Vitoria. Acostumbrado el baskonismo a degustar el caviar, frotarse los ojos con partidos de la máxima rivalidad y vibrar como nadie con un equipo instalado en la élite continental desde hace más de dos décadas, de vez en cuando toca padecer pequeños suplicios, trámites colocados en un calendario frenético y matinales soporíferas que invitan a ser sobrellevados de la mejor manera. Si la semana pasada el Buesa Arena fue una olla a presión y el equipo apeló a factores emocionales para derretir al Barcelona, la jornada de ayer constituyó una brutal antítesis.
La visita del modesto Menorca, un firme candidato al descenso y rebosante de nombres anónimos que conforman posiblemente la peor plantilla de la ACB, obró efectos terapeúticos para cicatrizar las dolorosas heridas abiertas por la Euroliga. Un oasis de tranquilidad que, entre tanto sobresalto por las cuatro derrotas consecutivas enlazadas contra todo pronóstico, resulta algo impagable, viene de perlas para economizar esfuerzos y apelar a la ley del mínimo esfuerzo.
Porque, pese a actuar a medio gas y con varias marchas menos de las habituales, este sobrado Caja Laboral a nivel doméstico tuvo suficiente para añadir una nueva muesca a su expediente. Lo hizo, eso sí, sin ningún destello de brillantez, entre los inevitables bostezos de la grada y en medio de un sopor que fluyó a borbotones ante un espectáculo ramplón por parte de los dos protagonistas. La abrumadora superioridad del Baskonia, que se dejó llevar ante la nula oposición y apretó los dientes con cuentagotas, se plasmó casi por pura inercia.
En el lado negativo de la balanza, las incógnitas que atañen al rendimiento de varias piezas de su segunda línea sumergidas bajo tierra se acentuaron un día más. En un día propicio para el lucimiento colectivo, las deserciones volvieron a reproducirse después de que la vieja guardia sentara otra vez las bases del éxito. Haislip se autoeliminó con varias faltas provocadas por su escaso tono físico, Bjelica se convirtió en una figura decorativa hasta bien entrado el tercer cuarto y Musli compareció en el último minuto con el único fin de que Barac, de nuevo el faro de la victoria, fuera agasajado por su descollante papel.
Un ritmo cansino Una dentellada mortal de necesidad mediado el segundo cuarto, traducida en un parcial de 18-2, resultó suficiente para alterar la monotonía y justificar la sideral distancia entre unos y otros. El Menorca, consciente de su debilidad y de que saldría rebotado de cualquier cuerpo a cuerpo, intentó fiar su suerte a la ruleta de las posesiones largas y un ritmo cansino que derivara en un constante juego posicional. Más por deméritos ajenos, materializó dicho objetivo durante ciertas fases, pero su escasa mordiente y la ínfima calidad de su limitadísima plantilla no le dieron más que para vivir en una nube únicamente a lo largo del insípido cuarto inicial.
Entre la gélida temperatura de un pabellón sin la excitación de las grandes ocasiones y la relajación de un Caja Laboral acomodado, emergió un duelo que alimentó la autoestima de Barac. El gigante croata, bien alimentado por sus compañeros, extrajo petróleo del bloque directo para masacrar el aro visitante con una facilidad insultante. Su colosal talla siempre contrastó con la escuálida presencia de sus pares, empequeñecidos hasta límites insospechados cada vez que se hacía hueco en la zona.
Una vez hecho el agujero, la tropa de Ivanovic sesteó más de la cuenta y cayó en la complacencia. Sólo Teletovic, víctima de una falta flagrante que se fue al limbo, agitó a las masas antes del descanso con sus airadas protestas al trío arbitral que implicaron una técnica. Visto que el tedio continuó apoderándose de la pista alavesa durante una segunda parte inundada de pérdidas, triples al limbo y ciertas concesiones defensivas, tocó orientar el pensamiento hacia los resultados de otras canchas.
Y entonces acontecería la noticia más esperada. El traspié del Real Madrid en La Roca abrió las puertas hacia el liderato en solitario de la ACB. Con nueve jornadas transcurridas, el Baskonia mira por el retrovisor a todos sus rivales. Sin embargo, el foco de preocupación está centrado ahora en la Euroliga.