vitoria. Otra actuación para olvidar, un epílogo taquicárdico saldado con una nueva decepción tras el previsible fallo de Heurtel sobre la bocina y, en definitiva, el enésimo paso atrás dentro de una temporada que lleva camino de languidecer como el rosario de la Aurora si alguien no lo remedia. El Baskonia se empeña en arrebatar de cuajo a su desilusionada masa social los esporádicos brotes de esperanza que de vez en cuando florecen con dignos papeles como el desempeñado el pasado jueves en el Palau. El Joventut devolvió ayer a la familia azulgrana a la cruda realidad y frenó de raíz los atisbos de mejoría apuntados ante el ogro de la ACB. En lo que constituyó una triste reedición de una película demasiado vista en los últimos meses, un histórico del torneo en horas bajas, sin alicientes en juego y que aterrizó en el Buesa Arena en plan turístico endosó otra preocupante cornada a un Caja Laboral cuya tercera posición en la fase regular comienza a estar en serio entredicho. O gana en Fuenlabrada, o el Bizkaia puede acelerar una defunción liguera con una clara fecha de caducidad. Se trata de un premio menor que, vistas las prestaciones que este equipo ofrece un día sí y al siguiente también sobre la cancha, ya resulta indiferente.
El Baskonia que no hace mucho era algo más que una alternativa a los títulos malgasta su poco crédito a pasos agigantados, deambula como alma en pena sin hallar el rumbo adecuado, carece de una identidad y ha extraviado ese carácter ganador que le permitía sortear toda clase de obstáculos. El regreso de Lampe, relegado al ostracismo una vez más por Ivanovic cuando se cocían las habas, y el glamouroso fichaje de Nocioni habían dibujado un futuro esperanzador que el tiempo se está encargando de echar paladas de tierra. Y eso que la moneda al aire pudo salir cara en otra delirante posesión ganadora. Con 66-66, Ivanovic ordenó falta para reservarse la gloria en el último ataque. A Van Lacke no le tembló el pulso desde la personal y se avecinó otra vez la hora de los hombres. Heurtel botó el balón hasta desesperar mientras los murmullos en la grada empezaban a retumbar. El balón fue a parar a Teletovic sin que el bosnio encontrara una rendija para explorar la vía del triple. La patata caliente cayó en las manos del galo, al que se le vino el mundo encima. Su triple a la desesperada rozó el aro en la antesala de otro monumental fiasco.
a remolque Fue el castigo merecido para un Baskonia que reprodujo los episodios más oscuros de la presente temporada y el premio merecido para un Joventut más constante, disciplinado y rocoso. Frente a un rival de la parte media-baja de la tabla que únicamente se jugaba la honrilla y al que no le iba nada en el envite, emergió la versión más desconcertante de un anfitrión incapaz de cautivar y hallar la ansiada continuidad. De nuevo con Prigioni y San Emeterio como espectadores de lujo, regresó tristemente el Baskonia a las andadas para ofrecer otra esperpéntica ración de baloncesto.
Si este juego demanda unos mínimos en cuanto a oficio, intensidad, control del tempo del juego y equilibrio dentro-fuera, la tropa alavesa se quedó a años luz de contentar a una grada sumida en el desencanto y, he aquí lo peor, la más absoluta indiferencia ante el estancamiento de un colectivo impotente para crecer. La apatía se acentuó durante un segundo cuarto donde arreciaron las pérdidas, la búsqueda de las soluciones individuales y las defensas de plastilina. El Joventut abrió una brecha considerable (23-34) y, si su colchón no fue si cabe mayor, fue por su falta de instinto asesino para materializar varias canastas clamorosas ante la nula oposición de sus pares.
Los destellos de Lampe, imprescindible bajo los aros ante el paupérrimo estado de otros elementos, rescataron al Baskonia de la vulgaridad. Heurtel malvivió para imponer orden, los escoltas carecieron de la munición imprescindible, Teletovic prolongó su galopante crisis y un desconocido Milko Bjelica tampoco dio una a derechas para aportar solvencia a la zona. Ante ese escenario, el conjunto azulgrana navegó a contracorriente y se vio a remolque hasta el comienzo del último cuarto cuando un espectacular dos más uno de Nemanja Bjelica le devolvió la delantera. Sin embargo, el cruel guión estaba escrito de antemano.