En esta Euroliga que nada en la abundancia, rebosa opulencia por los cuatro costados y está salpicada de clubes adinerados que han reducido el margen de sorpresa hasta la mínima expresión, el Baskonia reclama su cuota de protagonismo. Lo hizo ayer con un triunfo de prestigio en la pista de uno de los gallitos turcos que permitió dejar atrás la pesadilla vivida en Zaragoza. Porque, apenas tres días después del ridículo en tierras mañas que rememoró los fantasmas más estremecedores de la pasada temporada, la tropa de Ivanovic se transmutó. Exhibió otro ardor, recuperó las señas de identidad de la pretemporada y se encomendó a dos estiletes (Prigioni y Teletovic) tocados por una varita mágica para incendiar el grupo con un éxito que no entraba, a priori, en excesivos cálculos.
Tras uno de esos partidos de pico y pala donde hay que descender a la mina para extraer réditos y en el que un arbitraje puntilloso que midió con desigual rasero los contactos amplió la gama de enemigos, emergió un triunfo de oro que supone un espaldarazo para las aspiraciones baskonistas de vivir una plácida primera fase continental. Golpear a las primeras de cambio y a domicilio a un rival directo permite matar dos pájaros de un tiro, deja tocado a un aspirante y sirve para granjearse el respeto tras varias campañas alejados de los focos de la reunión más elitista del Viejo Continente. Si un desenlace como el de hace unas horas ya resulta edificante en cualquier circunstancia, el sacrificado trabajo protagonizado por los gladiadores azulgranas ocasionó todavía un mejor sabor de boca. Por la certeza de que el Caja Laboral aguantó con oficio todas las embestidas locales en un epílogo de infarto.
Cuando un estratosférico triple de Teletovic y dos posteriores tiros libres a cargo de Oleson amenazaron con dejar todo visto para sentencia (64-68), el conjunto alavés se complicó la vida en exceso. Onan dio la réplica desde los 4,60 metros, a Ribas le tembló a continuación el pulso desde la misma distancia y el Fenerbahce se dispuso a enviar el pulso a la prórroga. El balón cayó en manos de Ukic, que penetró a canasta y buscó aliados ante el bosque de piernas y brazos en la zona. El capitán turco, completamente libre de marca, lanzó un triple casi de entrenamiento, pero el balón se salió prácticamente de dentro tras unos segundos donde se paralizaron miles de corazones.
Un solista y un ‘killer’ Si bien el laborioso 66-69 definitivo respondió a un sólido trabajo coral y premió la consistencia defensiva azulgrana a lo largo de los tres últimos cuartos, dos hombres despuntaron a título individual para apuntillar al impreciso cuadro de Spahija. De un lado, surgió el Prigioni de las grandes solemnidades para silenciar las últimas dudas respecto a su polémico retorno del mercado estival. Con un primoroso concierto de recuperaciones, asistencias y clarividencia en la dirección, el argentino rubricó una actuación descollante que debió encandilar hasta a aquellos que todavía le increpan. Le secundó a la perfección un Teletovic convertido en el letal exterminador y con un disfraz antagónico al que ha lucido durante los cursos anteriores en la capital alavesa. Como el típico pívot a la vieja usanza que destroza aros, tapona y no rehuye el juego de espaldas, el bosnio se erigió en el lugarteniente de lujo a la hora de sellar un triunfo que encarrila el billete hacia el Top 16.
La tranquilidad del Fenerbahce apenas duró diez minutos. El tiempo que precisó el forastero alavés para ajustar una defensa que había hecho aguas en los albores ante el talento desplegado por Ukic. Las dudas iniciales se disiparon en cuanto el Caja Laboral -con un novedoso quinteto donde sobresalió la ausencia de San Emeterio- se asentó sobre la pista con la entrada de Prigioni y halló la munición de su capitán. Un parcial de 2-14 al comienzo del segundo acto comenzó a virar un duelo que, si bien amaneció con sombras, siempre discurrió por cauces favorables. Únicamente el terrible peaje de las faltas instauró el desasosiego y permitió al anfitrión acudir con asiduidad al tiro libre para minimizar sus erráticos porcentajes. De no ser por la extrema rigurosidad con que los árbitros castigaron a los alaveses, el desenlace favorable hubiese acontecido con más antelación.