obierno Vasco, Gobierno de La Rioja, ayuntamientos de Labastida y de San Asensio, Anguciana, Rodezno, San Vicente de la Sonsierra y Haro y Diputación Foral de Álava colaborarán en el mes de noviembre en un acto de recuperación de la Memoria Histórica para honrar a un grupo de riojanos asesinados en la carretera de Laguardia, en el término de Labastida, donde permanecieron enterrados durante 40 años, hasta que fueron trasladados a un mausoleo en San Vicente de la Sonsierra.

Lo que ocurrió y cómo ocurrió y quiénes fueron sus protagonistas está recogido en un libro, Aquí nunca pasó nada, fruto de numerosas investigaciones de un riojano, Jesús Vicente Aquirre, quien fue un verdadero icono durante los últimos años de la dictadura franquista a través de la música, ya que era uno de los tres integrantes del grupo Carmen, Jesús e Iñaki, autores y promotores de las canciones más reivindicativas de la identidad riojana. Junto con otros representantes de la asociación La Barranca, un espacio en Lardero, cerca de Logroño, que acoge los restos de numerosos asesinados por las mismas razones, han trabajado para que su memoria no quede en el olvido y sobre todo para que nunca más vuelva a ocurrir.

Como en tantos casos que también acabaron en asesinatos en las cunetas, lo sucedido se remonta a 1931 y el advenimiento de la República. Tras las primeras celebraciones llegan las primeras tensiones en San Vicente de la Sonsierra con la destitución del alcalde, nombramiento de uno nuevo y acciones como la retirada de los badajos de las campanas de la parroquia.

Cuenta el libro Aquí Nunca Pasó Nada, que "en el mes de septiembre (de 1931) se celebra una reunión no autorizada de 250 a 300 personas de ideas comunistas y anarquistas llegados de Vitoria y de varios pueblos de esta provincia" que la Guardia Civil disuelve deteniendo a varios de los presentes, retirándoles folletos, carnés, sellos de cotización y dos pistolas".

Un año después "en el mes de diciembre el párroco protesta contra el impuesto por el toque de campanas decidido por el Ayuntamiento. También encuentra dificultades para dar lecciones de catecismo en la iglesia, ya que entiende el Gobernador "que con ello invaden atribuciones que no les corresponden por carecer del oportuno título para dedicarse a la enseñanza".

En diciembre de 1933, "en la noche del día 8 se reúnen los anarquistas en la bodega de Alejandro Brea Crespo. En el juicio declarará que observó que había gente en su bodega al regresar del campo, pero que no sabía nada. En el local estaban Fausto Villamor Pérez (presidente del Sindicato Único), Alejandro González y unos forasteros. A Fausto Villamor, que tenía llave porque guardaba vino en la bodega, le oyó decir: Compañeros, ha llegado el momento de la revolución.Compañeros, ha llegado el momento de la revolución Los revoltosos se apoderan del Ayuntamiento. Obligan al alguacil, Anastasio Ascensión, de Izquierda Republicana, a entregar una escopeta y, ya de mañana, a pregonar un bando, que él mismo reescribió para el juicio y en el que se proclamaba el Comunismo Libertario, como en toda la Península, se abolía la propiedad privada y el uso del dinero, se obligaba a la entrega de armas y se permitía la afiliación a su Causa en el término de dos horas. Para entonces ya se habían quemado los archivos del Ayuntamiento y del juzgado. El puesto de la Guardia Civil es tiroteado. Sus moradores, cinco números con las familias, lo abandonan. Envían a sus familias hacia Ábalos y ellos marchan hacia Peciña y Peñacerrada".

A esas acciones añaden el corte de la línea telegráfica y la quema de la ermita de Los Remedios y la puerta de la parroquia. "Y no hicieron más, dirá el fiscal en el juicio, porque no se les ocurrió, pues de habérseles ocurrido hubieran borrado hasta el nombre del pueblo, por lo mismo que lleva nombre de un santo".

Tropas de Vitoria

Las reacciones no se hicieron esperar: "El 9 por la tarde las fuerzas que llegan de Vitoria intentan el asalto. Algunos de los revoltosos huyen. Eugenio Blanco Domínguez Sillero (5 hijos, casado con Consuelo Velasco, que morirá asesinada en la Barranca en 1936), Alejandro González Terreros el Jota y Eladio Peciña Pérez andan por Rivas de Tereso cuando los guardias civiles (Juan Vera Gil y Ángel Arce Sagredo, del puesto de San Vicente, entre otros), que regresan de pacificar Labastida, les echan el alto. Se organiza un tiroteo y caen muertos Eugenio y Alejandro. Eladio dispara pero no acierta. Él sí resulta herido y detenido. (Será asesinado en 1936)".

"Mientras tanto, las fuerzas del orden han retirado la bandera roja del Ayuntamiento. Al hacerse de noche, y con los revolucionarios disparando desde las ventanas del Círculo Radical Socialista son los asaltantes quienes se retiran del pueblo, llevándose hacia Vitoria a dos heridos, un guardia de asalto, Juan Badiola, de Ezcaray, y "un extremista", Celedonio Monge (los dos morirán unos días más tarde). También ha muerto, por los disparos que se hicieron en la plaza, el paisano Luis Pérez Peciña Tano. Según Palmira González, que entonces tenía 11 años, se saltó el toque de queda."

