Vitoria. Existen deportistas cuya fama ha sido acuñada por hechos ajenos al propio desempeño sobre la cancha a pesar de que éste sea, o no, diligente. A Marc no le tomaron en serio en un principio por ser hermano de Pau, su convocatoria para disputar el mundial de Japón olía a chamusquina. La agitada vida social de David Beckham escondía las virtudes de un futbolista trabajador como pocos. No le importó hacer de desatascador en aquel Madrid galáctico en sacrificio de su óptimo rendimiento por banda en favor del equipo.
El FIATC Joventut ha fichado este verano a un deportista cuyo devenir reciente ha estado marcado, en buena parte, por un hecho de estas características. "Nos conocimos en Oklahoma City. Yo estaba hablando su lengua, lingala, un dialecto del Congo que no habla apenas nadie en Estados Unidos y me dijo: "Ey, eres del Congo". Yo le contesté que sí y, a partir de entonces, nos hicimos muy amigos", relata Moses Ehambe. Para quien no haya acertado aún la identidad de su célebre amigo, se trata del mejor defensor de la NBA, el internacional por España Serge Ibaka.
Pese a su pasaporte yanqui, el apellido de Moses delata su procedencia africana. Hijo de Lufile, un pastor de la Iglesia Internacional de Cristo que desembarcó en Estados Unidos hace treinta años procedente del Zaire, Ehambe mantiene en su vida y en el baloncesto dos máximas que comparte con el hispano-congoleño. "Para mí, en mi vida, el trabajo duro ha sido clave. Soy quien soy ahora por eso. Esos pasos que he dado trabajando duro me han traído hasta aquí. Para mí seguir trabajando duro y mantener la fé en Cristo es fundamental", relata con fervor el tres verdinegro. La buena relación entre ambos y el respeto mutuo es plausible en cada una de sus palabras. "Serge es un tío encantador", le define para ahondar más aún en la receta que le ha llevado a un lugar de privilegio en el ámbito baloncestístico a sus tiernos 23. "Él es un trabajador incansable pero dentro y fuera de la pista. Por ejemplo, tenía que aprender inglés, evidentemente, y lo aprendió rapidísimo porque se esforzaba mucho, también en las clases. Es una gran persona", resume.
Esa capacidad de trabajo común a la de Ibaka ha moldeado la figura de un Ehambe que ya estuvo en España pero en una categoría menor, con el Aguas de Sousas Ourense en LEB Oro, hace dos temporadas. Al finalizar aquel año, el alero se marchó a México para disputar con su país -en un combinado que permitía la exención a las grandes estrellas norteamericanas- el torneo panamericano donde se hizo con el bronce. Ehambe recuerda con cariño aquella etapa, la de Orense, en "una ciudad maravillosa donde la gente era encantadora", aunque mira con mayor optimismo todavía al futuro. "Ahora vuelvo a España pero a otro nivel, es un reto para mí. Además Barcelona es una de las ciudades más bonitas que hay", zanja el norteamericano.
La motivación por competir "en la segunda mejor liga del mundo" es alta para un jugador que no esconde su deseo de hacerlo en la mejor. La NBA es un dulce para un jugador que saboreó de manera efímera este plato de chef. "Ya he probado el sabor de la NBA, jugué un partido con los New Orleans Hornets la pasada temporada, pero tras ese encuentro me cortaron,así que al menos he podido, en una pequeña medida, saber cómo es aquello y quiero volver, quiero ir a la NBA", concluye tajante.
Los aficionados de la ACB sabrán de las virtudes exteriores de un hombre que se define como un "tirador nato", aunque, como todo en la vida de Ehambe y contradiciendo a los que opinan que esto es cuestión de talento, el americano basa su acierto, de nuevo, en el "trabajo duro", macerado con las creencias personales de este devoto. "Oh sí, creo en el trabajo duro, el trabajo duro, también a la hora de lanzar a canasta, es la clave. Para mí el trabajo duro y la fé en Cristo me han ayudado a jugar lo mejor que puedo", explica. Trascendió que Ehambe cuantificaba el acierto exterior en un 75 % de trabajo físico y un 25 % mental: "Eso, el trabajo duro, es ese 75%. Además, has de tener confianza que es ese 25% mental, sin confianza no puedes hacer nada".
Parece que todo lo que sale por la boca de Ehambe -hablando de baloncesto, se entiende- es extrapolable a preceptos vitales y su identidad sobre el parquet, la de tirador, no es ajena a ello. "A veces entran y a veces no, pero esto va de confianza. Tienes que encestar, si no la metes, da igual, sólo piensa que meterás la siguiente. Es una cuestión de confianza. Tiras y encestas, perfecto concéntrate en la siguiente. Tiras y no metes, da igual, concéntrate también en la siguiente. Esa es mi manera de verlo".
Ese decálogo le ha llevado a mejorar sus números año tras año y a anotar once triples en un encuentro. Ante el Manresa, en su tercer encuentro en la ACB, ya ha llegado a los siete. Ehambe cree que es una marca susceptible de mejora, pero no se ansía con elucubraciones, ya que pasará "si Dios lo dispone". Ante el ruego de que no lo disponga ante el Baskonia, el verdinegro no puede sino soltar una estruendosa carcajada.
Así es el nuevo killer del perímetro de la Penya. Excelso en buenos modales, generoso en sonrisas. Un baloncestista con anhelos deportivos, por supuesto. "Mi siguiente paso es la NBA", afirma contundente. Pero Ehambe matiza que no quiere "ser sólo un jugador de baloncesto", que él es "un hombre de Dios" y que uno de sus "principales objetivos en la vida" es comportarse como tal. Creencias a un lado, pocos deportistas se salen del guión prescrito por gimnasios, entrenadores y competiciones. Muy pocos.