Cuando pase el tiempo y se rememore la victoria que ayer cosechó el Caja Laboral en la cancha del Zalgiris, muchos recordarán el encuentro por la descomunal exhibición desde la larga distancia de Teletovic -que igualó el legendario registro de nueve triples de Saulius Stombergas- o el hecho de que con el triunfo, alcanzado en una prórroga que jamás debió llegar, el cuadro azulgrana acaricia un billete para disputar el Top 16. Sin embargo, el choque que acogió el Darius and Girenas Sport Center de Kaunas puede marcar un antes y un después en el deambular de un colectivo que hasta ayer, salvando el derroche de testiculina del último cuarto frente al Barcelona, necesitaba de referencias para adquirir una fe de la que carecía por completo.

El Caja Laboral ganó ayer al Zalgiris porque tenía que ganar. Fue mucho mejor en la primera mitad, donde bordó el baloncesto hasta el punto de llegar a exhibir los encantos con los que puede agasajar a sus fieles en un futuro, retrató su peor versión en los dos últimos cuartos, donde volvió a desmoronarse ante el empuje y la fe de un equipo evidentemente inferior, y luego le sonrió el acierto en la ruleta del tiempo añadido. Aunque le costó rematar al rival, dominó de principio a fin el electrónico y ofreció tanto pinceladas del potencial que atesora como evidencias de las grandes lagunas que han lastrado su rendimiento en este primer tercio de la temporada.

En un duelo ciclotímico, con un nudo por completo demencial, las mejores noticias para Dusko Ivanovic llegaron en el desenlace. Por una vez, el equipo azulgrana superó sus miedos y, aunque flirteó con una nueva debacle, supo contener sus temblores para aferrarse a una victoria que necesitaba para recuperar la autoestima. Al igual que en citas precedentes, el Caja Laboral desperdició una amplísima renta. Pero esta vez no claudicó. Teletovic, condenado al banquillo durante la reacción del cuadro báltico en una de esas decisiones ininteligibles de Dusko Ivanovic, volvió a emerger cuando más se le echaba en falta.

El capitán firmó una de esas actuaciones que lo convierten en un jugador irrepetible. Desquiciante por su caótica lectura del juego pero letal cuando tiene el día, se echó el equipo a las espaldas para espantar las dudas en los albores del choque. Guiado por Teletovic y por un Marcelinho desatado en la dirección, el Caja Laboral ofreció una exhibición de baloncesto en los primeros veinte minutos. Inauguró el duelo con un parcial abrumador (0-9) y llegó al descanso en éxtasis con dos triples del bosnio y una bandeja del brasileño que fijaban una barrera de diecinueve puntos (33-52) que parecía definitiva.

Pero con este equipo en constante construcción y descomposición quedó patente que no lo era. Fuera de la cancha durante demasiado tiempo Teletovic y Oleson, que seguramente selló ayer su mejor actuación como jugador azulgrana, el equipo se desmoronó. El Zalgiris, arropado por su bullicioso público, afinó la puntería y halló esperanza en los triples, que le habían dado la espalda durante la primera mitad. El equipo báltico se creció y con un lanzamiento de larga distancia de Kalnietis fijó las tablas (80-80) con un minuto y medio por jugarse.

El Zalgiris llegó a gozar de una última jugada, con dos segundos por delante, para lograr una primera y definitiva ventaja, pero Delininkaitis se atragantó de responsabilidad y fue incapaz de culminar la remontada. El duelo se marchaba a la prórroga y el panorama, con el pabellón encendido, sólo le traía gélidos vientos del Báltico a un equipo que había menguado hasta quedar reducido a una mera caricatura. Pero entonces reapareció Teletovic.

Letal Teletovic Dos triples soberbios del francotirador bosnio sepultaron los bríos del Zalgiris en un tiempo añadido en el que el cuadro azulgrana encaró por fin la fase decisiva de un partido con la sangre en el cerebro. Todo lo que habían sido errores y precipitación en los instantes finales del partido se convirtieron en buenas decisiones y acierto en la prórroga, cinco minutos en los que los pupilos de Ivanovic produjeron 15 puntos, más que en un último cuarto (20-10) que invitaba a presagiar un adiós prematuro a la competición continental.

Habría supuesto un mazazo rotundo para la frágil salud anímica de un equipo que ahora depende de sí mismo para certificar su acceso a la segunda fase de la Euroliga. Le basta con vencer el próximo jueves al Partizan en el Buesa Arena, pero el Maccabi puede despachar la incertidumbre si esta noche se impone al Khimki en su pista.