manuel Pellegrini, su homólogo en el banquillo futbolero, mataría por contar con la misma confianza de la que goza Ettore Messina en las oficinas del Santiago Bernabéu. Los dos sufren desde el arranque de temporada la supremacía del Barcelona, pero mientras el primero siente la amenaza de la guillotina a pesar de estar a un solo punto del conjunto de Pep Guardiola, el preparador siciliano cuenta con un salvoconducto permanente. Bien sea por el halo casi mesiánico con el que aterrizó en Madrid tras su exitoso periplo en el CSKA, o por su perfil elegante y con gran capacidad de oratoria que tanto gusta a Florentino Pérez, lo cierto es que Messina ha dispuesto esta campaña de un cheque en blanco para hacer y deshacer a su gusto en la sección de baloncesto. Ésa en la que no se sabe muy bien quién pinta menos entre Antonio Maceiras, Alberto Herreros o el propio Jorge Valdano.
Durante el verano, el cuadro merengue revolucionó el mercado nacional con la contratación de ocho jugadores de alto nivel: Lavrinovic, Prigioni, Kaukenas, Garbajosa, Vidal, Velickovic, Hansen y Dasic. Un dato resulta tan curioso como estremecedor. Para evitar sufrir un overbooking en el vestuario, el Real Madrid se gastó la friolera de 4,5 millones de euros en los finiquitos de los jugadores con los que no contaba. Más que el presupuesto de siete equipos de la ACB.
Pero no era suficiente. A mitad de temporada, el Barcelona dominaba todas las competiciones mientras el equipo madrileño generaba más y más dudas, así que ni cortos ni perezosos optaron por echar mano al bolsillo y reforzarse con dos estrellas, una llegada directamente de la NBA (Marko Jaric) y otra convertida desde hacía tiempo en el objeto de deseo de media Europa -entre ellos el Baskonia, que lo veía como sustituto perfecto de Tiago Splitter-, el pívot Ante Tomic. El interior croata, un auténtico prodigio bajo los aros que se ganó las comparaciones con Pau Gasol desde sus primeros partidos en la ACB, se ha transformado en apenas unos meses en uno de los grandes pilares madridistas. De hecho, de las manos de Tomic surgió el único soplo de esperanza para los blancos en su eterno enfrentamiento con la escuadra culé, cuando deslumbró con 22 puntos en el triunfo del Madrid en el Palau durante los play off de la Euroliga, aunque después su equipo se diluyera en Vistalegre y dejara escapar su enésima oportunidad de entrar en la Final Four.
Por su parte, Marko Jaric tampoco necesitó un largo periodo de adaptación a las filas de Messina, y un mes después de engordar la plantilla madridista se destapó con una excelsa actuación en los cuartos de final de la Copa del Rey ante el Joventut (26 puntos y 34 de valoración para el serbio). El último capricho del entrenador transalpino se transformó en un nuevo fichaje hace sólo quince días. Morris Almond, alero norteamericano sin ninguna experiencia previa en Europa, se ha convertido en una de las sorpresas del tramo final de la fase regular con apenas un par de partidos. Su potencia física, unida a un apreciable sacrificio defensivo y una notable capacidad anotadora han dado la razón una vez más a Messina, que insistió en su llegada en detrimento de un Kaukenas que tiene los días contados. Y es que todo es poco para que el cuadro madrileño logre acabar por fin con su obsesión teñida de blaugrana.