Vitoria. Lo que se presuponía un derbi al filo de la navaja y rebosante de igualdad desembocó finalmente en un concluyente, implacable y voraz monólogo vitoriano. Aunque el estado clasificatorio arroje una incuestionable igualdad, la jerarquía del Caja Laboral quedó patente ayer en un choque de guante blanco donde la incertidumbre desapareció a las primeras de cambio. Bastaron ocho puntos consecutivos de Teletovic en una primorosa puesta en escena local para ilustrar el mortífero instinto asesino del favorito y meter el miedo en el cuerpo a un desangelado Bizkaia, que a partir de entonces navegó a contracorriente, interiorizó resignado su fatídico desenlace y adoleció de cualquier capacidad de reacción.

Mordió a las primeras de cambio la tropa de Ivanovic para alimentar el miedo escénico de un forastero completamente entregado que sacó la bandera blanca sin apenas rechistar y el asunto quedó liquidado. Así se resumió una nueva entrega liguera que permite amarrar virtualmente la cuarta posición de la fase regular y continuar al acecho de un Valencia que, jornada tras jornada, aguanta estoicamente el aliento en la nuca sin visos de desfallecer. Arropado nuevamente por el Buesa Arena, donde interpreta sus mejores sinfonías y abrasa a sus contrarios con aires altaneros, el Baskonia cautivó durante tres pletóricos cuartos iniciales antes de dormirse en los laureles en el epílogo y consentir el previsible maquillaje vizcaíno.

Ese ataque de relajación no minimizó los brillantes méritos vitorianos ni tampoco la decepcionante respuesta del Bilbao Basket, golpeado en su línea de flotación por la nula continuidad en pista de Jackson debido a las faltas. El escuálido pero comprometido batallón azulgrana, en cambio, mantuvo una intensidad electrizante que dejó sin resuello a su rival. Teletovic lanzó los primeros directos a la mandíbula, le tomó el relevo un incansable Batista a la hora de efectuar el trabajo subterráneo en la zona y descargó su rabia tras el intermedio Barac, aunque por encima de todos destapó el tarro de las esencias un Huertas tocado por una varita mágica. Cuando el enérgico timonel brasileño entra en órbita, el Baskonia dispara muchos enteros su cotización en todos los frentes.

De principio a fin Huérfano de mordiente defensiva para frenar el variado repertorio local, concretado en centelleantes transiciones, misiles exteriores y canastas fáciles precedidas de una notable circulación de balón, el combinado de Katsikaris comenzó a besar la lona desde el cuarto inicial. Lejos de levantar el pie del acelerador con el agujero en el marcador ya efectuado, la sangría aumentó con el paso de los minutos (64-40). Y para que la matinal fuera completa, si alguien temía revivir las peores pesadillas de los recientes angustiosos terceros cuartos, el conjunto alavés dio esta vez con la tecla adecuada para prolongar su estado de euforia. Sólo un actor secundario como Hernández-Sonseca impidió en los minutos de la basura celebrar un festín más autoritario.

Consciente de la importancia de un duelo crucial para su devenir en la fase regular, el Caja Laboral dejó síntomas esperanzadores de cara a los play off. De entrada, desató su ira sobre un pujante rival a base de una defensa atosigante y un juego repleto de dinamismo donde halló respuestas de todo tipo. Su célebre puntería exterior vino acompañada de una incesante búsqueda de los pívots, las pérdidas quedaron limitadas a la mínima expresión y, candado el rebote, sus velocistas destrozaron a la carrera el deficiente balance defensivo bilbaíno. Sólo el declive físico de los últimos minutos y un conato de amor propio de su vecino instauraron unas mínimas dudas en una recta final ya con el pescado vendido.

Si lejos de casa malvive para enhebrar un juego fluido con cierta regularidad, en cada comparecencia como anfitrión aflora el espíritu que todos los estamentos demandan. Con un considerable margen de tiempo para refugiarse en la centrifugadora de Zurbano y el inminente aumento de efectivos, una campaña discreta presidida por los sinsabores puede adquirir un cariz diferente. Abanderado por semejante espíritu y estos aires altaneros que le granjearon antaño la admiración de sus enemigos, existe licencia para soñar.