Vitoria. La pequeña tortura que representaba cada desplazamiento del Caja Laboral durante la pasada temporada ha pasado afortunadamente a la historia. Aquellas humillaciones hirientes ante rivales de escaso fuste que dañaron el orgullo de todo el baskonismo, en parte porque vinieron acompañadas en la mayoría de las ocasiones de ciertas gotas de desidia, han cedido el testigo a unas actuaciones mucho más acordes con la jerarquía de un aspirante al título liguero. Apreciado el espectacular rendimiento azulgrana lejos del coso taurino del Iradier Arena, está interiorizado el objetivo hecho de que aquel colectivo huérfano de alma y sin las garras afiladas que se veía sistemáticamente atropellado por adversarios humildes ubicados en la zona media-baja de la tabla clasificatoria se ha transformado en un ogro con sangre en los ojos.
Tras el baño de autoestima acaecido el domingo en San Pablo, la tropa de Dusko Ivanovic ha refrendado su etiqueta de forastero menos recomendable de la ACB. Así se desprende de los brillantes números lejos del calor de su hogar natal que le han permitido encaramarse al tercer puesto en solitario de la clasificación. Con siete victorias y tres derrotas en los diez partidos disputados a domicilio, dos más que en la capital alavesa, el Caja Laboral comanda una clasificación en la que únicamente el Real Madrid acierta a toserle. Los discípulos adiestrados por Pablo Laso esgrimen un balance idéntico, aunque la diferencia en la tabla estriba en que los merengues se mantienen imbatidos en su inexpugnable fortín del Palacio de los Deportes de la Comunidad. Por debajo de ambos, se ubican el sorprendente Alicante, con una alegría menos, y el Barcelona y el Unicaja, ambos con cinco triunfos, si bien los culés únicamente han afrontado ocho desplazamientos hasta la fecha por diez citas en el Palau.
Un único lunar A tenor de los datos y de su juego, queda incluso la sensación de que el Baskonia se siente más a gusto cuando le toca hacer las maletas que arropado por su propia hinchada. Salvo el apoteósico éxito en Miribilla tras un postrero triple de San Emeterio sobre la bocina (79-80), las restantes victorias se han gestado con suficiencia. En las pistas del Gran Canaria (68-77), Blancos de Rueda Valladolid (64-76), Murcia (67-75), Estudiantes (54-74), Joventut (57-74) y recientemente Banca Cívica (66-73), el conjunto alavés sorteó los obstáculos con una contundencia escasamente exhibida cuando le toca desempeñar como anfitrión. Nadie lo hubiese dicho, pero con números en las manos es así.
De las tres derrotas azulgranas fuera de Vitoria, dos se enmarcan dentro del terreno de la lógica al haber tenido lugar en la cancha de dos rivales directos. Frente a dos pesos pesados de la competición como el Unicaja y el Real Madrid, se registraron dos derrotas inapelables por trece y once puntos de diferencia respectivamente. La tercera en discordia, producida en la tercera jornada en el Príncipe Felipe de Zaragoza ante el CAI por un doloroso marcador (86-66), tiene el dudoso honor de haber supuesto de largo la actuación más negra del Caja Laboral lejos de sus dominios desde el inicio de las hostilidades.
La terrible inercia de la pasada temporada, por tanto, se ha desvanecido por completo. En aquella fase regular, los alaveses sumaron siete triunfos en diecisiete encuentros, la misma cifra que en la actualidad. Únicamente fueron capaces de salir airosos de las visitas a Granada, Valencia, Zaragoza, Donosti, Menorca, Manresa y Badalona. Para sonrojo del baskonismo, en cambio, todavía permanecen frescos en la memoria los tristes episodios sucedidos ante el antiguo Cajasol (91-71), el Valladolid (78-64), el Alicante (88-68) o el Fuenlabrada (84-68), por citar algunos de los más llamativos. Queda el consuelo de que todo ha vuelto a la normalidad en este sentido.