Miribilla se rindió ayer a los pies de Prigioni, el faro que iluminó el billete azulgrana para la novena semifinal liguera consecutiva. El incombustible base argentino carece ya a sus 35 años de la elasticidad y frescura física para contener a ese volcán en erupción llamado Jackson, que le estaba haciendo la vida imposible con 14 puntos de todos los colores durante el último cuarto. Sin embargo, marcha sobrado de personalidad, oficio, dureza mental y sangre en las venas para sobreponerse a cualquier situación crítica y liderar el conmovedor ejercicio de fe que el Baskonia firmó ayer en el Bilbao Arena para ejecutar a un noble y titánico anfitrión. Inmune a la desmedida acumulación de kilómetros en las piernas tras un partido memorable en todos los sentidos que amenazaba con consumirle ante la nula confianza de Ivanovic en el bisoño Heurtel para proporcionarle algún relevo de calidad, el de Río Tercero incendió el derbi para ajusticiar al Bizkaia.

Con esa sangre fría pasmosa que le provocan sus numerosas cicatrices en el cuerpo, resistiendo permanentemente a la espada de Damocles de la quinta falta en cada fulgurante entrada de un Jackson desatado que le buscó en todo momento las cosquillas consciente de su paulatino cansancio, Prigioni firmó en primera persona los siete últimos puntos del Baskonia que obraron una prórroga milagrosa. Dos tiros libres, un triple lateral y una bandeja final con la izquierda rescataron a los alaveses de las catacumbas mientras Banic se disfrazaba de perdonavidas al malograr, con 81-79 en el marcador, dos lanzamientos vitales desde los 4,60 metros. Esa prórroga ya supo a gloria y alumbró la cruel defunción de los hombres de negro.

Condenado al enésimo esfuerzo sobrehumano, el albiceleste también tuvo los arrestos suficientes para enterrar las esperanzas vizcaínas durante los cinco minutos suplementarios. Trazó otra penetración de libro que fue interceptada bruscamente por Raúl López con la consiguiente falta. Prigioni anotó el primero sin inmutarse. Miró entonces a Ivanovic para deliberar si lanzaba el segundo a fallar y reducía el margen local para la posesión decisiva. Recibió la orden de embocar y cumplió el cometido. 88-90 con cuatro segundos por jugarse. Jackson y Fischer erraron por partida doble antes de dar paso al jolgorio vitoriano y las lágrimas de resignación del Bizkaia, derretido por el esfuerzo y huérfano de recompensa a su pundonor.

Intercambio vistoso Fue el excitante epílogo de un derbi apoteósico. El Baskonia vivió una montaña rusa de emociones para salir vivo de Miribilla y sellar por la vía rápida la clasificación hacia la antesala de la final. Su capacidad agonística le permitió salir de la emboscada que le planteó un excelente anfitrión que parecía resignado a su suerte antes de que el cruce echara a rodar. Los pupilos de Katsikaris sacaron fuerzas de flaqueza para dar picante a unos derbis de signo incierto hasta el último suspiro. Sendos cara o cruz en los que la curtida tropa alavesa ha sabido mover mejor sus fichas y aprovechar los fogonazos de talento de un plantel que, tras un ejercicio repleto de sinsabores y dudas, va a más con el transcurrir de la competición. Rebasado el Bizkaia de manera angustiosa, el listón de la exigencia se elevará varios centímetros en las próximas rondas.

Pese a los quebraderos de cabeza producidos por su tibieza para cerrar el rebote defensivo y las deserciones de algunas piezas que no están para estas ácidas refriegas -Heurtel y Milko Bjelica tienen ya el crédito por los suelos-, el Baskonia soportó todas las embestidas locales. Antes de que Prigioni enmudeciera el recinto bilbaíno, hizo caja gracias a la supina inteligencia de San Emeterio para facturar una riada de tiros libres y los chispazos de un Nemanja Bjelica protagonista de varias transfusiones de sangre que han relanzado su protagonismo. Cuando el Bizkaia acariciaba el desempate -esos angustiosos 77-71 y 81-76 ya dentro del último cuarto-, la magia del argentino y una concatenación de errores locales solo achacables a la ansiedad y los nervios barnizaron una victoria épica que acorta la trayectoria hacia la cuarta ACB. Un atracón de confianza, la estocada al vecino que tanto anhelaba la masa social tras la catástrofe europea y dos sabrosos días extras para preparar una semifinal que seguro vendrán de perlas.