Todas las ciudades tienen su buque insignia por el que son reconocidas, Barcelona tiene la Sagrada Familia; Granada, la Alhambra; Cuenca, sus casas colgantes; Pamplona, los Sanfermines; Valencia, sus Fallas, y Vitoria, entre otras grandes cosas, tiene a Erik y Mónika, dos vitorianos que están dejando huella, tanto dentro como fuera de la ciudad. Y es que sus actos están traspasando los muros de Gasteiz, para viajar a todos los rincones del mundo y hacer que la ciudad sea conocida por todo el globo terráqueo.

Esta es la situación que está viviendo actualmente la capital de Euskadi, ya que dos alaveses como Erik López de Suso y Mónika Fuertes, ambos de 30 años, están dando de que hablar en el mundo del baile y no solo eso, sino que ambos como pareja de baile han logrado que todos los vitorianos tengan un hogar donde poder bailar cada tarde y cada noche.

Los bailarines Erik y Mónica trasladan el nombre de la ciudad allá a donde viajan para impartir clases en sus diferentes congresos. Es más, y justo antes de que estallara la maldita guerra, ambos estuvieron en Ucrania, "no pasó nada cuando estuvimos ahí, tuvimos suerte y eso que solo fueron dos semanas de margen e incluso otros bailarines no fueron por si eso explotaba antes de tiempo", comenta Mónika.

A día de hoy y respecto a su rutina, ya existe una dinámica en cuanto a los congresos a los que acuden e incluso es difícil encontrarles hueco en su agenda. Es más, "los congresos fueron nuestro primer trabajo, incluso antes que las clases. Todo lo que aprendíamos ahí lo intentábamos enseñar por aquí, tanto en Vitoria como en Bilbao", afirma Erik. Entre sus destinos, destacan lugares tan llamativos como Nueva York, Cuba, República Dominicana y siempre viajan con la misma idea, la de seguir aprendiendo y continuar con sus clases.

Eso sí, hasta llegar a este punto, ambos han tenido que trabajar muy duro y dedicarle mucho esfuerzo. Erik se acuerda de hace unos años, cómo "por aquel entonces, bailábamos en el antiguo Misa de Once y de un día para otro lo cerraron y nos vimos con nuestros alumnos sin un lugar donde poder dar clase", una situación que "nos obligó a ir improvisando, pero que al mismo tiempo nos permitió ir formando todo lo que tenemos ahora", añade Mónika. Dentro de ese esfuerzo, ambos recuerdan cómo hubo una época en la que todos los lunes viajaban a Madrid por la mañana y volvían por la noche para tomar clases de baile.

Trofeos

En su vitrina también se pueden encontrar premios. Por un lado, la pareja se presentó al torneo de Francia para ir al Campeonato Mundial y lo ganaron quedando en la primera posición. Por otro lado, Erik también fue subcampeón internacional de pasos libres junto a otro bailarín de Vitoria, Fabí, y Mónica quedó sexta.

La pareja de baile sí que reconoce que Vitoria ha cambiado bastante en cuanto al baile y todo lo que le rodea. A día de hoy, "tenemos clases con más chicos que chicas y todo eso ya está más que superado. Antes, cuando bailaba con mis padres, ellos eran los más jóvenes, por lo que yo era un niño en comparación a todos ellos. Sin embargo, y poco a poco, el ambiente fue cambiando, en especial, con los jueves universitarios, cuando los jóvenes comenzaron a acudir a La Ronería", comenta Erik, "un local de donde han salido, sin duda alguna, los mejores bailarines que tiene hoy Vitoria".

En sus comienzos, la pareja de baile tuvo que hacer auténticas maniobras para encontrar un hueco para poder bailar. Por ejemplo, Erik jugaba a fútbol y a la vez bailaba Break Dance, "un estilo que estaba mejor visto y es que en mi equipo de fútbol pasaron 4 o 5 años hasta que se enteraron de que yo bailaba. Es más, aún me acuerdo cuando salíamos por el Casco Viejo y tenía hora de llegada a casa, y yo les decía a mis amigos que me tenía que ir antes, pero en realidad me iba a bailar con mis padres a La Habana. Al principio, siempre me dio cosa decirlo", recuerda Erik. Hoy, toda esa situación ha avanzado mucho, "las redes sociales han mejorado la forma de ver el baile. Ahora, se ven más bailarines jóvenes probando. Al final, el baile ha ido evolucionando igual que la sociedad", añade Mónika.