Al día siguiente, el día 10 por la mañana, una escuadrilla de aviones sobrevuela San Vicente, que se cubre de sábanas blancas. Son la avanzadilla de los guardias civiles y el escuadrón de caballería llegado desde Vitoria, que entran en el pueblo sin encontrar ninguna resistencia, entre las aclamaciones de sus gentes y "los estentóreos vivas a la República española que daban las fuerzas".

Durante los años siguientes se fueron sucediendo sucesos especialmente vinculados con la vida municipal y el 18 de abril ocurre algo importante: dos vecinos "Vicente Apilánez y su padre Inocencio abren una zanja para conducción de aguas en la calle, junto a su domicilio. Se presenta el concejal Jesús García Peral, requiriéndoles a que abandonaran el trabajo, ya que no tenían permiso del Ayuntamiento. Se produce una discusión que empieza con un picachón amenazante y acaba con disparos de verdad. García hiere gravemente a los Apilánez. Vicente muere el 11 de mayo. Cuentan que era buena persona. Su padre Inocencio es uno de los hombres fuertes de la CEDA. La familia no perdona. Como dicen en el pueblo, "aquella muerte se la cobraron".

Golpe de Estado

Así las cosas, llega el 18 de julio y los falangistas de Uruñuela entran en San Vicente el lunes 20, (pero) el mismo domingo... "todas las derechas sin distinción se pusieron a disposición de la Guardia Civil de este pueblo (San Vicente de la Sonsierra) a media mañana del domingo, 19 de julio, y con tan buena ayuda pudo ésta en breves momentos hacerse cargo del Ayuntamiento y detener a los que lo componían y a otras personas más peligrosas, sin que nadie opusiera la menor resistencia".

Cuenta Jesús Vicente Aguirre, a través del testimonio de Jesús Galín, que fue alcalde tras el franquismo, que "lo peor está por pasar. Los ánimos estaban demasiado exaltados, el nivel cultural era muy bajo, tuvimos la mala suerte del cura (Salvador Navarro) y hasta el incidente de la zanja... Y había mucha necesidad".

El primero en caer es Eugenio Mato Payueta, en el castillo de San Vicente el 24 de julio. En Salinillas, Álava, será asesinado el 3 de agosto, Eladio Peciña López. Unos días más tarde, el 9 de agosto, morirán en Zambrana Jesús Castañeira Ramírez y Jesús Orive López. Un día más tarde, el 10, es asesinado en Leza, Florentino Peciña Marín. Muy cerca, en el puerto de Herrera, muere el día 18 Félix Comunión Salazar. Los últimos del mes de agosto son: Julián Ramírez Apilánez y Maximino Monge Briñas, asesinados el día 28 en la carretera de Cellórigo y enterrados en Cihuri. El mismo día, en la Grajera de Logroño, muere Máximo Monge Castañeira.

Hubo más, que aparecen detallados y documentados en el libro, y "el día 6 de noviembre, en la carretera de Labastida a Rivas de Tereso, paraje de las Auchas, Juan Martínez Ábalos y Martín Ramírez Apilánez, con otras diez personas de Anguciana, Haro, Rodezno, San Asensio y Treviana" fueron asesinados allí. "Los dejaron tirados en la carretera de Labastida. Pero pasó por allí el médico don Andrés Castillo, camino de Rivas de Tereso, los vio y volvió al pueblo para avisar a las autoridades y que les dieran tierra. Uno de los enterradores participó en la exhumación de 1980".

Recuperando los restos

Localizar y exhumar los restos de aquel grupo fue una tarea compleja. "Blanca Ramírez (hija de Martín Ramírez Apilánez) inició los trámites para conseguirla, poniendo un anuncio en el periódico y buscando a las familias de Haro, San Asensio y los demás lugares. Entre todos pusieron el dinero.

El día 7 de junio de 1980 los sacaron; los restos pasaron la noche en el Ayuntamiento de San Vicente, "porque no podían quedarse solos, que aún quedaba gente mala en San Vicente". (De hecho y al principio de tener el Panteón, un día lo abrieron y aparecieron las cajas revueltas. "Al parecer, uno de los de Haro tenía algunos dientes de oro, y alguien se enteró y fueron a por ellos". En la exhumación habían aparecido también algunas monedas de plata).

El día 8, entre cuatro y cinco mil hombres y mujeres de San Vicente, San Asensio, Haro, Treviana, Anguciana, Cenicero, Rodezno, Labastida y de otros lugares, autoridades, representantes de partidos, sindicatos y asociaciones, siguieron los actos y acompañaron a los muertos al cementerio. Presidía el funeral una bandera republicana. Puso la música la Banda de Haro. Para poder enterrarlos en el cementerio tuvieron que hablar con el obispo en Calahorra. El párroco de San Vicente no quería".