VITORIA. Hace poco más de un año viajé a La Habana por motivos de trabajo. Allí se celebraba un congreso que conmemoraba el 80 aniversario del exilio republicano español en América Latina y el Caribe. Impartí una conferencia sobre Jesús Galíndez, abogado, escritor y miembro del PNV de origen alavés que, tras haberse exiliado a la República Dominicana en 1939, fue delegado del Gobierno Vasco en Santo Domingo y, más tarde, en Nueva York, donde desapareció y fue presuntamente asesinado por el dictador Rafael Leónidas Trujillo. A pesar de la relevancia que a partir de entonces adquirió como símbolo de la libertad vasca, Galíndez es un gran desconocido para la mayor parte de los alaveses.

En diversos momentos de asueto recorrí buena parte de la hermosa capital cubana. Obviamente, su catedral era una de las visitas obligadas. Cuál fue mi sorpresa cuando me topé en una de sus capillas con una pintura que evocaba a San Prudencio. Mi deformación profesional me llevó rápidamente a atar cabos: el alavés Juan José Díaz de Espada fue obispo de La Habana entre 1802 y 1832, además de uno de los artífices de la modernización en Cuba. Sin duda, fue Espada quien llevó a San Prudencio hasta el país caribeño. Fue él también quien, en 1806, encargó al arquitecto Justo Antonio de Olaguíbel la construcción de una casa en el pueblo de Armentia, levantada sobre el supuesto lugar de origen del patrón de Álava. San Prudencio: un precioso nexo de unión entre dos lugares del mundo tan distantes, Vitoria y La Habana.

Como docente, en muchas ocasiones reflexiono sobre cómo enseñamos la Historia a nuestros estudiantes: grandes acontecimientos, grandes personajes Y, sin embargo, me entristece esa falta de conocimientos sobre nuestra historia local, a pesar de estas bonitas conexiones que encontramos viajando. Rápidamente establecí el paralelismo, y caí en la cuenta de que al igual que sucede con Galíndez , a pesar de que todo el mundo disfruta de su fiesta, la vida de San Prudencio es desconocida para la mayor parte de los alaveses.

San Prudencio, el patrón de Álava, vivió en la alta Edad Media, aunque se desconoce en qué siglo transcurrió su existencia. La tradición dice que nació en la aldea de Armentia (perteneciente al término municipal de Vitoria), donde vivió hasta que, atraído por la fama de santidad de la que gozaba Saturio, marchó a vivir con él a Soria como anacoreta durante siete años. Más tarde se trasladó a Calahorra y a Tarazona, donde llegó a ser obispo. Además de adquirir fama por sus milagros, intervino en el restablecimiento de las relaciones entre el obispo y el clero de Osma y por ello es conocido como Ángel de la Paz. Tras fallecer, fue enterrado en una cueva del Monte Laturce (Clavijo, La Rioja), sobre la cual se construyó posteriormente un monasterio.

La celebración de San Prudencio en Álava data al menos de 1483, aunque la festividad ya figuraba en los calendarios mozárabes. En 1580, coincidiendo con la llegada a Vitoria de sus primeras reliquias, se fundó la Cofradía del Señor San Prudencio, actualmente denominada Cofradía Amigos de San Prudencio. Diez años más tarde se creó el colegio San Prudencio, desaparecido en 1780, que fue transformado sucesivamente en Casa de Misericordia y Hospicio. En la actualidad, acoge la residencia de ancianos San Prudencio. Desde 1887, la calle que lo albergaba se denomina calle del Colegio de San Prudencio. En 1644, Álava tomó a San Prudencio como su patrón y ya entonces comenzó a celebrarse su festividad el 28 de abril.

Tras la fundación en 1862 de la Diócesis de Vitoria que hasta 1950 aglutinó a las tres provincias vascas-, surgió el primer desencuentro entre Álava, por un lado, y Bizkaia y Gipuzkoa, por otro. La primera defendía que San Prudencio debía ser el patrón de la Diócesis, mientras las otras dos provincias proponían como patrono principal al guipuzcoano San Ignacio de Loyola.

Álava argumentó el derecho de antigüedad y el hecho de que Vitoria fuese la sede de la Diócesis; Gipuzkoa y Bizkaia defendieron su postura explicando que ambas acogían numéricamente más población. Finalmente, la Santa Sede designó copatronos de la Diócesis a San Prudencio y a San Ignacio el 21 de mayo de 1863.

