Dicen los descreídos que las estadísticas, siempre orientativas, están para romperse. Puede que así sea, y más este Barcelona de los récords que capitanea el discreto Xavi Pascual. Sin embargo, son varios los datos a los que los aficionados del Caja Laboral pueden asirse para afrontar con un cierto grado de ilusión la final que todo el mundo da por resuelta antes de lanzar el balón del primer round al aire.
Dejando de lado los registros del equipo catalán en la presente temporada, que suponen una losa descorazonadora en este análisis de esperanza, lo cierto es que el Caja Laboral se yergue orgulloso en el horizonte blaugrana como el único equipo de la historia que mantiene un balance positivo frente al todopoderoso combinado culé en las citas de play off. El de mañana se convertirá en el trigésimo enfrentamiento entre barceloneses y vitorianos en una eliminatoria por el título. Hasta ahora, el Baskonia ha logrado imponerse en 17 de los 29 choques previos. Ni siquiera el Real Madrid, el club más laureado de la competición doméstica, ha sido capaz de obtener un registro beneficioso en este apartado, dado que sus 50 duelos se han repartido equitativamente (25 victorias y 25 derrotas para cada uno).
Aunque éste resulta un argumento de peso para, cuando menos, devolver cierto grado de optimismo a los incondicionales baskonistas, no es el único. Porque en la historia reciente aparecen otros apartados estadísticos que convierten en probable lo que muchos se esfuerzan en tildar de imposible. No puede obviarse el dato que indica que el Barcelona ha alcanzado la última ronda de los play off sin ceder una sola derrota en su feudo. Y eso, teniendo en cuenta que afronta la final con el factor cancha de su lado, podría interpretarse como una razón irrefutable para tirar la toalla antes del combate. Pero el Baskonia ya ha demostrado en anteriores ocasiones que puede superar ése y otros retos más complicados.
desapego al factor cancha Y es que la historia, que recoge verdades, habla bien a las claras del poco apego que el equipo gasteiztarra le tiene a ese supuesto beneficio que supone disputar más partidos en el pabellón propio. Así lo demostró en las dos ocasiones en las que se hizo con el título ACB. Tanto en la temporada 2001-2002, frente a Unicaja, como hace dos años ante el propio Barça, el equipo adiestrado por Ivanovic y luego por Spahija supo sortear la desventaja de campo para acabar haciéndose con el trofeo de campeón. En ambas ocasiones consumó el golpe de estado por la vía rápida, con sendos 0-3 que sacaron a relucir el carácter esencial de una entidad que pretende sacar la casta para, por lo menos, discutir ese evidente favoritismo que apostantes y expertos le conceden al Barça.
Porque, aunque es cierto que el equipo de Xavi Pascual ha llegado a la final sin despeinarse, con su casillero de derrotas inmaculado, existe otro dato que invita a recelar sobre el efecto que este paseo militar puede tener en el favorito: en tres de los cuatro precedentes en los que uno de los finalistas llegaba invicto y el otro había cedido dos derrotas en la semifinal el triunfo recayó en el equipo que había perdido dos encuentros en la penúltima ronda del play off.