Vitoria. Son dos tipos diferentes, especiales, únicos, capaces de variar el rumbo de un partido con la genialidad reservada a unos pocos. Ricky Rubio, eterno adolescente, descarado, diferente, y Juan Carlos Navarro, tan osado como imprevisible, han contagiado con su genialidad a un equipo al que los expertos, las casas de apuestas y la lógica señalan como principal favorito para hacerse con un torneo que, por suerte para los aficionados, se ríe de los visionarios.

El base del Masnou, que sin alcanzar la veintena ya se ha convertido en uno de los directores de orquesta más deseados del planeta, y el escolta de Sant Feliu, quizá el jugador más desequilibrante a este lado del charco, cargarán sobre sus espaldas con la responsabilidad de hacer que se cumplan los pronósticos. Porque al Barça de Ricky y Navarro sólo le vale ganar, sumar el segundo título de una temporada en la que aspiran a alzarse con todos los títulos en juego. Y eso, en la Copa, pesa. A veces demasiado.

Hoy se estrenarán, en el segundo duelo de los cuartos de final de la Copa del Rey que arranca en el Bizkaia Arena, frente a un rival al que todo el mundo ha dispensado compasión desde que se celebró el esperpéntico sorteo digital del Guggenheim. El Cajasol de Joan Plaza se presentará a la cita con piel de cordero, pero también con la segunda mejor defensa de la ACB -la mejor es la del Barça- y un bagaje loable tras haber mantenido una sólida trayectoria que lo ha colocado en la quinta plaza de la liga.

El técnico del combinado hispalense tiene claro que el Barça es mucho más que sus dos pequeños malabaristas, porque lo es, pero también sabe que de la capacidad de sus pupilos para cortocircuitar a estos dos jugadores pueden depender en gran medida sus a priori escasas opciones de victoria. Ellis, Calloway y Miso deberán batirse el cobre con dos tipos que pueden convertir cualquier partido en una pesadilla para sus pares. Si lo consiguen, si oscurecen su incidencia en el juego, quizá se rompan los pronósticos y el choque ingrese en las lindes que le interesan a Plaza, se mueva en unos guarismos al alcance de los equipos terrenales.

La última vez que ambos conjuntos se vieron las caras, al antiguo entrenador del Madrid, que mantiene una relación bastante tormentosa con la Copa, casi le sale la jugada. El resultado final (76-67) resulta incluso engañoso si se tiene en cuenta que su equipo llegó a remontar una desventaja de 17 puntos para ingresar con opciones de victoria en el último cuarto y que sujetó bastante bien a los dos tobillos sobre los que descansa su descomunal peso el gigante blaugrana. El problema es que entonces salió a relucir el interminable fondo de armario de un equipo que cuenta con otros muchos argumentos para superar al rival de turno, sea cual sea el partido que se le plantee.

Batalla interior Los dignos postes del Cajasol, el eternamente esperado Triguero, el solvente Savanovic y el ex CSKA Radenovic tampoco lo tendrán mucho más sencillo para contener la sangría en la pintura. Fran Vázquez, NDong, el elegante Lorbek, el versátil Morris e incluso el infrautilizado Trías -que con Ivanovic se alzó con el MVP de la Copa que el Barça ganó en 2007- garantizan infinitas variables para ofrecer alternativas a su técnico cuando la cosa no funciona. Y si todas estas vías resultan obstruidas, ahí tiene Pascual, que dispone de la posibilidad de acompañar a Ivanovic como el único entrenador que ha ganado los tres títulos estatales (ACB, Supercopa y Copa), a un Grimau que alcanza la cita en estado de gracia o a sus dos mejores francotiradores, Lakovic y Basile, que si tienen el día pueden zanjar un partido en cuestión de minutos.

Plaza, pese a todo, disparará a los tobillos, como hizo en el duelo liguero del Palau, y rezará para que se produzca una extraña conjunción planetaria y al Barça no le salga nada a derechas. Ricky y Navarro, entretanto, tratarán de volver a divertirse, para divertir al resto y sumar un título que el Barça, en este siglo, sólo ganaba en años impares (2001, 2003 y 2005).