El 28 de abril de 1940 se inauguró el monumento a San Prudencio, obra del escultor valenciano José Marín Bosque, en el último tramo del paseo que lleva el nombre del santo alavés y que une la zona de Mendizorroza con Armentia. Al parecer, esta avenida venía denominándose popularmente "de San Prudencio" desde 1925, aunque no fue hasta 1973 cuando el Ayuntamiento, "confirmando su uso popular", dio oficialmente este nombre a la vía que parte desde el final del paseo de Cervantes (junto a la fuente del Mineral) hasta el acceso a Armentia. Aquí destaca la basílica románica que fue colegiata hasta que esta se trasladó a Vitoria en el siglo XV. No obstante, no fue hasta 1979 cuando la basílica se dedicó a San Prudencio, pues durante mucho tiempo estuvo bajo la advocación de San Andrés.

En la década de 1970 la Diputación Foral de Álava concibió la festividad de San Prudencio tal y como la conocemos actualmente. Así, estando al frente de las instituciones provinciales personas provenientes del carlismo y de la tradición vasquista y foralista, se codificaron buena parte de las costumbres relacionadas con esta fiesta. Es el caso, del pregón, que pronuncia una personalidad alavesa, habitualmente procedente del mundo de la cultura o del deporte. El primero tuvo lugar en 1971 y desde entonces han sido pregoneros Venancio de Val, María Ángeles Cobas, Micaela Portilla o Sabin Salaberri, entre otros.

La víspera de San Prudencio comienza la fiesta con la retreta, cuyo origen es difuso: algunos eruditos locales la ubican en la Edad Media, otros en la época napoleónica. Al parecer, esta tradición está relacionada con la costumbre de que, en los días de fiesta, los pregoneros avisaban del cierre de las murallas, repitiendo los toques varias veces "porque la gente era remisa a volver a casa". Tras desaparecer la costumbre, fue recuperada en 1879 en el Ayuntamiento, e incluso se llegó a tocar en la plaza de Santa María, junto a la catedral, donde antiguamente se realizaba la procesión del patrón de Álava. En 1927 la retreta se tocó por vez primera en el Ayuntamiento y en la Diputación. Actualmente, los atabaleros y trompeteros de las dos instituciones dan comienzo a la fiesta, dando los toques de retreta desde las respectivas balconadas. Desde 1975, y tomando como referencia la de San Sebastián, a media noche tiene lugar la tamborrada, protagonizada por las sociedades gastronómicas que, partiendo desde la plaza de la Provincia, desfilan por el casco histórico. El erudito local José María Sedano explicaba que a los impulsores de esta nueva costumbre se les achacó haber copiado una tradición donostiarra, "pero razonaba, ¿por qué no imitar lo que es bueno?".

El día 28, la romería en honor del santo comienza con una misa celebrada por el obispo de la Diócesis en la basílica de San Prudencio, a la que asisten miembros de su Cofradía, las autoridades locales y provinciales y los alaveses que rinden homenaje a su patrón. Xabier Agirre (PNV) recuperó en 2009 la tradición, iniciada en la década de 1960 por Manuel Aranegui, de que el diputado general baile un aurresku tras la eucaristía. A su término, se disfruta del ambiente festivo en las campas de Armentia, en un día en el que tradicionalmente se comen caracoles y perretxikos. Ambos se han convertido en símbolos alaveses y han sido representados como tales en carteles, señalética y reclamos turísticos.

San Prudencio es, sin duda, uno de los símbolos más importantes del Territorio Histórico. Prueba de ello es el hecho de que el recientemente fallecido alpinista Alberto Zerain llevara hasta la cima del Everest una imagen del santo. En 1993, fue el primer alavés en lograr esa gesta, y tras su regreso, donó la pequeña talla de madera al santuario de la Virgen de Oro. El patrón de Álava ha dado nombre a un colegio ubicado en el barrio de Lakua. Una de las principales calles del centro de la ciudad se denomina San Prudencio desde 1880.

Así, no cabe duda de que San Prudencio es una de nuestras más importantes señas de identidad, una herencia cultural que debemos conservar y transmitir, tal y como hicieron nuestros antepasados. A mi juicio, independientemente de las creencias y el origen de cada persona, la celebración de su día debe ser motivo de alegría y unión. Incluso en La Habana sentí la cercanía de su fiesta.

Este artículo fue publicado el 27 de abril de 2019.