Primero fue el aguerrido Archibald, más tarde hurgó en la herida esa codiciada pieza llamada Batista pese a la ajustada victoria final, el rocoso pero escasamente talentoso Eze no quiso ser menos y también halló una autopista exenta de obstáculos hacia el aro baskonista y, para terminar de convencer a los dubitativos, el gigantón Begic se encargó el miércoles de disipar las últimas gotas de incertidumbre que flotaban en el ambiente. Las sospechas previas al arranque de la temporada respecto a la debilidad interior se han corroborado. La magnitud de un problema mayúsculo está lastrando, en parte, el crecimiento colectivo. A nadie se le escapa que el famélico juego interior del Caja Laboral se ha convertido en un blanco fácil para cualquiera.

Ni siquiera los buenos resultados firmados hasta la fecha por el inquilino del Buesa Arena permiten solapar un déficit evidente que, en función de quién esté en frente, adquiere una trascendencia aterradora. Como quedó bien patente el pasado miércoles ante el Zalgiris en un duelo de alta exigencia, la presencia de un único hombre alto equivale a una apuesta de alto riesgo cuyas consecuencias negativas son imprevisibles. Determinados equipos impregnados de un notable poderío físico y ciertos pívots corpulentos que no rehúyen el contacto ni el juego de espaldas al aro, especialmente los que habitan fuera de las fronteras, saben explotar este profundo agujero y poner en evidencia la alarmante soledad de Stanko Barac.

El conjunto vitoriano es capaz de enmascarar esta fragilidad ante la mayoría de los rivales de la Liga ACB, pero en la Euroliga salen a flote unas carencias visibles desde los primeros compases de la temporada. Huérfano de un escudero, el gigante croata se halla solo ante el peligro. Sin ser el único culpable del desaguisado, el de Mostar también debe mirarse el ombligo, cerciorarse de su importancia en los esquemas y enderezar de una vez por todas su nefasta querencia a incurrir en faltas absurdas. En cuanto la rampa se empina y atisba dificultades por el camino, su bloqueo mental le sume en un proceso de autodestrucción. De ahí el castigo de Ivanovic en el último cuarto ante los bálticos.

musli, un "expediente x" El hombre llamado a desempeñar ese rol, el joven y bisoño Dejan Musli, no cuenta, al menos momentáneamente, con la confianza del preparador montenegrino, obligado a improvisar soluciones que, a la larga, son contraproducentes en los partidos más comprometidos. Su estancia en la capital alavesa se reduce a catorce escuálidos minutos de juego -nueve ante el Fuenlabrada y cinco frente al Power Electronics Valencia-, concedidos únicamente por la lumbalgia de Rancik. Con Teletovic condenado a actuar como cinco puro durante muchos minutos y a defender a pares mucho más espigados, los débiles cimientos de la zona baskonista se resienten más de la cuenta.

Mientras tanto, el club continúa sin discutir la presencia del ex jugador del Zeleznik dentro de la plantilla. Según su entorno, el ostracismo al que se está viendo relegado "no es una situación incómoda ni para nada algo desagradable", sino "un peaje lógico" dada su extremada juventud (19 años) y su escasa experiencia en la élite continental. Entre que las arcas del Buesa Arena no están para grandes dispendios y el mercado tampoco ofrece soluciones de calidad, salvo sorpresa no se espera ningún ángel caído del cielo que dote a la pintura de la estabilidad inherente a un presunto candidato a los títulos.

Ante la previsible marcha de Rancik, al que la problemática de los cupos deja escaso margen para continuar en la capital alavesa, sólo queda confiar en la rápida puesta a punto de Haislip y el asentamiento definitivo de un Barac al que varios pívots han dejado en evidencia. En espera de que lleguen exámenes de madurez ante Barcelona o Madrid, piezas como Batista (22 puntos, 11 rebotes), Eze (14 puntos, 7 rebotes) y Begic (18 puntos, 6 rebotes) han conseguido sacarle los colores y poner de manifiesto que el Caja Laboral demanda nuevas y refrescantes alternativas en la cuerda interior.