¿Cómo está funcionando la oficina de prevención de abusos? ¿Qué hay de los tres casos confirmados en Álava?

-Ha sido un acierto abrir esa oficina. Por suerte, no hay muchas víctimas. Hay un goteo, pero tenemos la tranquilidad de que quien tenga algo que decir lo pueda hacer sin ningún tipo de presión, con total transparencia y libertad. De hecho, estamos acompañando a gente que lo está pasando mal y la estamos orientando canónica, psicológica y jurídicamente e incluso económicamente. Hay tres casos. Del que más sabemos es de un caso vinculado a un colegio religioso. Respecto a los protocolos, yo creo que la Iglesia está haciendo bien esta tarea. No solo se trata de abordar el pasado, sino de evitar que se repita en el futuro. Por eso se está haciendo un seguimiento y una formación seria.

España es el séptimo país en regular la eutanasia. ¿Qué análisis hace al respecto?

-Dentro de la Iglesia hay un descontento muy grande sobre este tema porque no ha habido diálogo social y se ha hecho en medio de la pandemia, como si fuera un avance increíble estar de los primeros. Nosotros creemos, por los paliativistas con los que tratamos, que el enfermo lo que quiere es que le quiten el dolor y que pueda vivir ese tramo de la vida con sentido, con afecto y con las mejores ayudas. No es solución quitar la vida así. Creemos que hay que incentivar mucho los cuidados paliativos.

¿Sigue en pie, por cierto, el plan de la Casa de los Cuidados?

-Sí, lo que pasa es que las cosas de palacio van despacio e intervienen diversas instituciones y ahí estamos, con reuniones casi semanales. Estamos ahora dependiendo de las subvenciones, de los espacios arquitectónicos, del ayuntamiento, para que cambie el uso de las instalaciones, y del ideario ético-sanitario que regirá este proyecto, pero creo que las conversaciones van por buen camino.

Respecto al Santuario de Estíbaliz, ya se sabe que dos congregaciones de monjas optan a ocuparlo. ¿Tiene alguna preferencia entre una u otra?

-No puedo decir demasiado, porque son congregaciones que tienen sus órganos consultivos internos. Nos ha pedido los datos y las posibilidades. Sí que querríamos que se mantuviera el carácter monacal. Si eso no pudiera ser, tendríamos que acudir a congregaciones de vida activa. También tenemos familias que se han prestado voluntarias para cuidar del lugar.

¿Cuándo se puede conocer quién ocupará su lugar?

-Para principios de verano, creo.

¿Con que otros retos se ha propuesto acabar como obispo?

-El mundo de la familia y de la salud me parece fundamental. Me gustaría acercar esas claves que propone el Papa a las parejas que quieren abordar un futuro. Nuestros jóvenes fracasan a veces por falta de recursos psicológicos, religiosos, emocionales... Y lo mismo con los mayores porque hay una necesidad muy grande de compañía, de consuelo, comunicación, etc.

¿Quiere hablar de algún tema que no se haya tratado en esta entrevista?

-Sí. Veo que en estas tierras de tradición cristiana hay unos prejuicios a esta institución terribles, por el mero hecho de ser sacerdotes o practicantes. Pero todos los que estamos caminando en la Iglesia estamos aquí para ayudar a la gente y para ofrecer servicio. No hay ninguna voluntad de poder, ni ningún desencuentro, tal y como alguna vez aparece en los medios.