Vitoria. Un suspiro de alivio. El Caja Laboral mantiene vivas las esperanzas de colgarse la medalla de bronce de la fase regular. Empujado por el indispensable aliento del Buesa Arena, sorteó ayer un obstáculo vital para no perder la estela de los dos líderes y meter tierra de por medio con respecto a la zona media-alta de la tabla. Lo hizo sin excesiva brillantez tras un duelo en el que se movió a impulsos y actuó a tirones para reducir la resistencia de un belicoso Valencia al que le pesaron sobremanera las bajas y que en los minutos finales volvió a adolecer de instinto asesino para plasmar su buen trabajo anterior.
En una jornada donde, ante todo, tocaba apelar a la practicidad, aparcar las florituras y oponer oficio con el fin de maniatar a un rocoso forastero, el Baskonia satisfizo su principal objetivo de recuperar la anhelada tercera posición. Su mordisco a un rival directo como el combinado levantino, al que ya tiene ganado el basket average, le deja ahora en una posición inmejorable a poco que imponga la lógica en la mayoría de sus comparecencias ligueras.
Víctima de una ansiedad desmedida, la alarmante falta de paciencia, algunos suicidas tiros a cargo de Teletovic y la colosal inspiración de Rafa Martínez, una pesadilla para todos los exteriores locales con una ingente producción ofensiva, se complicó la vida hasta prácticamente el epílogo. Cuando la moneda al aire podía salir cara o cruz, el aseado trabajo defensivo y la mayor clarividencia a la hora de atacar ahuyentaron todos los fantasmas. Y, por ende, el conjunto valenciano prolongó una temporada más su maldición en un recinto que se le atraganta sistemáticamente.
Era un examen crucial para constatar el crecimiento de los últimos tiempos y este irregular Baskonia evidenció, al menos, que sus constantes vitales continúan más vivas que nunca. Ciertas imperfecciones lastran todavía el rendimiento colectivo y alguna pieza como Batista se halla a años luz de su verdadero potencial, pero Ivanovic ha rescatado definitivamente al grupo de la mediocridad de meses atrás. Los decibelios defensivos se han elevado, la sangría del rebote parece haberse frenado y, en definitiva, se atisba una actitud más belicosa en un colectivo que muestra ambición y hambre en pos del triunfo.
El miedo en el cuerpo La de ayer fue una victoria coral, sellada con el toque de distinción de Oleson. El de Alaska ejerció como killer, aunque otros integrantes locales desbrozaron con anterioridad el camino. Barac volvió a sostener el juego interior, Ribas elevó la intensidad desde el banquillo y San Emeterio firmó una ráfaga anotadora vital en el tercer cuarto para contener un peligroso desplome. Un partido que discurría por unos cauces favorables (39-30) amenazó con convertirse en un calvario tras un parcial de 0-11. Rafa Martínez entró en erupción con diez puntos consecutivos que permitieron la resurrección taronja. El Baskonia, atacado por el virus de precipitación, se tambaleó durante muchos minutos, pero el embrujo del Buesa Arena y su aplomo en los momentos críticos cimentaron un éxito que vale su peso en oro.
Saltaron chispas entre dos cuartofinalistas continentales deseosos de asaltar la jugosa tercera plaza liguera. Como cabía esperar, emergió un duelo táctico, trabado y, por momentos, áspero en el que los estilistas de ambos bandos brillaron con cuentagotas. Con sus imperfecciones de siempre, varios errores de bulto a la hora de trasladar el balón a la pista contraria y su desmedida querencia hacia la búsqueda del tiro exterior, el Caja Laboral se adueñó casi siempre de la delantera en el marcador.
No fue, eso sí, una hegemonía nítida ante la extremada robustez de este renacido Valencia de la mano de Pesic. Acaso los réditos derivados de la sociedad Marcelinho-Barac y los fogonazos de Oleson alumbraron las fases de mayor inspiración. Cuando el duelo se encaminaba hacia un final a cara o cruz, la tropa visitante se asustó. Javtokas se erigió en el mejor aliado con cuatro tiros libres consecutivos errados y sólo Rafa Martínez encontró espacios entre la maraña de brazos baskonistas que protegieron a capa y espada el aro local. Sólo resta trasladar ahora esta inercia ganadora a los desplazamientos como el de este sábado a Fuenlabrada.