Dicen los expertos que el baloncesto ha cambiado mucho en las últimas décadas. Sostienen que ha variado en el ritmo, en la relevancia del aspecto físico, en la concepción del juego, pero los números, fríos, testigos mudos, poseen la capacidad de derribar los muros del tiempo y situar a la misma altura a un mito de la añeja NBA como Moses Malone y a un recién llegado al torneo que con apenas 22 años parece dispuesto a dinamitar todos los registros estadísticos en el apartado del rebote. Kevin Love entró la pasada madrugada en la historia. Hizo lo que casi nadie había hecho antes, lo que sólo el mítico Moe -figura de Rockets, 76ers, Bullets y Hawks desde finales de los setenta a mediados de los noventa- había logrado: encadenar 51 encuentros consecutivos en la mejor competición del baloncesto mundial en los que cerró su participación con dobles figuras, más de diez puntos y al menos diez rebotes. Una barbaridad convertida en rutina.

La felicidad en este caso no pudo ser completa. Su equipo, los Minnesota Timbervolves, cayeron derrotados (105-108) ante Dallas, uno de los mejores equipos de la Conferencia Oeste. Pero el Target Center de Minneapolis, donde hacía años -quizá desde la marcha de Kevin Garnett- que ningún jugador despertaba tanta expectación, supo reconocer su gesta. Es lo que tiene la NBA. Deporte y espectáculo se combinan, se funden en uno. Toda la grada, ajena al resultado, en pie, festejó el logro de Love, un animal del rebote que curiosamente igualó el registro de Malone con un triple.

Love, una de las principales referentes de la nueva generación del baloncesto estadounidense, conquistó el pasado verano la medalla de oro en el Mundial de Turquía. Su nombre ha sonado las últimas semanas como posible moneda de cambio en los múltiples canjes que han realizado los equipos más acaudalados de la liga. Aunque al final se ha quedado en Minnesota, lleva camino de convertirse en un jugador de referencia para generaciones venideras, más por sus números que por su capacidad para revertir el espíritu perdedor de una franquicia.

El poste de Santa Mónica, en cualquier caso, tiene en su mano la posibilidad de ampliar una marca que no ha conseguido alcanzar ninguna de las grandes figuras que han dominado la NBA a lo largo de los años. Love, que captura el 24% de los balones que repelen los aros cuando está en cancha, puede dejar atrás al viejo Moe Malone esta noche frente a los Indiana Pacers.