La reciente Copa del Rey ha originado una herida de consecuencias imprevisibles. Sólo el paso del tiempo dictaminará hasta qué punto acusa el Caja Laboral una estocada tan profunda como la que le aplicó el viernes el Real Madrid. Siendo una obviedad que el conjunto de Ivanovic se halla al menos un escalón por debajo de los dos grandes, la durísima forma escogida para languidecer, la paupérrima imagen ofrecida con sólo 50 puntos en el casillero y la alarmante sensación de inferioridad abren numerosas incógnitas de cara al futuro.
Porque si había un torneo donde estaban depositadas todas las esperanzas para hacer algo grande era precisamente la Copa. A un solo partido, nadie podía menoscabar las opciones azulgranas de dar la sorpresa y discutir la supremacía tanto culé como madridista. Ni la ACB ni la Euroliga, inundadas de plantillas más solventes que la alavesa y convertidas en una carrera de fondo, parecen hechas a la medida de este Baskonia malherido por la ausencia de su piedra angular (Tiago Splitter) y el catatónico estado de forma de algunas piezas en pleno proceso de aclimatación a los esquemas de Dusko Ivanovic.
El técnico montenegrino debe buscar un urgente lavado de cara a un equipo lastrado por las ostensibles diferencias entre algunos titulares con mayúsculas y suplentes anclados en la mediocridad. La solidez de San Emeterio y Splitter, secundada por la inercia tiradora de English y Teletovic, sostienen a duras penas el edificio baskonista, que se desploma sin remisión en cuanto enfrente aparece algún conjunto de mayor pedigrí.
La preocupante falta de liderazgo en el puesto de base representa el primer quebradero de cabeza a resolver. Marcelinho, Ribas y Singletary se hallan lejos de las expectativas iniciales. Su rendimiento en las citas de alto calado no satisface a nadie. El propio Ivanovic tampoco está contribuyendo a definir el rol de cada uno con un constante baile de nombres en el cinco titular que no hace sino alimentar la confusión y refrendar una obviedad: la sombra de Prigioni continúa siendo muy alargada. Ninguno se siente titular de pleno derecho y de ahí viene originada su escasa confianza para dirigir correctamente la orquesta.
el peaje de las lesiones En el perímetro, la lentísima puesta a punto de Oleson y Herrmann tampoco dota de alternativas a un ataque previsible. Ambos exteriores estaban predestinados a ser el escolta y el alero titulares del nuevo proyecto, pero de momento son simples sombras de lo que han sido en otros lugares. Huérfanas de ritmo competitivo, buscando todavía su sitio en el equipo y con un protagonismo residual, sólo queda apelar a la paciencia para que poco a poco sean unas piezas mucho más útiles.
El de Alaska debía erigirse en ese anotador compulsivo que destrozase las defensas contrarias, mientras que el argentino fue reclutado para aportar otros intangibles en un puesto -el de tres alto- casi en vías de extinción hoy en día. Su vuelta sigue sin suponer ese anhelado salto de calidad que precisaba el Caja Laboral para competir de tú a tú contra los clubes europeos más opulentos.
La ultradependencia hacia Splitter, ahora fuera de la circulación, tampoco resulta un aspecto noticioso en el juego interior. La presencia del brasileño, un permanente foco de peligro, otorga más libertad a los tiradores -especialmente Teletovic- y obliga a las defensas rivales a cerrarse. Barac ha dado un paso adelante en el presente curso, mostrando progresos en facetas donde parecía estancando. En el caso de Eliyahu, su rendimiento no se corresponde con la fuerte apuesta hecha en su día por el club. Entre sus problemas físicos en el pubis y sus lagunas defensivas, Ivanovic no puede sacar el máximo jugo al cuatro procedente del Maccabi. En definitiva, muchos agujeros que tapar para acabar con buena nota una temporada donde ya se han escapado dos títulos y se agoniza en otro más.