Michael Jordan es el artífice de una de las mejores frases de la historia del baloncesto. "He fallado más de 9.000 lanzamientos en mi carrera. He perdido más de 300 partidos. En 26 ocasiones confié en lanzar el tiro ganador y lo fallé. He fallado una vez tras otra en mi vida, y por eso he tenido éxito". Sirva la cita para evidenciar cómo, incluso cuando las peores actuaciones llegan en el momento más inoportuno, un jugador debe ser capaz de levantarse de nuevo y trabajar aún más si cabe para encarar con fuerzas renovadas el siguiente partido.

Eso es precisamente lo que, una vez superado el cabreo inicial, pasará ahora por la cabeza de un Tiago Splitter que ayer completó una de sus peores actuaciones de la temporada. Contagiado por el aturdimiento de su rival y objetivo primordial en su sistema defensivo, el pívot brasileño era incapaz de dar con la tecla adecuada para aportar en todas las facetas en las que su equipo tanto le necesitaba.

Aunque permaneció sobre el parqué casi treinta minutos de juego, el capitán azulgrana acabó el encuentro con cuatro escasos puntos, seis rebotes y tres pérdidas. Quizá, su mejor bagaje fueron las dos faltas consecutivas que sacó a Lorbek en la recta final del duelo y que permitieron al Caja Laboral prolongar su dominio en el marcador mientras el reloj se consumía poco a poco. En una tarde en la que, salvo contadas excepciones, las estrellas de ambos equipos acabaron estrelladas, el caso de Splitter no fue, sin embargo, el más llamativo. Mirza Teletovic, con uno de once en tiros de campo -un triple en el arranque del tercer cuarto para colocar un 38-36- volvió a demostrar que no acaba de encontrar su sitio en estos play off. Le ocurrió en la eliminatoria ante el Real Madrid, y se está repitiendo ahora contra el Barcelona. Desesperante una vez más en el trabajo defensivo -buena parte de los doce rebotes ofensivos capturados por la escuadra culé llegaron por su desidia al cerrar el rebote-, el ala-pívot bosnio acabó con -2 puntos de valoración a pesar de sus 31 minutos de juego.

ricky rubio Pero, mientras en el caso de las estrellas baskonistas el virus se redujo a dos de sus mejores hombres, en el bando catalán la enfermedad se expandió hasta alcanzar tintes de pandemia. Un dato resulta tan descriptivo como escalofriante. Entre tres de los jugadores del quinteto inicial -Lorbek, Navarro y Ricky Rubio- apenas sumaron 16 puntos, frente a los 18 que alcanzó Pete Mickeal. El joven base de El Masnou, al que en tantas ocasiones se le ha achacado su inoperancia en los partidos importantes, dejó por segunda vez consecutiva síntomas de inmadurez a la hora de encarar los minutos decisivos. Por su parte, Navarro acabó enfilando el camino al banquillo un poco antes de lo que le habría gustado. Desesperado ante la defensa baskonista, el ex NBA apenas dispuso de cuatro lanzamientos de campo para lucirse. Sus cuatro puntos en 23 minutos -anotó 17 en el primer enfrentamiento de esta final- hablan por sí mismos.

Si significativa fue la situación de los exteriores catalanes, la lucha en la pintura fue, si cabe, un poco más desesperante para los culés. Con Splitter y Teletovic en horas bajas y un Golubovic con apenas un minuto, ni Lorbek, ni Vázquez ni Ndong se atrevieron a imponer su dominio en una zona en la que sólo Morris parecía dispuesto a jugarse el pescuezo. El apoyo de los exteriores vitorianos en la zona completó por segundo partido consecutivo una labor defensiva de libro con la que Ivanovic dejaba de nuevo en evidencia a su antiguo pupilo.