Vitoria. Joan Plaza (Barcelona, 1963) entra dentro de este segundo grupo. Ha confirmado este verano la pasta de la que está hecho. Lejos de acomodarse en una ACB en la que tenía poco más que demostrar, el técnico que en su debut condujo al Real Madrid a su último título liguero ha asumido el reto de sentarse en un banquillo que durante los últimos años se ha convertido en una silla eléctrica.
En el Zalgiris, donde por ahora su primer objetivo es "terminar la temporada" sin que el excéntrico Vladimir Romanov lo decapite por el camino, Plaza busca ascender un nuevo escalón que le permita ingresar en el selecto grupo de los mejores técnicos europeos, del que pese a su título de la ULEB todavía se considera ajeno. En un club que es historia viva del baloncesto, cuna de algunos de los mayores mitos de la historia de este deporte, el catalán ha recibido el encargo de devolver la solidez a un plantel un tanto secundario en los últimos años. Han puesto bajo su mando una plantilla más que interesante, plagada de hijos pródigos, veteranos curtidos en mil batallas y jóvenes prospectos a los que Plaza, que moldeó durante su etapa en la cantera del Joventut a perlas como Raül López, Sergi Vidal, Albert Miralles o Rudy Fernández, debe sacar partido. Y las perspectivas, al menos las de la directiva, apuntan alto, a pesar de que a las primeras de cambio le hayan dejado sin Mantas Kalnietis, una de las figuras del equipo.
Plaza, conversador sereno, autor de varias novelas y amante de su trabajo, se lo toma con cierta resignación. Tras haber saldado con una inesperada paliza el debut continental ante el Cedevita de Boza Maljkovic, uno de sus maestros, aterrizará hoy en Vitoria con piel de cordero. "Vamos a intentar competir hasta el final del partido", asegura. Pero en su fuero interno confía en que su equipo aproveche la aparente provisionalidad del nuevo Caja Laboral para huir con una victoria y seguir alimentando su sueño lituano.
Este verano se ha lanzado al vacío. Ha cambiado lo que parecía una existencia cómoda y consolidada en la ACB para hacer las maletas, marcharse a Lituania y asumir el mando de un equipo histórico. ¿Cómo valora hasta la fecha el inicio de esta nueva experiencia?
En general, en mi forma de entender el baloncesto, de la misma manera que cuando era joven pensaba que para entrenar en ACB tenías que pasar por cada una de las categorías, y lo hice, también pensaba que para completar mi formación tendría que entrenar en el extranjero. Surgió la oportunidad y vino en forma de un club tan legendario como el Zalgiris. Cuando se ha concretado, es evidente que se trata de ser uno mismo, que para eso me han fichado. Intento dar lo que quizá ellos echaban en falta en estos últimos años, en los que han tenido diez entrenadores en cuatro años, que es un poco de estabilidad que le permita recuperar esa condición de equipo grande que tenía.
El club juega fuerte. A su llegada se suma una apuesta ambiciosa, con una plantilla compuesta por jugadores con mucha experiencia y jóvenes talentos lituanos.
Lo primero que ellos me plantearon era intentar tener un equipo con el máximo número de jugadores lituanos. Esto venía ya no sólo porque entienden que el Zalgiris representa a todo el país, sino también porque las últimas experiencias con los jugadores que habían llegado de fuera no les habían satisfecho. Y se ha hecho, aun a costa de que algunos puedan ser mayores, rozando los 35 años. En base a esas pautas que acepté en su día, estamos intentando crecer. Luego han surgido problemas por lesiones (Javtokas, Klimavicius) y se traspasó al base titular (Kalnietis). Son cosas que han ido surgiendo pero que no alteran la idea del club, que trayéndome a mí aquí es tratar de encontrar estabilidad e ir haciendo crecer a los jugadores jóvenes. Están muy preocupados por la siguiente generación. Tras haber estado en muchos juegos olímpicos y de haber dominado, no ven claro el relevo para mantener el nivel.
