fuenlabrada. En tardes-noches de infausto recuerdo como la de ayer en el sur de Madrid, cuesta rescatar alguna acción positiva o ponderar la actuación de algún integrante baskonista. Tras un partido que retrató la fragilidad de un equipo que no consigue alterar su errático rumbo lejos del Buesa Arena, acaso el amor propio de dos de sus exteriores resultó lo único salvable. Pau Ribas y Marcelinho Huertas inyectaron las mayores dosis de intensidad a un colectivo, el vitoriano, que volvió a desangrarse por su desidia defensiva durante muchos tramos de la contienda, especialmente en ese terrible tercer cuarto que se saldó por 27 puntos de ventaja para el Fuenlabrada. Ribas fue alineado incluso como escolta tras el descanso ante la escasa pujanza de Oleson y Logan, desbordados por Laviña y Rabaseda. El timonel brasileño volvió a dejar diez buenos minutos iniciales en los que los frutos de su conexión de Barac volvieron a reproducirse. Por último, Bjelica también se salvó de la quema dentro del pésimo tono colectivo de un grupo que no enamora.