El sueño continúa vivo. Se tambaleó ayer más que nunca el Caja Laboral en Zagreb, donde estuvo a punto de quedarse contra las cuerdas en este Top 16 salpicado de piedras envenenadas. Con la friolera de 17 puntos abajo (33-16), un equipo huérfano de centímetros que malvivía en la pelea por el rebote y un anfitrión en estado de gracia, pudo obrar una remontada para el recuerdo. A base de toneladas de casta, el pundonor de las grandes ocasiones y la providencial irrupción del mejor Lior Eliyahu en muchos meses, arrancó una victoria de un valor incalculable. Oro puro para que la espada de Dámocles pase de largo en espera de la inminente doble confrontación ante el Khimki de otro conocido. El finísimo hilo del que pendía la supervivencia continental amenazó con romperse en varias ocasiones. En la pista de la cenicienta del grupo, donde sólo se podía sumar por lo civil o por lo criminal para enmendar el tropiezo inicial ante el Olympiacos y no quedarse al borde de la prematura defunción continental, el Baskonia jugó con fuego y sufrió como un perro. Se condenó a una reacción con tintes dramáticos. Con el añadido de la sensible ausencia de sus dos vigas interiores, a quienes añoró de una manera atroz pero que al menos permitieron atisbar la mejor versión de uno de los fichajes estrella para este ejercicio. El 75-78 definitivo, sellado de manera agónica en uno de los míticos santuarios europeos, supuso la reivindicación de Eliyahu. Carcomido hasta ahora por sus problemas físicos y una alarmante falta de confianza, el cuatro israelí edificó la espectacular voltereta baskonista. Compitió por sí solo contra los interiores croatas, se erigió en la única opción reboteadora de garantías y aglutinó la responsabilidad en los momentos críticos. Incluso se permitió el lujo de asegurar el éxito con esa canasta sobre la bocina que premió su fantástica labor. Los estados de ánimo mutaron en cada posesión. El triple de Teletovic y dos tiros libres de English acercan sobremanera la meta (73-76). No estaba el guión escrito. Tomas da la réplica (75-76) y Ribas añade picante al asunto con una pérdida clamorosa tras saque de fondo que desemboca en una lucha. Balón para el Cibona a 20 segundos del epílogo. Las uñas en carne viva. La gloria o la miseria en una defensa. Tres jugadores locales se estrellan contra el aro. Tras una pelea titánica, el balón sale escupido hacia English, que corre raudo hacia el aro rival. No encuentra el aro ante la intimidación croata. Providencial rebote para Eliyahu, que sigue la jugada. Canasta y puntilla para el anfitrión. Respiro de alivio. El Drazen Petrovic, convertido en un velatorio. enemigos inesperados Así languideció un choque taquicárdico en el que el cuadro vitoriano encarnó al doctor Jekyll y Mister Hyde. Tras encadenar trece caóticos minutos iniciales, emergió con una fuerza inusitada para reinstaurar el orden y hallar antídotos para la multitud de problemas que padeció. Entre las alarmantes carencias reboteadoras, el insultante poderío de Andric en la zona, la clase del elegante Tomas y la exasperante tibieza de los bases para contener la hemorragia abierta por el fornido Gordon muy individualista y sólo en busca del bien personal, la victoria quedó supeditada a un pequeño milagro. En un día idóneo para que todos remaran hacia el mismo sitio, en parte por la ausencia del buque insignia en la pintura, Ivanovic también halló dos rémoras con las que nadie contaba. Dean y Singletary lo suyo ya pasa de castaño oscuro se convirtieron en dos aliados locales con los que nadie contaba. Cuatro y dos minutos respectivamente para dos extranjeros que, de manera inexplicable, habitan en el Buesa Arena. Contra viento y marea, resurgió el carácter baskonista. Tras el descanso, llegaron los brotes de esperanza. Huertas atinó por fin con la tecla adecuada en la dirección, English y Teletovic entraron en vena con sus típicas oledas triplistas y Eliyahu se agigantó con canastas de todos los colores. El oficio azulgrana se impuso finalmente a la inocencia balcánica, encarnada en el escaso protagonismo de Andric una pesadilla para el bosnio en los compases finales. El bombardeo exterior no hizo sino beneficiar los intereses de un Baskonia que salvó un match ball y recibe un balón de oxígeno. Ante el españolizado Khimki, su devenir en esta Euroliga quedará fijado.
Las claves