el título de MVP no sirve de nada si uno no puede lucirlo y presumir. Tal vez por eso, la ACB ha decidido esta temporada condecorar al mejor jugador de la pasada campaña con su particular medalla al honor. Muchos aficionados se habrán percatado ya de ello. Mientras el resto de jugadores tienen cosido en sus camisetas el mismo emblema de fondo blanco con el logotipo de la nueva Liga Endesa, la condición de mejor jugador del año de Fernando San Emeterio le permite vanagloriarse con uno de uso personal e intransferible de color negro con las letras en dorado. Algo que ningún otro jugador de la competición española pude lucir en su pecho.

Pero el hábito no hace al monje, y el alero cántabro sufre ahora en sus carnes un arranque liguero que no se corresponde con su título. "No estoy muy preocupado por su rendimiento", aseguró el pasado martes Dusko Ivanovic, enfatizando el superlativo y confiando en que "con tiempo seguro que vuelve al mismo nivel". Ayer, sin embargo, no fue el día indicado para revertir la inestable trayectoria que atraviesa desde que el balón de la campaña 2011-12 se lanzo al aire, y el técnico montenegrino, sin nombrarle, incidió en su discurso tras el triunfo frente al Bennet Cantú, cuando apuntó que "hay jugadores que no están rindiendo a su nivel habitual y eso afecta al juego del equipo en ciertos momentos".

Más cansado que otras temporadas por la disputa del Eurobasket este verano, el domingo, en la Valladolid que le adoptó siendo solo un niño y que le vio crecer como jugador en la cantera del Maristas, San Emeterio tendrá una nueva oportunidad de despegar definitivamente. Hasta ahora, una simple comparación estadística respecto al último curso sirve para evidenciar la realidad. En los seis primeros partidos de esta campaña -cuatro de la ACB y dos de Euroliga-, el exterior acumula un promedio de 6,5 puntos y 9,3 de valoración. Hace ahora justo un año, y tomando como referencia el mismo periodo, sumaba 12,3 puntos y nada menos que 22 de valoración. Una diferencia que dista a años luz y parece tener a dos jugadores completamente diferentes como protagonistas. Pero si algo está claro a estas alturas es que San Emeterio es capaz de dar un golpe sobre la mesa a la mínima ocasión. El carácter no se pierde de la noche a la mañana, y el cántabro todavía alberga en su interior toneladas para dar y repartir.