A Dusko Ivanovic le duele la boca de decir constantemente, y con toda la razón del mundo, que el rebote no es una cuestión de talla, sino de deseo e inteligencia. No importa que un jugador mida 2,17 o 1,92 metros, cuando un balón sale repelido del aro no siempre tiene por qué ir a parar a las manos del pívot defensor más cercano. Por eso, incluso en partidos en los que un equipo se ve condenado a la orfandad en la zona como le ocurrió ayer al Caja Laboral con Stanko Barac, son el resto de jugadores los que, sin importar su puesto, deben cubrir la zona para evitar escabechinas en el rebote defensivo. El Bizkaia Bilbao Basket cosechó ayer la escandalosa cifra de 17 rebotes ofensivos. Un dato que resultaría sorprendente si no fuera porque, hace apenas una semana, el Cajasol de Joan Plaza ya puso el listón por las nubes con 22 capturas. Como bien apuntó el entrenador azulgrana antes de regresar a la capital alavesa, es imposible ganar un encuentro en el que tu rival campa por sus anchas en un terreno que debería esconder más minas antipersona que los alrededores de Faluya.
Algunos casos resultaron especialmente irritantes, como el hecho de que, de los siete rebotes recogidos por Mavroeidis, todos fueron en ataque, provocando segundas o terceras opciones que permitían a la línea exterior bilbaína repetir hasta la extenuación una extensa retahíla de uno contra uno que ningún baskonista parecía capaz de contener. Un base como Aaron Jackson, paradigma del estilo NBA Jam y cuestionado continuamente en Bilbao por su incapacidad para dirigir con sapiencia a su equipo, se permitió el lujo de ningunear las defensas de David Logan, Marcelinho Huertas o Pau Ribas para adentrarse en la zona azulgrana como Pedro por su casa.
autopista hacia la zona Como ya ocurriera en el reciente enfrentamiento continental ante el Khimki, ayer el máximo reboteador baskonista fue de nuevo Fernando San Emeterio, con cinco en esta ocasión. Marcus Haislip -que con 22 puntos cuajó su mejor partido desde que aterrizó en el Baskonia- se quedó en dos rebotes defensivos y otros tantos en ataque. Un guarismo paupérrimo para el único interior baskonista que ayer tuvo un día medianamente aceptable, dejando a un lado a un esguinzado Barac que se fue hasta los doce minutos de juego tres días después de sufrir una lesión que suele obligar a los que la sufren a permanecer al menos un par de semanas sin jugar.
Por muy diferentes motivos, ni un desquiciado y desacertado Mirza Teletovic, ni por supuesto Dejan Musli en los 25 segundos de gloria de los que dispuso pudieron aportar un mínimo de contundencia bajo el aro. Hasta Alex Mumbrú, que se fue a casa como máximo reboteador del duelo con nueve capturas entraba y salía de la pintura como en sus mejores tiempos. Incapaces de cerrar la zona, su dominio en el rebote ofensivo permitió al cuadro dirigido por Fotis Katsikaris permitirse el lujo de lanzar hasta 18 veces más de dos puntos que el Caja Laboral. Casi nada.
El despropósito defensivo azulgrana cobra mayor relevancia teniendo en cuenta la importancia del choque del miércoles en Lituania frente a un Zalgiris que cuenta en su plantel con un gigante de la talla de Mirza Begic (2,20 metros y 120 kilogramos) que ya en el duelo de ida disputado en el Buesa Arena mostró su gran calidad. Si el Baskonia no quiere volver a complicarse la vida en las dos semanas que restan para alcanzar el Top 16, deberá trabajar a destajo para solventar sus problemas en el rebote defensivo, además de rezar a los dioses para que la lesión de Barac no empeore.