sigo como un fideo". Un año después de su marcha a los Spurs de la NBA, Tiago Splitter mantiene no sólo el privilegiado físico que le convirtió en un icono del Baskonia, sino también el sentido del humor y la sonrisa permanente en el rostro con la que abandonó Vitoria tras convertir al equipo azulgrana en el monarca de la ACB. Todavía le unen fuertes lazos sentimentales con la capital alavesa, donde lleva más de una semana trabajando al lado de su inseparable Iñaki Iriarte y se le ve casi a diario caminar por el centro de la ciudad en compañía de su mujer o amigos. El brasileño ha dejado una huella imborrable en todos los estamentos del club, como ayer comprobó al hacerse socio del Caja Laboral en la carpa de la Plaza de la Provincia sobre la reforma del Buesa Arena. Allí fue agasajado por decenas de aficionados, especialmente niños, sedientos de un autógrafo de su ídolo.
Antes de ello, tuvo tiempo para repasar una temporada agotadora que no ha colmado sus expectativas a nivel colectivo -San Antonio fue eliminado a las primeras de cambio contra todo pronóstico por Memphis- ni tampoco a nivel personal con un discreto protagonismo. "Ha sido todo como esperaba. Llegué a un equipo hecho con su rotación definida, pero he peleado por minutos y aprendido mucho. Acabé el año en buen estado y teniendo la oportunidad de disputar un play off, que siempre es importante", reveló en primera instancia Splitter, que ha debido cambiar el chip a marchas forzadas para aclimatarse a la dura realidad americana. "Allí se juegan tres o cuatro partidos a la semana. Obviamente viajas mucho y entrenas poco. Lo que es el baloncesto en sí es muy parecido, aunque la forma de jugar cambia".
Tras dejar el Baskonia convertido en una de las estrellas del Viejo Continente, el cinco de Joinville ha estado relegado casi al ostracismo en la rotación de Gregg Popovich. Si bien dejó fogonazos de calidad, Splitter se quedó a medio camino a la hora de aportar un soplo de aire fresco a una franquicia demasiado entrada en años en la que su técnico apenas le concedió doce minutos de media. "No ha sido fácil mi año. Es verdad que todo el mundo me avisó que tendría pocos minutos el primer año y, aunque lo sabes, resulta difícil llegar allí y tragarlo. No obstante, he aprendido mucho. Tengo un rol distinto, obviamente no voy a recibir allí la misma cantidad de balones que en el Caja Laboral. Pero estoy convencido de que el año que viene será distinto y que dispondré de más minutos y protagonismo", confesó esperanzado.
El divismo y carácter egocéntrico del que suelen hacer gala la mayoría de los jugadores estadounidenses no cuadran con la franquicia texana, plagada de jugadores con un dilatado recorrido en Europa que han facilitado la integración del carioca. "Me han tratado muy bien. San Antonio es un equipo diferencial en ese aspecto. Manu (Ginobili) fue el jugador que más me ayudó a adaptarme a la ciudad, al equipo y al juego en sí de la NBA", detalló Splitter, que achacó la debacle de los Spurs en los play off a los problemas físicos sufridos por las estrellas de su equipo en vísperas del inicio del asalto al título. De cara a su segunda temporada al otro lado del charco, los objetivos del brasileño residen principalmente en "seguir progresando en materia de minutos y protagonismo".
Como no podía ser de otra manera, los pobres resultados de su exequipo -huérfano de su magia en el poste bajo- durante la pasada temporada y el posible desembarco de Barac en la NBA también centraron parte de su alocución. "El Baskonia ha hecho un año un poco irregular y con muchos altibajos. Siempre han estado ahí peleando y en busca de títulos. Creo que seguirán así en el futuro. Stanko es un jugador muy grande y de calidad que tiene todas las posibilidades de jugar allí. Indiana le sigue desde hace tiempo y necesita un pívot, por eso andan detrás de él", admitió Splitter, cuya alargada sombra se deja todavía sentir en un club que deberá escarbar hondo este verano en el mercado para encontrar un jugador que mitigue la falta de liderazgo acreditada dentro de la pista por el equipo.