Vitoria. 15 de junio de 2010, otra fecha subrayada en rojo en los anales del baskonismo. Llegó el gran día. Hacia las 22.15 horas de esta noche, el Caja Laboral tiene una cita ineludible con la gloria. La tercera Liga en su palmarés, de largo la más difícil e insospechada de todas, se encuentra a punto de descansar en las vitrinas del Buesa Arena, convertido hoy en un teatro de los sueños con el aliento de 9.700 enfervorizadas gargantas.
Diez meses después de que arrancara una temporada plagada de sombras, el año I tras la marcha de figuras emblemáticas que amenazaba con acabar en blanco por las multimillonarias inversiones de sus rivales directos, el plantel vitoriano se halla a las puertas de recibir una recompensa grandiosa a su durísimo trabajo.
Resta sólo el último paso, quizá el más difícil, para certificar una de las gestas más colosales en la historia del club y todavía figura enfrente ese arrebatador Barcelona campeón de todos los títulos. Pero la terrible inercia ganadora del cuadro de Ivanovic, su dureza mental acreditada en las últimas semanas para salir vivo de encuentros taquicárdicos y el innegable plus que otorga el factor pista a la hora de atemorizar al forastero de turno permiten soñar con una sentencia por la vía rápida.
La final ha discurrido hasta ahora por unos cauces imprevistos. El abrumador favoritismo blaugrana ha quedado en agua de borrajas ante la eclosión de un Baskonia destapado como una impenetrable muralla defensiva. Alejado del romanticismo y de un baloncesto poético pero pragmático a más no poder para reducir a un bloque con más y mejores recursos, el técnico montenegrino está extrayendo hasta el último jugo de una plantilla limitada en algunos puestos y dejando al conjunto más opulento de Europa en unos guarismos paupérrimos.
Como ya evidenció en la semifinal ante el Real Madrid, el cuadro vitoriano eleva sobremanera sus prestaciones bajo el amparo de su afición. Si mantiene la humildad y no se deja llevar por el inevitable ambiente de euforia que rodea al partido, el título puede caer en el zurrón hoy mismo sin esperar al jueves o el sábado. El Barcelona, un león herido en su orgullo, no ha dicho eso sí su última palabra. Todas sus estrellas, especialmente Ricky y Navarro, se han visto maniatadas por los grilletes alaveses y ello obliga a caminar con las orejas tiesas en previsión de su posible resurrección.