vitoria. El baskonismo no es una ciencia exacta. Y en este arranque de curso está quedando claro. El nuevo Caja Laboral ha comenzado a ganarse el favor de su afición a pesar de que hasta la fecha ha ofrecido mejores sensaciones que resultados. El equipo de Dusko Ivanovic, que ya desde que se levantó el telón ofreció destellos que invitaban a recobrar la fe en sus posibilidades de futuro, ha cerrado en una semana todos los debates. Con dos partidos soberbios, en los que se han detectado muchos detalles por mejorar pero al mismo tiempo una innegable capacidad para competir al más alto nivel, la nueva versión del conjunto azulgrana, todavía en construcción, ha alcanzado una atractiva adolescencia. Y eso que la presente pasa por ser la temporada en la que luce el peor arranque de la última década.

El combinado de Dusko Ivanovic tan sólo ha sido capaz de saldar con victoria cuatro de sus primeros ocho compromisos oficiales. Y aún así genera mejores sensaciones que sus dos versiones precedentes. Suma un triunfo en la Euroliga, donde hincó la rodilla en sus otros dos duelos ante Olympiacos y Zalgiris, y tres en la ACB, donde el CAI y el Real Madrid de Pablo Laso también le hicieron morder el polvo. El 50% de victorias que refleja su balance en la clasificación resulta del todo atípico a estas alturas de curso para un equipo habituado a navegar entre los mejores desde el inicio de cada campaña. Para hallar una relación de victorias y derrotas tan pobre hay que echar la vista atrás una década.

Sólo en las temporadas 2000/2001 y 2001/2002 el equipo vitoriano ofreció una puesta en escena tan discreta. Los resultados cosechados en aquellos dos inicios de curso, los dos primeros de Ivanovic en el banquillo, resultan idénticos a los del presente: 3-2 en la ACB y 1-2 en la Euroliga. Aquellos dos ejercicios, en los que el Baskonia arrancó de manera un tanto tímida, se cerraron sin embargo con dos de los mayores éxitos de la historia del club. El primero de ellos desembocó en la primera final de la Euroliga, ante la Kinder, y el segundo en el primer título liguero que lucen ahora las vitrinas del Buesa Arena.

En esta tesitura puede echarse mano del refranero y concluir que esto no es como empieza, sino como acaba. Más aún en lo que se refiere a los resultados. Las sensaciones van por otro lado. Y en este inicio de curso ofrecen motivos para volver a creer.

Más allá de lo que puedan incrementar el nivel competitivo los jugadores que continúan en la enfermería, o del margen de crecimiento que evidencian algunas de las piezas del rompecabezas, la visceral reacción que condujo al triunfo en Milán y el más que notable rendimiento del equipo en Madrid han concedido mucho crédito a un equipo que parece haber cumplido el primero de los objetivos que se fijó la directiva y que parecía poco menos que obligado. Dos años después de dinamitar todos los pronósticos para hacerse con el tercer título liguero de su historia ante el todopoderoso Barcelona de Xavi Pascual, el conjunto baskonista parece de nuevo en disposición de plantar cara ante los mejores. Y eso a pesar de que, por el momento, los resultados podrían invitar a tomar otro discurso bien distinto.

La esperanza que despierta el conjunto de Dusko Ivanovic contradice la lógica de los números. Como los contradijo el plantel al que Neven Spahija guió al título en la campaña 2007/2008. El conjunto azulgrana que se adjudicó su segundo entorchado de la ACB hace ahora un lustro tuvo un arranque de temporada oficial poco mejor que el actual. A estas alturas de calendario lucía un balance de cinco victorias y tres derrotas (3-2 en ACB y 2-1 en Euroliga). Tras el actual, el peor inicio de la década.

Por regla general, como se certifica al echar un ojo a la estadística, el Baskonia ha convertido en hábito el hecho de emprender con fuerza las temporadas. Pero queda demostrado que no resulta necesario para alcanzar la gloria. El baskonismo no es una disciplina matemática. Es una cuestión de sentimiento. Y en esto, parece claro, las sensaciones cuentan más que los números.