PASAN las jornadas y todo sigue igual. Victorias ante equipos de medio pelo, alguna meritoria como el jueves ante el Fenerbahce, pero impotencia absoluta en cuanto un rival de postín aparece al otro lado de la cancha. El Caja Laboral fue fiel a sí mismo en el Martín Carpena, donde naufragó por completo y cayó sin paliativos ante uno de esos rivales que, a la postre, calibran la temperatura de cualquier equipo. Del universo azulgrana, no surgen noticias esperanzadores que inviten al optimismo. "Es el peor Baskonia de los últimos tiempos", era el comentario generalizado entre los periodistas malagueños al término del encuentro. Los mismos que, no hace mucho tiempo, sufrieron en sus carnes la magia de un colectivo que contaba, entre otros, con Scola, Nocioni, Splitter, Calderón, Rakocevic, Mickeal...
Ahora, el equipo vitoriano vive entre tinieblas. Con un puñado de jugadores que no ha asimilado aún la idiosicrancia baskonista, otros cuya exasperante falta de sangre les mantiene permanentemente bajo sospecha y, sobre todo, un juego interior que, comparado con el de los grandes tranatlánticos continentales, se queda corto. Más bien, escaso, porque Ivanovic no atesora interiores de calidad que contribuyan a dotar de equilibrio al colectivo. Víctima de unos errores perniciosos que le juegan una mala pasada en cada comparecencia de cierta dificultad, la tropa azulgrana sucumbió sin paliativos en tierras costasoleñas.
desierto anotador Resulta triste -por no decir algo más fuerte- que, transcurridas ya nueve jornadas ligueras, no haya superado la barrera psicológica de los 80 puntos en ninguna ocasión. Ayer, se quedó en unos insuficientes 66 que le impidieron salir vivo de la hoguera malagueña. Ante un Unicaja que hizo gala de una férrea defensa, emergió la falta de clarividencia ofensiva que hace de este grupo una presa fácil para cualquier rival mínimamente sólido. Maniatados San Emeterio y Teletovic, los únicos islotes de regularidad con que viene contando el técnico montenegrino desde el arranque de temporada, nadie acudió al rescate. Sólo Pau Ribas, de nuevo impecable a la hora de aplicar otra tuerca a la intensidad defensiva y ejecutor de las contadas ráfagas de inspiración ofensiva, anotó con cierta regularidad.
El Unicaja fue mejor, en parte, porque hizo gala de más equilibrio y fue más constante a lo largo de los cuarenta minutos. Si Chus Mateo contó por fuera con el acierto inicial de Gerald Fitch, al que le tomaron el testigo más tarde Darden y Peric, también se nutrió en la zona de la aportación de un efervescente Zoric y del elegante Freeland. Sin destapar el tarro de las esencias como en otras ocasiones, el poste británico ajustició a los pívots baskonistas en momentos críticos del duelo gracias a su innata calidad.
En esta faceta del juego, por contra, las limitaciones alavesas producen pavor y vertigo de cara al futuro. Seraphin incurre en pecados producto de su bisoñez, Dorsey representa un desierto anotador, Teletovic se halla solo ante el peligro, Milko Bjelica ha quedado fuera de combate para el próximo mes y Musli es una figura decorativa que no cuenta con la confianza de Ivanovic. Aunque Lampe vuelva a un buen nivel, el club necesitará efectuar otro movimiento para corregir las deficiencias. La inminente marcha del poste galo a los Wizards tras desbloquearse el cierre patronal de la NBA aumenta las urgencias en una demarcación de la pista donde se forjan los éxitos de los grandes equipos.