Copa madrid 2011
Madrid. Una victoria angustiosa casi sobre la bocina ante un rival inferior y una derrota inapelable frente a un rival hoy en día inalcanzable. Es el balance que ha facturado el Caja Laboral en la Copa del Rey que languideció ayer con más sombras que luces para los intereses baskonistas. Si todos los estamentos del club pretendían que la cita madrileña supusiera un punto de inflexión en la presente temporada, presidida por la inconsistencia y las dudas, este propósito de enmienda no se ha visto satisfecho. Los negros presagios que se cernían sobre la capacidad del equipo para elevar su rendimiento colectivo se acaban de corroborar con una facilidad desgarradora.
En el primer momento crítico del actual ejercicio, la tropa alavesa ha mostrado la misma inestabilidad que en jornadas precedentes ante adversarios de inferior fuste. Si el Bilbao Basket fue reducido agónicamente gracias a los fogonazos de calidad de Huertas, la semifinal ante el Barcelona no hizo sino resucitar viejos defectos que vienen lastrando cualquier atisbo de crecimiento. El problema radica en que esta inercia negativa tampoco tiene visos de solucionarse con la llegada de nuevos refuerzos, especialmente un base que ponga fin a la soledad del timonel brasileño en la dirección de juego.
El Caja Laboral continúa a años luz de ser un bloque rocoso, compacto y sincronizado. Sus principales señas de identidad de los últimos tiempos se han extraviado, en parte por las manifiestas dificultades que está encontrando Ivanovic para implantar su ideario baloncestístico en una plantilla que parece poco hecha a su medida. El colectivo alavés exhibe unas grietas defensivas insospechadas para estar dirigido por un meticuloso amante del trabajo de contención como el montenegrino, los roles exactos de varios jugadores continúan sin ser precisados del todo, los ataques se fían en exceso a la ruleta rusa del triple y al pick and roll entre Marcelinho y Barac a falta de las célebres transiciones de antaño y la batalla por el rebote tampoco ofrece grandes dividendos.
Bajo estas premisas, cada partido arroja un preocupante déficit en cuanto a intensidad, clarividencia y capacidad de liderazgo. Los rivales han perdido, en parte, el respeto granjeado por un equipo que, en el pasado, ya infundía pavor antes del salto inicial. La mayoría de las victorias suelen venir precedidas de una buena ración de sufrimiento, mientras que un elevado número de derrotas han tenido como denominador común la falta de competitividad y un discutible espíritu de lucha. En definitiva, unos débiles síntomas que el Baskonia, célebre por su carácter y espíritu indomables, no ha emitido casi nunca desde que el de Bijelo Polje dirige con puño de hierro la nave.
bajas formas La controvertida confección de la plantilla durante el pasado verano también contribuye sobremanera a la confusión. Mientras varias posiciones como la de escolta (Ribas, Oleson y Logan) o cinco puro (Barac, Batista y Sow) aparecen saturadas de elementos, algunas piezas concretas como Huertas y Teletovic carecen de un recambio natural. Es factible que el club reaccione inminentemente con la llegada de un base estadounidense -Milt Palacio y Mustafa Shakur han sido algunas de las opciones tanteadas- y la reconversión de Bjelica al puesto de ala-pívot.
Mientras la intermitencia de los nuevos fichajes se ha convertido en una rutina, los componentes de la vieja guardia también se están viendo arrastrados por esta espiral negativa. La baja forma de Teletovic -condicionado por el delicado estado de su rodilla-, San Emeterio, sometido a un desgaste brutal durante los últimos tiempos, o Barac, venido a menos con el fichaje de Batista, emerge como un inconveniente más de cara a afrontar con más garantías el tramo final de la Liga ACB y la Euroliga. Sin embargo, queda margen para reaccionar.
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