ARGENTINA Prigioni (6),Delfino (20), Jasen (15),Scola (37), Oberto (7) -cinco inicial-, Cequeira (2), Leo Gutiérrez (6), Quinteros, Kammerichs y González.

BRASIL Marcelinho (34), Barbosa (20), García (5), Varejao (7) y Guilherme (3) -cinco inicial-, Splitter (10), Nezinho, Machado, Marquinhos, Batista, Murilo y Neto.

Parciales 25-25, 21-23, 20-18 y 27-23.

Árbitros Jungebrand (FIN), Arteaga (ESP), Velosevic (SER). Eliminaron por faltas a Guilherme por Brasil.

Pabellón Sinan Erden Dome de Estambul.

Si Dios hubiese optado por dedicarse al baloncesto, por lo visto ayer luciría una melena desmadejada y observaría a sus rivales con mirada distraída. Luis Scola, el mejor jugador de la historia del Baskonia, uno de los pívots más decisivos del planeta, destrozó con una actuación magistral el duelo de color azulgrana que se celebró en Estambul con una plaza en los cuartos de final del Mundobasket en juego. El pívot de los Houston Rockets, poderoso, majestuoso, bailó como en sus mejores noches para meter a una selección achacosa y decadente como la argentina entre los mejores ocho equipos del torneo.

La soberbia exhibición del eterno número cuatro del conjunto gasteiztarra ensombreció la consagración definitiva de un jugador que es presente y futuro en el Buesa Arena. Los 34 puntos de Marcelinho Huertas, que se erigió en líder de un equipo caótico, no bastaron para impedir el triunfo de la Argentina de Scola, que cerró el choque con 37 puntos y una sensación de superioridad insultante.

El aguardado duelo bajo el sol entre el maestro y su discípulo, entre Scola y Splitter, quedó resuelto antes del salto inicial. Magnano, que ni quiso ni supo hallar una fórmula para frenar la producción ofensiva de la estrella de la albiceleste, dejó al jugador de Joinville en el banco. Para cuando Splitter entró en la cancha, a los seis minutos de juego, ambos equipos habían planteado las coordenadas que regirían los designios del encuentro: velocidad frenética, anotación alta y unas defensas cuestionables.

Marcelinho, que tardó apenas tres minutos en comerle la tostada y sacar por faltas del partido a Prigioni, fijó un partido revolucionado y de alto voltaje. Pero la albiceleste, apoyada en el acierto desde el perímetro, alcanzó algunas ventajas antes de alcanzar el descanso con el marcador muy parejo. Brasil, que intensificó su actividad defensiva al arranque del tercer cuarto, logró algunas rentas -de hasta siete puntos- cuando Splitter comenzó a recibir balones. Pero era sólo un espejismo. Barbosa, muy acertado en la primera mitad, se apagó, y la canarinha se perdió en la misión imposible de sacar ventajas en la zona argentina.

Con Varejao desaparecido, a Argentina le bastó con aplicarle una defensa de ayudas a Splitter. Oberto, genio y figura, sacó el hacha a pasear y el nuevo jugador de los Spurs se achicó hasta desaparecer. Fue el comienzo del fin para Brasil.

Ante el ciclópeo despliegue de clase de Scola, Marcelinho decidió asumir el protagonismo. Pleno de fe, el base del Caja Laboral anotó ocho de los diez últimos puntos de su equipo, incluido un triple inverosímil sobre la bocina, y le regaló una asistencia a Splitter para invitar a sus compañeros a conservar la fe. Pero eso constituía una paradoja. Todo aquel que cree en el baloncesto renovó ayer sus creencias. Como el banquillo argentino, que acabó postrado y haciendo reverencias al nuevo dios del baloncesto, a Luis Scola.