Habla de la extrema identificación entre el Zalgiris y el país, que a su vez está plenamente identificado con el baloncesto por tradición. ¿Qué es lo que más le ha llamado la atención de Lituania en estas primeras semanas?
Como club sabía, como la mayoría de los que vivimos el baloncesto, que entienden este deporte como una pasión, como una religión. Tienen devoción. No tienen otro deporte de equipo importante y el baloncesto ocupa los pósters, los cromos de todos los bares, de los restaurantes. Lo que tiene que ver con el baloncesto ya lo conocía. Lo que me ha chocado un poco más es que esperaba encontrar un país algo más desarrollado y veo que aún hay mucho camino por recorrer. No dejan de ser una república que hace sólo treinta años dependía de la Unión Soviética y con hábitos muy arraigados a su anterior realidad. Tienen muchas ganas de crecer, pero te das cuenta de que la mayoría de las construcciones aquí en Kaunas son muy antiguas, sin ascensor, no hay apenas insonorización, no están preparadas para las temperaturas extremas que tienen. Es un país que tiene todavía mucho margen de mejora. En cualquier caso, es un país acogedor, aunque con gente más fría de lo que somos en el Mediterráneo.
¿Qué hace en su tiempo de ocio en un lugar tan diferente? ¿O se dedica plenamente a su trabajo?
Lo que pasa es que la primera diferencia que encuentras es que aquí jugamos cuatro competiciones: la liga lituana, la báltica, la VTB y la Euroliga. Hay muy poco margen para el ocio. Hay tiempo para algo de descanso, pero poco más. El año pasado el equipo jugó 69 partidos, y eso sin disputar apenas finales, más allá de la lituana o la báltica. Yo, sin embargo, en Cajasol, con Copa del Rey y play off, jugué 38. Estamos hablando de 31 partidos más en una temporada. Por eso hay poco margen para el ocio. Habrá tiempo para pasear, para aprender un poco el idioma de aquí, porque me apetece aprenderlo como me gusta que aprendan mi idioma cuando vienen jugadores de otros países. Poco más.
¿Qué reto se ha marcado personalmente para esta aventura?
En primer lugar, mi deseo es tratar de terminar la temporada. Con los antecedentes que te comentaba antes, lo que quieres primero es lograr ir creciendo, ganando peso dentro de la entidad, que los jugadores y la directiva sepan a qué vienes, demostrar que aportas algo que les va a permitir crecer y entonces tratar de cerrar el año, que aquí hace cuatro que un entrenador no lo ha acabado.
Por ahora parece ir por buen camino. En Euroliga debutó con un contundente triunfo ante el Cedevita...
Fue agradable volver a la Euroliga. Creo que el club quiere que nos hagamos fuertes en casa. Después de cinco años en los que el Zalgiris se ha metido en el Top 16 pero sin tener peso en esa segunda fase (ha ganado uno de los últimos veinte partidos en la segunda liguilla del torneo) y perdiendo muchos partidos en casa, había un gran deseo de que en nuestra cancha se convierta en un fortín. En un grupo tan fuerte como el que tenemos, yo creo que no hay discusión de que es el más fuerte, se requería un buen inicio. Y lo tuvimos. Pero sabemos que nos faltan cinco victorias más, como mínimo, para asegurar el pase al Top 16, que es lo que el club y el país requiere. Lo piden.
Habla de un grupo muy fuerte y de la obligación que pesa sobre el Zalgiris de acceder al Top 16, exigencia que también se fija cada año el Baskonia y que el pasado curso se incumplió por primera vez. ¿Cómo ve a este renovado Caja Laboral, que parece todavía en construcción?