Algunos de los alumnos que acuden a las clases de su academia, Báilalo Dancenter, y que también viajan con ellos a algunos congresos, afirman haber escuchado más de una vez la frase , "aprovechad, que tenéis a dos grandes bailarines como Erik y Mónika, porque son únicos". Respecto a estas palabras, ambos le quitan hierro al asunto, ya que "nos apasiona la salsa, pero también el baile en general y nosotros también hemos empezado de cero como mucha gente", comentan.

Eso sí, a día de hoy y por buscarle un punto de vista negativo a Internet, "salen muchos profesores por la fama, más que por la vocación de querer ser profesor. Nosotros sin proponérnoslo, todo lo que tenemos nos fue llegando, gracias al esfuerzo", afirma la bailarina.

En cuanto a su reputación y fama y que se les relacione como unos referentes de la salsa y bachata en Vitoria, sienten "orgullo porque haya gente que nos tenga de referencia. Yo no habría empezado a bailar si no fuera por mis padres y por Aitor Rivera, uno de los primeros que montó una escuela en Vitoria, o gracias a Estíbaliz y César en Bilbao, donde aprendió Mónika. Gracias a nosotros no es que Vitoria sea salsera, hay mucho trabajo detrás. Por ejemplo, el profesor El Chino también dejo su huella". Lógicamente, el viajar ayuda a aprender, porque "no solo es que conozcas nuevas culturas y nuevas personas, sino que esa gente también conoce tu ciudad y eso permite que ahora hagamos formación con muchos profesores", comenta Mónika.

Comienzos y futuro

Ambos comenzaron muy jóvenes a dar sus primeros pasos de baile, Mónika se estrenó con 12 años en una academia y lo hizo con jazz (baile moderno). De ahí, dio el salto al baile deportivo y ya por último, se pasó a la salsa. Por el otro lado, Erik también comenzó con esa edad y lo hizo acudiendo a la sala Ángel Ganivet a hacer break dance. Ambos coinciden en que "su hobby se convirtió en su profesión sin darse cuenta y sin querer". Al final, en el baile, como en muchas otras profesiones o deportes, nunca dejas de aprender y a día de hoy, "también vamos como alumnos para continuar aprendiendo", comenta Mónika. A lo que Erik añade que "cuando coincidían clases que nos gustaban, ella iba a una y yo a otra y luego compartíamos lo aprendido".

Respecto a sus comienzos como profesores, también lo recuerdan como algo casual, ya que "al ser un grupo de amigos nos atrevimos a dar ese salto".

Los bailarines solo tienen un objetivo entre ceja y ceja y no es otro que el que Vitoria sea referente del baile, y que la gente que venga, aunque no sepa bailar, se vaya diciendo que quiere volver, porque le ha gustado el baile. "Esa es nuestra idea y lo más importante", afirma Erik.

Para lograr eso, la pareja de baile continúa creciendo y ahora ya tienen un local, La Casa de la Música. "Un lugar donde la gente pueda bailar, ya que antes de la pandemia, había otros sitios, pero después se cerraron casi todos", lamenta Mónika, al mismo tiempo que comenta que "esto no deja de ser un baile social y si no tienes con quien practicarlo, no tiene sentido".

Además, "es como volver al 2015 que era donde dábamos nuestras antiguas clases, ya que el local es el que era el antiguo Misa de Once. Por lo que tiene un significado emocional", comentan los bailarines.

Lógicamente es muy bonito hablar del baile, pero tampoco hay que descuidar el aspecto económico, "mientras no perdamos, no nos importa el no generar. Para nosotros, lo importante es que la gente se lo pase bien", comenta el vitoriano. Por el momento, están muy contentos, porque "la gente ha respondido bien".