Todo es mucho más fácil cuando vas ganando. Los codazos no duelen, los gritos de tu público te hacen sentir grande y hasta las pedradas que no tocan el aro hacen gracia. Si además tienes una semana entera para dedicarte únicamente a entrenar y descansar, seguro que tras el triunfo de ayer a los jugadores baskonistas se les olvida por unos días que trabajan bajo las órdenes del técnico con más leyendas urbanas a sus espaldas del baloncesto europeo. Despojados de la tensión de la Euroliga y con la lucha por la reválida liguera a cuatro partidos de su irrupción, qué mejor contexto que un derbi para que tu público recupere antiguos cánticos y apunte hacia nuevos objetivos.

El Bizkaia Bilbao Basket pisaba la capital alavesa para disputar el que muchos anticipaban como el duelo autonómico más igualado de los últimos años. Al final se quedó en el partido con mayor afluencia vizcaína, con centenares de seguidores de los hombres de negro poblando parte del pabellón de Zurbano. Unos aglutinados, otros desperdigados, todos se vieron obligados a acallar sus cánticos a las primeras de cambio cuando el Baskonia decidió finiquitar el enfrentamiento en el primer cuarto con un parcial de 26-13. El Welcome to the jungle de los Guns And Roses que atronaba en la megafonía en los albores del pistoletazo de salida anticipaba lo que estaba a punto de ocurrir. "Honey, we know the names", cantaba Axl Rose en su debut. En el Buesa también sabían los nombres.

No tardó mucho el público azulgrana en centrar su ira en Alex Mumbrú, que esta temporada parece haber encontrado en Kostas Vasileiadis al contrincante más igualado en lo que a gesticular se refiere. Aunque esta vez no tenía a Dejan Musli sobre el parqué para gritarle a la cara como hiciera en el duelo de ida, el alero del cuadro bilbaíno encontró en el árbitro a un buen sustituto. Los primeros cánticos fueron para el exjugador del Madrid, si bien poco después Axel Hervelle o Hernández-Sonseca recibieron también su trozo del pastel.

Broncas, gritos y Aitor Ocio Pero más que disfrutar de las desgracias ajenas, el público del Buesa Arena -9.500 espectadores según datos oficiales- prefirió dedicarse a relamerse con las jugadas que completaban los pupilos de Ivanovic. Cuatro mates -Teletovic, San Emeterio, Oleson y Batista- elevaron los decibelios a la categoría de concierto de Heavy Metal. Especialmente el del ala-pívot bosnio, que abrió una autopista a su camino y ni siquiera la mano que Hervelle le echó al brazo cual cowboy con su lazo a una vaca impidió al capitán azulgrana gustarse como quería. El belga se encararía poco después con Batista -el uruguayo no se amedrentó- y su posterior falta antideportiva enervaría definitivamente los ánimos locales en su contra. "Hervelle, escoria, fuera de Vitoria", fue la rima escogida en su contra.

Ya con el partido decidido, los Guns and Roses dejaron paso a los más punks Dropkick Murphys y su pegadizo ritmo irlandés que Martin Scorsese robaría para su película Infiltrados. No sería el último ritmo que el Buesa escucharía en la matinal de domingo. Tal vez como anticipo al exilio en la plaza de toros que el Baskonia sufrirá durante al menos los tres primeros meses de la próxima temporada, el público azulgrana lanzó una retahíla de "olés" a la escuadra de Ivanovic en los últimos segundos del duelo. Para rematar, como buen derbi vasco, recuerdos a la Korrika. En un partido sin ninguna emoción sobre el parqué, ambas aficiones acabaron haciendo vibrar el Buesa Arena incluso tras el pitido final. No fue con sus cánticos ni con sus aplausos, sino con su tránsito por las escaleras de acceso levantadas para la reforma del pabellón. Al final, los locales se fueron a casa satisfechos por el incontestable triunfo ante los vecinos del Botxo. Los seguidores vizcaínos, por su parte, se marcharon apesadumbrados. Para algunos, su único consuelo llegó mientras abandonaban el pabellón. "Mira aita, Aitor Ocio", gritaba un niño a su padre al toparse con el futbolista del Athletic, que se acercó a ver el partido y se sacó unas fotos con varios aficionados del Bilbao Basket. El que no se consuela es porque no quiere.