Vitoria. Para que la fiesta hubiese sido completa, únicamente restó neutralizar el average de la ida. El bautismo oficial de las 15.504 localidades del Fernando Buesa Arena, lleno hasta la bandera, vino acompañado de un triunfo agónico ante el Real Madrid en medio de los resoplidos de alivio. Poco importó que no fuera el partido más estético protagonizado por dos clásicos dispuestos a desfigurarse el rostro hasta en los amistosos ni que el talento a raudales de ambos componentes luciera con cuentagotas en una cita áspera y de perfil árida donde el sudor salpica hasta la grada. En una jornada histórica que sirvió para batir el récord de asistencia de público en la ACB, el Baskonia tiró de orgullo, corazón y las toneladas de casta que le insufló su estelar pareja argentina en el epílogo para aferrarse a la segunda posición de la fase regular.
Si hace una semana la moneda al aire salió cruz en Alicante con aquel infausto triple sobre la bocina de Llompart, Llull perdonó en esta ocasión la vida en dos ocasiones a la tropa alavesa. El exterior balear, el verdugo de la ida con sus eléctricos costa a costa que reventaron la resistencia azulgrana, desperdició en primera instancia una entrada demasiado forzada y, con el reloj a punto de consumirse, dilapidó a renglón seguido un alley oop perfectamente tramado en la pizarra de Laso cuya ejecución paralizó los corazones del baskonismo durante ocho interminables décimas. Desbordado Prigioni tras el saque de banda, al internacional de Scariolo le tembló el pulso a la hora de disfrazarse de héroe.
Antes de ponerse a los pies de los caballos en esas últimas posesiones, el Caja Laboral atravesó una auténtica montaña rusa de juego y emociones. Con una novedosa apuesta inicial que ubicó a Nocioni y Nemanja Bjelica en los puestos exteriores con la única misión de contrarrestar la altura de sus espigados pares y beneficiado por los pésimos porcentajes blancos, Ivanovic halló la pócima para llevar el pulso a su terreno. Se trataba de añadir cloroformo a su desarrollo, evitar el intercambio de golpes, imponer unos revoluciones bajas y minimizar al máximo el impacto del dinámico baloncesto del campeón copero. Hasta que la bisoñez de Heurtel volvió a quedar retratada en el tercer cuarto con un incesante carrusel de pérdidas, el Baskonia satisfizo plenamente sus pretensiones iniciales.
Cuando el balón quemaba en las manos y se demandaban soluciones de peso, Prigioni y Nocioni alzaron la voz para rememorar sus memorables momentos del pasado. Pese a la espada de Damocles que merodeaba su cabeza por culpa de sus cuatro personales, los dos albicelestes inyectaron su medicina a un partido que parecía marcharse sin remisión por el sumidero ante las oleadas ofensivas del Madrid, cuya embaucadora propuesta de juego se fue imponiendo con el paso de los minutos. El de Río Tercero suministró oxígeno con varias entradas providenciales, mientras que el santafesino -completamente en su salsa y con sangre en los ojos como en sus mejores tiempos- suministró la fuerza indispensable en todas las facetas para amarrar un triunfo vital. Suya sería la canasta de la gloria a un minuto para la conclusión antes de las imprecisiones de unos y otros en las últimas jugadas.
Salvo en el tercer cuarto, presidido por las alocadas decisiones de Heurtel, el Baskonia contuvo la célebre electricidad merengue para reinar a la carrera. Con un efectivo trabajo de pico y pala, activó sus resortes defensivos para maniatar a los principales estiletes de Laso. Llull, a duras penas, y un atinado Singler fueron los únicos en despojarse de los grilletes. La ausencia del pistolero Carroll vino de perlas para reducir el mortífero veneno del perímetro visitante. Mediado el segundo cuarto, el esperanzador 24-12 obligó al Real Madrid a despertar del letargo amparado en su fortaleza en el rebote ofensivo. Fiado a la ruleta rusa del lanzamiento triple, el cuadro blanco llegó incluso a retomar la delantera. Empujado por el aliento de miles de gargantas, sin embargo, el Caja Laboral puso el broche de oro a un día tan señalado. Para asaltar la segunda plaza, en cambio, habrá que aguardar dos tropiezos blancos.