vitoria. Badalona, una de las plazas emblemáticas por antonomasia de la Liga ACB, convive una temporada más bajo una angustia atroz. Lejos de salir del pozo y ver la luz, uno de los clásicos de la competición afronta a corto plazo un presente de signo incierto y un futuro repleto de nubarrones. La renovada ilusión por asistir un ejercicio más al bautismo liguero de una interesante hornada de cachorros (Todorovic, Llovet, Barrera, Bassas, Ventura...) contrasta sobremanera con las terribles penurias económicas de una entidad laureada en su día, pero condenada en la actualidad a sobrevivir a duras penas entre la élite del baloncesto español.
La astronómica deuda contraída por el Joventut le mantiene amputado de pies y manos para edificar un proyecto ambicioso que le libere de los agobios clasificatorios. Ubicado en la parte caliente dentro del nutrido ramillete de equipos con cinco victorias, sólo una por encima de los traumáticos puestos de descenso, el inminente adversario del Baskonia continúa jugando con fuego peligrosamente. El riesgo de quemarse es latente para un club que hace dos décadas era algo más que una simple alternativa a los grandes de Europa y que, dirigido por Zeljko Obradovic, alcanzó el cielo en 1994 con la épica conquista de la Euroliga en La Mano de Elías de Tel Aviv ante el Olympiakos.
Tristemente para los aficionados de la Penya, aquellos fueron otros tiempos dorados liderados por los hermanos Jofresa, Jordi Villacampa -su actual presidente-, Pressley y Thompson, entre otros. Un club que luce en sus vitrinas, además del mayor tesoro continental, 4 Ligas ACB, 8 Copas del Rey, 2 Supercopas y 1 Eurocup, tiene ahora entre ceja y ceja el único objetivo de la salvación. De hecho, está intervenido judicialmente, igual que otros equipos de la patronal, desde que a finales del año 2010 presentara un concurso de acreedores para reducir una deuda cifrada en unos 10 millones de euros.
mirar hacia abajo Varios movimientos poco acertados, como el rendimiento del complejo Magic Badalona, además de la galopante crisis económica, le han colocado al borde la quiebra. La solución ha sido mirar más que nunca hacia la cantera, algo que no asusta en un lugar que en las últimas temporadas ha tenido que desprenderse de jugadores tan carismáticos como Rudy Fernández, Ricky Rubio, el baskonista Pau Ribas y Christian Eyenga, que protagonizó hace semanas una vuelta fugaz aprovechando el lockout de la NBA.
Pero si a los pujantes valores que emergen de abajo no les acompañan unos extranjeros de calidad, los cimientos del edificio se resquebrajan. Salva Maldonado, el hombre escogido por los dirigentes para asumir el timón, ya ha hecho debutar a lo largo de este ejercicio a 16 jugadores, una cantidad desmedida y síntoma de que algo no va bien.
La llegada de dos valiosas piezas que contribuyeron al milagro del Valladolid, léase Van Lacke y Eulis Báez, dos arriesgadas apuestas como Latavious Williams y Derrick Obasohan destinadas a elevar la capacidad atlética del colectivo, y dos timoneles con amplia experiencia (Oliver y el menudo Jeter), junto con la recuperación de Henk Norel, hacían presagiar una campaña aparentemente exenta de sobresaltos. Sin embargo, alcanzado casi el ecuador, la Copa del Rey se ha convertido en una quimera y su guerra es otra más modesta.
El Baskonia, en cualquier caso, deberá desterrar cualquier atisbo de relajación para dar otro paso hacia la consecución de la vitola de cabeza de serie en la cita copera. Mientras lejos del Olímpico se muestra como un forastero apocado, tibio y con las garras poco afiladas, el Joventut exhibe otra fortaleza como local. Sus cinco victorias domésticas -ante el Murcia, el Estudiantes, el Blusens, el Cajasol y la última, de prestigio, ante el Real Madrid para acabar el 2011- se han producido al amparo de su afición. Indiscutiblemente, su mejor aliado en estos tiempos de economía de guerra y penurias deportivas.