Los New Jersey Nets, finalistas hace apenas seis años, por fin rompen su pésima racha con una victoria sobre Charlotte (97-91) tras completar el peor inicio de la historia con 18 derrotas consecutivas.

Josh Boone se lamenta. Foto: efe

LOS New Jersey Nets no podían caer más bajo. La franquicia de Meadowlands, al otro lado de los neones y del glamour de Nueva York, ha pasado en apenas seis años de jugar dos finales de la NBA consecutivas a convertirse en el equipo con el peor inicio de la historia: 18 derrotas consecutivas, hasta el hundimiento total. Los Miami Heat de 1998, en su primer año en la Liga, y Los Ángeles Clippers, en 1999, ostentaban hasta ahora el lamentable registro. "Todos queremos hacer historia, pero no de esta manera", admitió Devin Harris, la estrella All Star de los Nets, equipo que da la sensación de que puede empeorar aún más su nefasto inicio de campaña. Ayer, al menos, logró parar momentáneamente la jornada con una victoria sobre Charlotte Bobcats (97-91) en la decimonovena jornada de Liga.

Como un cruel guiño del destino, la 18ª derrota (101-117) había llegado ante los Dallas Mavericks de Jason Kidd, el base que condujo a New Jersey a sus más altas cotas. 49 puntos anotaron los texanos en el segundo cuarto ante un rival muy pobre, sin recursos, que incluso tendrá difícil superar los nueve triunfos que figuran como el peor balance histórico para toda una temporada: los Philadelphia Sixers de 1972-73. "No me ha dolido, pero deseo que estos chicos den la vuelta a la situación", comentó el director de juego de los Mavs.

La actual plantilla de los Nets es una de las más flojas de los últimos años en la NBA. Traspasado Vince Carter a Orlando Magic y con el chino Yi Jianlian lesionado y sin dar el paso adelante, sólo el citado Devin Harris y los jugadores de segundo año Brook López y Chris Douglas-Roberts aportan algo de calidad a un lamentable presente, que deja en manos de veteranos de vuelta de todo y especialistas defensivos la responsabilidad de llevar al equipo a las victorias. El problema es que, según este último, "da la sensación de que hemos bajado los brazos, de que ya no queremos luchar".

El Izod Center de East Rutherford está semivacío, poco más de 11.000 espectadores en el último partido para una capacidad de 20.000. Los Nets buscan la esperanza en el futuro traslado a Brooklyn y en el dinero del magnate ruso Michail Prokhorov. Con ambas cosas, la franquicia confía en abandonar el halo de malditismo que le acompaña, que ni siquiera las dos finales le hicieron quitarse de encima, y atraer algunos buenos agentes libres en el mercado del próximo verano. Hasta entonces, sólo les queda continuar la travesía del desierto.