos en el Buesa Arena, este gigantesco australiano es sin duda la principal atracción de este renovado Barcelona que ha decidido cambiar casi por completo la fisonomía de su juego interior.
Por su voluminosa fachada y unos músculos de acero esculpidos a base de incontables horas de gimnasio, las comparaciones con el actual poste del Panathinaikos son, hasta cierto punto, lógicas. Reclutado procedente de la gélida Kazan para tapar los enormes huecos dejados por Perovic, Vázquez y Ndong, Jawai está causando sensación en estos albores de competición donde el Barcelona ha sufrido más de un sobresalto. Irrumpió con una fuerza devastadora en la Supercopa pese a que el título no fue a parar a las vitrinas del Palau y, simultaneando sus minutos en la pintura junto al frágil Ante Tomic, se ha convertido en un bastión llamado a gobernar con puño de hierro una ACB huérfana de piezas de su estirpe. De 26 años y 2,09 metros, ya dejó síntomas de una potencia fuera de lo común durante su estancia en el Partizan y, posteriormente, el Unics, donde se labró una excelente fama hasta el punto de formar parte de los grandes objetivos de las secretarías técnicas de los mejores clubes continentales.
"Mucha gente me ve gordo o grande, pero yo sólo puedo responder que he sido bendecido. Simplemente nací así. Soy un jugador rápido y explosivo. Pese a mi peso puedo saltar y correr, supongo que es sorprendente y complicado encontrar un jugador con mis características", explicó recientemente el protagonista al ser cuestionado por su oronda figura, a priori, incompatible con la posibilidad de actuar al más alto nivel.
Este fornido pívot, nacido en un barrio de Sydney con altos brotes de delincuencia, saltó a la fama en su día por convertirse en el primer aborigen australiano en dar el salto a la NBA. Durante unos meses fue compañero de José Manuel Calderón en los Raptors, franquicia a la que Indiana traspasó sus derechos en un múltiple intercambio de jugadores tras escogerle en la segunda ronda del draft de 2008. Al otro lado del charco, sin embargo, sólo gozó de cierta continuidad más tarde en los Timberwolves, donde disputó un total de 38 partidos con unos promedios discretos. El típico joven que durante su etapa como estudiante practicaba deportes típicos de las Antípodas como el cricket y, sobre todo, el rugby descubrió su fervor por el baloncesto casi con la mayoría de edad recién cumplida.
un susto sin importancia Descubierto a los 17 años por un técnico de la Federación australiana, Danny Morseu, que acudió a su búsqueda seducido por su descomunal talla, Jawai vivió una dura infancia rodeado de amigos que no escaparon de la tentación de las drogas o el alcohol. "Mis padres eran muy estrictos y siempre trataban de mantenerme ocupado para que no me sucediese eso. Hubo muchos conocidos que cayeron en ese mundo, pero yo afortunadamente no gracias a ellos", confiesa.
La suya también es una historia de superación. Y es que hace un lustro el cinco blaugrana vivió sus momentos más delicados. En un control rutinario previo a su participación en un training camp de los Raptors, se le detectaron unas anomalías en el corazón por las que el equipo canadiense le abrió la puerta de salida. Por entonces, el mismísimo Bryan Colangelo llegó a tacharle para la práctica del baloncesto. Su lugar sería ocupado por Jamal Sampson. Esa temporada acabaría sin embargo en la Liga de Desarrollo, el cobijo para los jugadores repudiados por la mejor liga del mundo.
Lejos de quedarse cruzado de brazos, Jawai decidió viajar a su país natal en busca de nuevas opiniones médicas y, sobre todo, para cerciorarse si existía algún antecedente familiar con un problema de ese tipo. "Comprobé que no era así. Fue algo frustrante. Estuve mucho tiempo en estado de shock, pero todas las pruebas posteriores no revelaron nada negativo. Me encuentro bien y sin miedos", razona este australiano de raza negra, un tipo simpático y dicharachero en las conversaciones cortas según sus allegados. Carente de una reputada técnica individual y sin la etiqueta de fino estilista bajo los tableros pero con una agilidad impropia de un jugador de semejantes dimensiones, Jawai está predestinado a sembrar el terror en una ACB donde abundan pares mucho más endebles. El primer objetivo de los menudos Lampe y Pleiss será impedir que reciba el balón en condiciones cerca del aro mediante una defensa por delante. En caso contrario, la canasta o la falta serán el desenlace más lógico.