vitoria. Dicen que el primer partido marca siempre el devenir de una final y suele ser la antesala del éxito o del fracaso, separados en gran parte de los casos por un fino hilo. Especialmente en el plano psicológico, un equipo suele salir revitalizado y con la moral por las nubes. El derrotado, en cambio, acostumbra a verse sumergido en un mar de dudas, debe remar a contracorriente y recela de sus posibilidades. Lástima que, en el caso de este combate entre vitorianos y catalanes, el primer éxito no haya supuesto más que un pequeño pasito hacia el título a tenor de las desiguales plantillas conformadas el pasado verano por unos y otros.

Tras el inesperado golpe de autoridad protagonizado por su equipo el pasado jueves en el Palau Blaugrana, el baskonismo atesora al menos motivos suficientes para ver henchido su pecho y cargarse de moral de cara a un hipotético favorable desenlace. Los precedentes de la ACB son reveladores y auguran un elevadísimo porcentaje de éxito a la hora de izar el título para quien obtiene el triunfo en el primer asalto. No en vano, de las 26 finales disputadas bajo este formato, 24 campeones se distinguieron precisamente por llevarse el gato al agua en el trascendental duelo que servía para inaugurar la gran final.

El Caja Laboral ha conseguido, de momento, neutralizar la desventaja de pista, el objetivo inicial que se fijó para satisfacer su objetivo de destronar al campeón de absolutamente todo en el presente ejercicio. No obstante, la historia revela que ese 58-63 representa algo más que un simple triunfo y puede valer su peso en oro en el futuro. Porque, en el 92,31% de los casos, hubiese sido ya campeón en cualquiera de las finales que tuvo lugar durante el último cuarto de siglo. Una estadística de lo más alentadora que, a la postre, puede acabar en la papelera si el todopoderoso Barcelona impone la lógica y acaba haciendo gala de su mayor amalgama de recursos.

El cuadro adiestrado por Xavi Pascual, capacitado para cualquier reto que se le ponga por delante, tiene ante sí un desafío de enorme complejidad. Sólo en dos ocasiones, el perdedor del partido inaugural ha sido capaz de sobreponerse al revolcón y dar un giro a la eliminatoria. Lo consiguió en primera instancia el Real Madrid en la lejana temporada 84-85 ante el Joventut -la final se disputaba por entonces al mejor de tres- antes de que el Barcelona hiciese lo propio en la 94-95, dejando con la miel en los labios al Unicaja que desperdició un triple ganador en las manos de Ansley para tocar el cielo.

Para que inunde un poco más el optimismo y el Barcelona vea la remontada como un objetivo casi imposible, sólo queda echar un vistazo al desarrollo de las últimas catorce finales ligueras. En todas ellas, el ganador del primer duelo se convirtió, a la postre, en el futuro campeón. El Caja Laboral experimentó esa sensación tanto en los títulos conquistados en el año 2002 y 2008, así como en las finales perdidas en 1998, 2005, 2006 y 2009.

En contra de los intereses vitorianos, eso sí, juega lo sucedido en el cruce previo a la Final Four de la pasada edición de la Euroliga. Tras salir indemne del primer combate celebrado en el Palau, no pudo celebrar su pase a la reunión más elitista del Viejo Continente. El equipo de, entre otros, Prigioni, Rakocevic, Mickeal y Splitter no extrajo petróleo de su inmejorable comienzo de eliminatoria y sucumbió en el quinto partido de desempate celebrado en el Palau. En esta ocasión, podrá desquitarse y firmar un éxito, a todas luces, histórico.