coincidiendo con el final de la década de los años 80 y la reconversión del club en Sociedad Anónima Deportiva tras la llegada a la presidencia de un ex jugador como Josean Querejeta, un equipo casi de andar por casa y al que muchos ni siquiera conocían como el entonces modestísimo Caja de Álava necesitaba un impulso que sustentase su crecimiento.
El coqueto y vetusto polideportivo de Mendizorroza, el mismo con apenas espacio para únicamente 3.500 almas, cuyo clima resultaba de lo más especial merced al inconfundible aroma a puro y donde tanto Real Madrid como Barcelona se paseaban como Pedro por su casa, se quedaba pequeño para satisfacer las ambiciosas pretensiones de un presidente con las miras muy altas y que había trazado un plan estratégico para de ahí a unos cuantos años discutir la supremacía de los grandes colosos continentales.
En la actualidad, casi en vísperas de acoger una costosa reforma cifrada en 29 millones de euros que elevará su aforo hasta los 15.057 asientos y conllevará la desaparición de su mayor símbolo a lo largo de sus años de vida como la cúpula, la casa del Baskonia -principal usuario de una propiedad foral- es un ejemplo de modernidad. En espera de que la Euroliga conceda a la capital alavesa la organización de una Final Four, la única asignatura pendiente, ha quemado multitud de etapas hasta convertirse en uno de los más sofisticados de Europa. El imparable crecimiento azulgrana durante este tiempo no se habría entendido sin el respaldo de una afición fiel como pocas y, sobre todo, el amplio consenso político para propiciar el trasvase de la antigua plaza del ganado hacia la actual joya de la corona que es el Fernando Buesa Arena y, con posterioridad, sus sucesivas remodelaciones.
Sin embargo, para que el majestuoso recinto vitoriano, el segundo más amplio de España una vez finalice a finales del curso 2012-13 su enésima reforma, presente su fascinante fisonomía actual, el camino ha resultado laborioso y salpicado de dificultades. Los rifirrafes políticos, habituales en la vida cotidiana en materias de cualquier índole, han quedado casi siempre de lado a la hora de abordar la ampliación del aforo del pabellón baskonista. Un detalle que ilustra el poder de convicción de Querejeta, un mandatario recto, íntegro, profesional y que acaba haciendo realidad la mayor parte de sus pretensiones en la vida.
las dudas del inicio El fervor por el antiguo TAU fue creciendo a medida que el club era capaz de reclutar a un buen puñado de legendarios nombres (Pablo Laso, Arlauckas, Chicho Sibilio, Nicola, Rivas...). Querejeta se cargó así de razones ante la clase política para fundamentar su petición de contar con un recinto acorde a las necesidades de una entidad en constante progresión. Edificado sobre la antigua plaza del ganado Zurbano, el lugar finalmente escogido después de que se barajara la opción de cubrir la antigua plaza de toros o incluso el Centro Cívico Europa, el Pabellón Araba constituyó su primera denominación.
La Diputación Foral de Álava, a través del histórico dirigente socialista, Fernando Buesa, dio luz verde a su aprobación final en junio de 1990. 500 millones de las antiguas pesetas tuvieron la culpa. El recinto de Zurbano empezaba a coger la forma de un auténtico palacio de deportes que no sólo albergara los partidos oficiales del Baskonia sino también otra serie de eventos. Brotaba ya una infraestructura que también reportaría interesantes dividendos a la ciudad al erigirse en un motor económico y dinamizador.
Por entonces, la ACB instaba a todos sus miembros a que los pabellones acogieran, como mínimo, 5.000 butacas. El del Baskonia dispuso de un primer aforo ligeramente superior. En concreto, para 400 personas más. Así, el lejano 15 de septiembre de 1990, con el Atlético Madrid como rival, el Pabellón Araba recibió su bautismo. Los cimientos ya estaban puestos. El baloncesto empezaba a calar fondo en un público entendido que nunca abandonaba a su equipo.
Ni los propios dirigentes azulgranas sospechaban por entonces que ocho años más tarde sería necesaria una sofisticada y compleja reforma que llamó la atención de numerosos curiosos. En verano de 1998, la cúpula del recinto se elevó hasta los 19 metros. El despegue del techo, cuyo peso ascendía a 360 toneladas, se prolongó por espacio de seis horas. Meses más tarde, coincidiendo con la llegada del Barcelona en la duodécima jornada liguera prevista el 22 de diciembre, 9.200 espectadores se dieron cita en Zurbano.
Sin embargo, la principal fecha asociada al recinto vitoriano es la del 22 de febrero de 2000. Aquella jornada de infausto recuerdo, ETA sesgaba mediante un coche bomba la vida de Fernando Buesa y su escolta, la figura que había alumbrado con mayúsculas su creación. En homenaje a sus horas de trabajo y su vena baskonista, el Pabellón Araba pasó a recibir la denominación del político socialista.
Durante esta década, la pista del Caja Laboral ha sido designada para acoger tres fases finales de la Copa del Rey (2000, 2002 y 2008). En breve también será testigo de la Final a Cuatro de la Eurocup, la segunda competición continental en importancia y de un torneo internacional con España como principal reclamo. Quizá, los pasos previos a una futura Final Four de la Euroliga, cuyos dirigentes se resisten a escoger Vitoria, en parte por otras limitaciones como la escasa oferta hotelera de la ciudad.
adiós a la cúpula El nuevo estirón hacia las actuales 9.700 localidades, la última pequeña reforma acometida por la Diputación, tuvo lugar en verano de 2007. Los arquitectos encargados de la obra aconsejaron para ello bajar varios metros la pista y sumar varias filas en los laterales inferiores. Con el paso de los años, ante los continuos éxitos de un Baskonia en la primera línea internacional, el fervor se ha desatado un poco más entre los aficionados. Con independencia del rival de turno, los llenos han sido una constante hasta persuadir a los dirigentes sobre la idoneidad de ampliar el recinto en más de 5.000 asientos. Según el primer anteproyecto elaborado por el equipo de arquitectos forales, revelado el pasado jueves en exclusiva por DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA, la principal novedad vendrá dada de la eliminación de la cúpula, que lucirá a partir de ahora como signo de la ciudad.
Si bien la obra definitiva es susceptible todavía de sufrir algún cambio de última hora, las líneas maestras están más que definidas. Al igual que ocurrió con la primera gran remodelación, la cubierta deberá elevarse alrededor de once metros. El crecimiento a lo ancho, por último, se impulsará gracias a la colocación de doce grandes gajos. A pie de pista, se apostaría por unas gradas retráctiles con el fin de revitalizar el espíritu multiusos del recinto.
Está previsto que las obras se acometan en primera instancia en el exterior para acondicionar el parking, mejorar el acceso al pabellón y evitar así molestias a los aficionados en el transcurso de los partidos. Si no hay retrasos, se prolongarán por espacio de tres años. Una tensa espera para la que la Diputación ya ha iniciado su cuenta atrás colocando las bases de una faraónica obra que hará del Caja Laboral un club más envidiado.