Pocas temporadas se ha vivido algo así a lo largo de la historia. Esa especie de maldición que acecha el Buesa Arena en forma de lesiones no desaparece en ningún momento y amenaza con no dejar títere con cabeza. Salvo Teletovic, Ribas y San Emeterio, los únicos integrantes azulgranas a salvo de esta desgraciada espiral de acontecimientos, el vestuario del Caja Laboral parece haber sido atacado por un brujo malvado. Ni el peor de sus enemigos podía haberle deparado a Dusko Ivanovic un año tan aciago a la hora de contar con sus elementos sanos.

El técnico montenegrino, que ha debido convivir durante los tramos más críticos de esta campaña sin el concurso de sus piezas más importantes, afrontó la cita de ayer ante el Manresa en precario. Con sólo ocho jugadores, más la simbólica presencia del vitoriano Martín Buesa, que a la postre protagonizó su debut liguero, debía sortear otro peligroso obstáculo en la carrera por la segunda plaza. Y lo consiguió, como otras muchas veces en el pasado.

A la consabida baja de Eliyahu, aquejado de una pubalgia desde hace tres meses, se sumaron las de Barac y, de manera inesperada, Singletary y Splitter. El pívot croata volvió a sentir en el entrenamiento del sábado unas molestias en la espalda que desaconsejaron su participación. El base estadounidense se vio incapacitado para vestirse de corto por un problema en la rodilla, mientras que al interior brasileño le sucedió lo propio por una lumbalgia. El panorama parecía desolador, especialmente por la orfandad de efectivos en una pintura casi desértica.

A la hora de la verdad, el Baskonia apenas sufrió los rigores de tanta baja. En un año muy difícil no sólo por la perdida de jugadores clave en momentos decisivos sino también por las astronómicas inversiones del Barcelona y del Real Madrid, el equipo vitoriano empieza a forjar un instinto de supervivencia que le convertirá en un rival temible cuando se inicie la pelea por el título. Con la plantilla al completo en contadas ocasiones desde el arranque del ejercicio, ha conseguido aguantar de manera notable el tirón en el torneo doméstico, alcanzar la semifinal copera y quedarse a las puertas de la Final Four de París.

A base de sufrir tantos golpes, se ha hecho fuerte en la adversidad. Puede que no sea suficiente para desbancar a los dos mastodontes futbolísticos, pero constituye un buen indicio para proclamar a los cuatro vientos que este colectivo continúa vivo, conserva carácter y quiere entregar hasta la última gota de sudor en pos del tercer entorchado liguero de la historia.

Frente a los manresanos, el Caja Laboral contrarrestó las bajas a base de un notable compromiso colectivo. Varios jugadores como Teletovic y Herrmann, prácticamente sin recambio, se vieron saturados de minutos y no recibieron ningún descanso en la segunda parte. Al cometer su tercera falta en el segundo cuarto, un gris Golubovic desapareció del mapa y se convirtió en un espectador de lujo.

Sin Splitter, su jugador franquicia y un permanente desestabilizador de las defensas contrarias, Ivanovic apostó en todo momento por dos cuatros abiertos. Ponsarnau no fue capaz de neutralizar la estrategia azulgrana pese a sus diferentes planteamientos zonales. Teletovic, autor de 31 puntos con excelentes porcentajes, fue un constante martillo pilón para los catalanes, tanto desde fuera como dentro, donde se prodigó a la hora de hacer mates. Por su parte, la movilidad y el trabajo de brega de Herrmann le permitieron ser la pareja perfecta del bosnio. Un voto de confianza para un jugador que hasta ahora no ha respondido a las elevadas expectativas del club.