Vitoria. El visitante más endeble de la Liga ACB abandonó el Buesa Arena como se presuponía. Con una previsible derrota que, en el caso del Baskonia, dejó tantas luces como sombras. La tropa de Ivanovic ha patentado un guión para solventar esta clase de trámites que implican un mínimo esfuerzo. Sesteo absoluto y una actitud conservadora durante unos aletargados primeros cuartos para dar paso a un acelerón brutal mediado el tercer acto que destapa la sideral distancia entre un aspirante al entorchado liguero y un candidato al descenso.
Tampoco se encuentra ahora un grupo disminuido y cosido con alfileres para excesivos alardes. Con la enfermería a rebosar (Oleson y Barac), otras piezas entre algodones (Herrmann, Eliyahu y, desde ayer, Splitter) y un misterioso expediente X (Singletary) ayer cero minutos sobre cuyo futuro se ciernen peligrosos nubarrones, los méritos azulgranas fueron evidentes. En uno de esos duelos que Ivanovic detesta de su credo baloncestístico, presidido por el incesante aluvión triplista en ambos bandos y el constante intercambio de canastas, el Caja Laboral volvió a hacer lo justito para despachar a un inoperante forastero. La visita alicantina sirvió para rodar a algunas piezas muy necesitadas de minutos y, al mismo tiempo, asistir al enésimo sobresalto en forma de lesión, esta vez encarnado en el buque insignia. A las puertas de la trascendental visita a Zagreb, sólo queda cruzar los dedos.
Al respetable del Buesa Arena se le volvió a encoger el corazón nada más presenciar cómo Splitter se retiraba con evidentes gestos de dolor al banquillo con su tobillo izquierdo lastimado tras una caída fortuita. El interior brasileño, con una bolsa de hielo en la articulación y ataviado con una sudadera, se ausentó durante casi toda la segunda parte, aunque este enorme socavón supuso, a la postre, una anécdota. A triple limpio, el arma más mortífera ante la ausencia de sus dos gigantes en la zona, solucionó el Caja Laboral la asequible papeleta de poner tierra de por medio. La irrupción de Teletovic, desquiciante hasta ese momento, apaciguó los ánimos de una grada que asistió a excesivas bajadas de tensión.
Con tres triples consecutivos marca de la casa, perfectamente secundado por Pau Ribas, el ala-pívot bosnio destrozó un partido que estaba transcurriendo por unos sorprendente parámetros de igualdad. demasiadas concesiones Tras el subidón de adrenalina experimentado ante el Olympiacos, el plantel alavés compareció en la pista demasiado laxo. Consciente de que, una vez más, abriría distancia sí o sí en cuanto se lo propusiera. Y así fue. Entre el sobrenatural acierto levantino desde el perímetro hasta el descanso y la falta de tensión generalizada, los guarismos ofensivos en contra se dispararon. Prueba de ello son las cuatro faltas totalizadas por los locales hasta el minuto 18.
De nuevo Splitter, que ayer salió a punto por minuto, sostenía el edificio con su colosal despliegue en la zona. Una simple zona 2-3 de Quintana, saldada con un parcial de 1-12, provocó un cortocircuito y redujo a la nada el primer intento de despegue (36-37). Hasta suplentes como Hill, Rejón o García vivían en un paraíso y extraían petróleo de la nula actividad vitoriana. Era una simple cuestión de tiempo y los acontecimientos posteriores se encargaron de plasmar la realidad. Ese ritmo monótono se vio alterado en cuanto los excelsos tiradores baskonistas pidieron la palabra. La fragilidad del Meridiano, ya sin Urtasun por una reacción alérgica, quedó patente cuando Ribas, Herrmann, English y, sobre todo, Teletovic desempolvaron su magia. Huérfano el Caja Laboral del faro brasileño, sin una referencia interior de peso a la que suministrar balones y con cinco hombres bien abiertos, se desencadenó el tiroteo exterior con el que el Baskonia es capaz de pintar la cara al rival más cualificado. Ya sea el peor visitante liguero o el mismísimo CSKA.
Cuatro minutos de desenfreno, salpicados de lanzamientos de todos los colores, sepultaron las remotas opciones levantinas y dieron paso a la riada de espectadores hacia el aparcamiento. El siguiente desafío, ante el Cibona, implicará un esfuerzo mayor.