Vitoria. La primera fase de la presente Euroliga, de largo la más tortuosa de todas las vividas por el Baskonia desde que la competición reunificada fue auspiciada al inicio de la pasada década, llega hoy a su fin. Y lo hace con sobrados alicientes para el Caja Laboral, que pese a asegurarse matemáticamente la pasada semana el billete para el Top 16 debe concretar aún su ubicación exacta en el lote A antes de que el azar reparta fortuna el próximo 4 de enero en un sorteo que marcará el camino a seguir hacia la quinta Final Four de la historia.

La clausura de esta discreta ronda inicial tiene lugar esta noche ante un Partizan con el que queda alguna cuenta pendiente por ajustar tras el duelo de infausto recuerdo de la ida en el Pionir. Las cuentas están claras para el equipo vitoriano, que será segundo, tercero o cuarto de su grupo tras una velada de transistores. No sólo deberá estar pendiente de su resultado en el Buesa Arena sino también de lo que acontezca casi dos horas antes en la periferia de Moscú en un duelo de menor voltaje entre el desahuciado Khimki -ya sin Scariolo como timonel en el banquillo- y el Zalgiris.

Para encaramarse al segundo puesto y aspirar, en teoría, a un lote más asequible en la siguiente fase -este hecho está aún por ver teniendo en cuenta que el Barcelona tiene todos los boletos para caer al tercer bombo-, la tropa de Ivanovic necesita ganar por más de tres puntos y aguardar un tropiezo de los lituanos. Una hipótesis nada descabellada pese a que los moscovitas ya no se juegan nada. Si satisface el primer objetivo pero el Zalgiris sale airoso de tierras rusas, acabará tercero. Por último, una derrota por cualquier margen ante los serbios, o una victoria por menos de tres puntos combinada con un triunfo del equipo presidido por Sabonis, le relegará al cuarto lugar.

Tras una convulsa fase inicial donde ha coqueteado con la eliminación tras encadenar cinco derrotas consecutivas, el Caja Laboral dispone de una inmejorable oportunidad para poner un buen broche y alimentar su autoestima. De paso, se halla en condiciones de tomarse la revancha ante uno de los muchos equipos que ha destapado durante este curso su fragilidad mental en los epílogos de partido. Y es que todavía permanece imborrable el lastimoso derrumbe del Pionir, cuya asfixiante temperatura ambiental engulló a un conjunto desfondado que dilapidó once puntos de ventaja en los últimos cinco minutos.

bajo mínimos POR dentro Visto lo visto, Ivanovic tiene un arduo trabajo por delante para enderezar el maltrecho rumbo azulgrana. Entre la tibieza generalizada para defender y cerrar el rebote, la escasa pujanza de varios jugadores de la segunda fila sumergidos en un estado de ceguera y, en definitiva, la tremenda inconsistencia demostrada hasta la fecha, la actual temporada precisa de un punto de inflexión que permita vislumbrar el futuro con más optimismo.

Para alimentar el desasosiego, las ausencias vuelven a hacer un flaco favor al engranaje de Ivanovic. La baja de Haislip agrava los problemas de un juego interior cogido con alfileres donde esta noche debutará Pape Sow. Dado que el senegalés es un cinco puro, el recambio del estadounidense será un Bjelica que continúa a años luz de las elevadas expectativas creadas durante el verano alrededor de su fichaje.

El Partizan, un rival que lejos de su infernal pista baja muchos enteros, dista mucho hoy en día del poderoso colectivo que, de la mano de Dusko Vujosevic, ha sorprendido a propios y extraños en los últimos tiempos. Su espina dorsal está compuesta por el base Jerrells -ausente en la ida y que ha reemplazado a Lafayette en la dirección de juego-, ese diamante en bruto llamado Vesely, el incombustible Kecman, el móvil Gist y el fornido Jawai, que en el pulso de ida causó estragos en la debilitada pintura alavesa.