Vitoria. La infausta velada en la que el aro se hizo más diminuto que nunca y los excelsos tiradores baskonistas vivieron un calvario sin precedentes, alumbró la versión más vulgar de un desbordado Caja Laboral. Esa alarmante miopía para anotar desde el perímetro convirtió a la desquiciada tropa alavesa en una presa demasiado fácil. Por contra, el Khimki exhibió oficio, personalidad y una tranquilidad pasmosa bajo la mágica batuta de Raúl López, auténtico sheriff de un encuentro sin historia donde el rocoso cuadro ruso fue superior de principio a fin. Como consecuencia de esta puñalada para la autoestima, el Baskonia se queda herido de muerte en esta Euroliga. Porque no sólo cosechó un nuevo tropiezo como local que cuesta horrores enmendar, sino que la contundencia del varapalo 11 puntos de diferencia supedita la clasificación para los cuartos de final a prácticamente un milagro. En la segunda vuelta de esta liguilla, deberá salir indemne de las peliagudas visitas a Moscú y Atenas para seguir vivo en un Top 16 donde sus opciones de éxito se antojan remotas. El conjunto vitoriano quedó atrapado en una tela de araña, tejida magistralmente por Scariolo, de la que fue incapaz de escabullirse. El descontrol generalizado, la falta de un patrón de garantías, la defensa de plastilina y, sobre todo, el aciago día de los tiradores, estrellados una y otra vez ante un aro del que salieron rebotados lanzamientos de cualquier índole, acabaron pasando una factura terrible. En definitiva, un monumento a la impotencia. Tampoco constituyó un halo de luz el hecho de que Ivanovic, por primera vez durante esta temporada, dispusiera de su plantel al completo. Tras jugar toda la semana al gato y al ratón, Splitter realizó un supremo esfuerzo para vestirse de corto. Igual que Barac, Oleson, Herrmann... e incluso Singletary, al que el montenegrino intentó con nulo éxito conceder un papel de salvador mediado el tercer cuarto. Con 12 piezas para efectuar todas las rotaciones del mundo e innovar quintetos de toda clase, nada resultó válido para salir del atolladero. Porque el Buesa Arena asistió a un combate desigual entre un anfitrión desquiciado y siempre a remolque contra un forastero dotado de respuestas para todo y que se sobrepuso a las faltas de sus torres. Mientras el Caja Laboral se perdió en su propia ansiedad, recurrió a fogonazos individuales y desplegó un juego por momentos alocado, el Khimki mantuvo una regularidad asombrosa y nunca sufrió un desmayo. Sostenido por un inconmensurable Raúl López, el instinto asesino del nacionalizado McCarty y la torpeza azulgrana para cerrar el rebote defensivo en las últimas posesiones, frenó con sapiencia las tímidas acometidas locales para recortar la desventaja. bajo mínimos Otra caótica puesta en escena obligó a tirar de épica y firmar una nueva remontada. Igual que ocurriera en Zagreb hace una semana, el Baskonia adoleció de fluidez y halló múltiples problemas para desarrollar su juego. Scariolo, un consumado estratega, le tendió numerosas trampas hasta sumergirle en un callejón oscuro. Salvo un entonado Eliyahu, el único clavo ardiendo al que se agarró Ivanovic para mantener vivas las opciones, casi nada funcionó en las filas alaveses. Ribas y Huertas, incapaces de aportar pausa, naufragaron a la hora de controlar el tempo, los tiradores se sumergieron en una incesante espiral de errores ese demoledor 3 de 20 en triples arruinó todos los intentos de remontada y ni siquiera la inesperada reaparición de Splitter permitió encontrar una vía de agua en un sólido cuadro ruso donde Raúl López impartió un excepcional curso de dirección. La tempranera técnica a San Emeterio, únicamente achacable a la impotencia, empezó a destapar las débiles costuras azulgranas. El cántabro, víctima del huracán McCarty, lanzó un balonazo al aire tras cometer una falta de ataque. Las constantes vitales flaqueaban. El corazón respondía, no así la cabeza. El último arreón (67-72) resultó estéril. Tres rebotes ofensivos de los rusos abortaron las últimas esperanzas entre la desesperación de un Buesa Arena que asiste ya a los últimos coletazos en esta Euroliga. Si nada lo remedia, la visita de la Cibona supondrá un prematuro adiós.