Yo siempre he dicho, estando en Badalona, Madrid o Sevilla, que el principal mérito no reconocido del Baskonia es su capacidad para reinventarse cada año, y muchas veces con mucho éxito. Es espectacular que haya tal cambio de jugadores y sin embargo apenas se resienta la productividad de la plantilla. El año pasado lo único que demostraron es que son humanos. Y esos cambios les afectaron, como afectan a todos, a los poderosos y a los menos poderosos. Percibo aquí un respeto brutal hacia el Baskonia. Todo el mundo sabe que es un equipo de tradición europea. Se sabe que han ampliado el pabellón, que hay una gran tradición y que ha se ha convertido en un clásico. Vamos a ver si somos capaces nosotros, más allá de cómo estén ellos, de sus bajas e incorporaciones, de tener opciones de dar la cara hasta el final. Eso es lo que deseo.
Da la impresión de que este Caja Laboral juega a otra cosa. Parece que Ivanovic busca un ritmo más alto, con más velocidad y menos defensa.
Creo que en general los entrenadores para llegar al éxito o mantenerse en él deben saber adaptarse a los jugadores que tienen. Pienso que dentro de lo que tiene, Ivanovic trata de adaptarse a su plantilla, donde a lo mejor encuentra algo más de eficiencia ofensiva que defensiva. Tiene gente con mucho talento para anotar, pero nadie duda de que los San Emeterio, Nocioni, Lampe y compañía son capaces de defender a un nivel extraordinario.
Se ha hablado mucho este verano de la fuga de talentos de la ACB, de que quizá haya podido bajar el nivel de la liga a la par que el poderío económico de algunos equipos. ¿Comparte esta visión de una ACB 'low cost'?
Es significativo que clubes de la liga VTB sean capaces de llevarse jugadores de la ACB. Me pareció leer que de los diez jugadores mejor valorados en la pasada campaña de la ACB ocho se han marchado a otras competiciones. Pero no a la NBA o a equipos como Maccabi, Panathinaikos u Olympiacos. Muchos se han ido al Donetsk, al Minsk, al Azomash o al Spartak de San Petesburgo... Creo que en general la ACB sigue siendo la liga con más prestigio y mejor organizada del continente. Pero es inequívoco que se ha dado una fuga que afectará un poco al nivel de talento, de capacidad o de anotación. Si sumamos el menor poder adquisitivo que la gente sufre en sus carnes, surge un bache que entre todos, clubes, entrenadores, prensa y afición, debemos superar. El baloncesto en otras épocas se adaptó a otras crisis o a los parabienes de la abundancia.
Parece obligado preguntarle por su anterior club. El Cajasol, con gente muy joven y un Aíto al que conoce bien, arranca con muchas dudas. ¿Cómo lo ve desde la distancia?
Por mi experiencia y porque siguen cinco jugadores que yo entrené y parte del staff técnico, creo que es cierto que han intentado regenerar y cambiar algunos hábitos que habíamos instaurado estos últimos años. Pero también te diré, igual que se lo he dicho a algún jugador con el que he hablado estos días, que estoy convencido de que son capaces de darle la vuelta a la tortilla. Es cierto que habrá que tener algo más que paciencia, pero los cinco jugadores que estaban la temporada pasada, Satoransky, Sastre, Triguero, Tepic y Bogdanovic, tienen sobrada calidad para reflotar el tema y me hablan muy bien de los norteamericanos en cuanto a seriedad y eficiencia. Estos ocho jugadores han de ser capaces de remontar. A efectos del entrenador, creo que no hay duda de que Aíto ha sido uno de los tres mejores entrenadores que haya tenido Europa en las últimas décadas. Él sabrá mejor que nadie cómo atajarlo. Pero sí que desde lejos, desde la distancia, sin estar allí en el día a día, suena difícil que pierdas no sólo tres partidos, porque yo los perdí hace tres temporadas, pero sí con esa facilidad. Creo que requerirá de algo más de tiempo, de paciencia, pero acabarán solventándolo. No tengo ninguna duda.