Hace unos días todos nos conmocionábamos al conocer que un menor de 15 años asesinaba a toda su familia y convivía con los cadáveres en casa varios días mientras retomaba su videojuego favorito, porque le habían castigado sin wifi por tener malos resultados en el colegio. La verdad es que no es la primera vez que tiene lugar un crimen o un acto violento grave de un menor hacia su familia como consecuencia de restringir su acceso a internet, videojuegos, etc.. y esto nos debe hacer plantearnos el modo en que proporcionamos a nuestros hijos el acceso al uso de pantallas desde su nacimiento.

La evolución de la tecnología en general es positiva para la sociedad y nos facilita mucho la vida, incluso las relaciones sociales. El problema viene cuando las redes sociales, los videojuegos o el móvil se convierten en el centro de nuestros intereses. En este punto, las relaciones sociales tradicionales dejan de servirnos, nos creamos una imagen digital que dista mucho de nuestra realidad, tanto a nivel físico, como a nivel ideológico, perdemos el contacto humano que te proporciona una mirada o una sonrisa cómplice y nuestros valores morales, los principios de reciprocidad y empatía se deterioran, desencadenando en algunas situaciones extremas, escenas dramáticas como en reciente parricidio de Elche. Cuando hay una adicción, sea del tipo que sea, se producen una serie de cambios psicológicos y sociales que determinan en gran medida las pautas futuras de respuesta de cada persona.

Hoy en DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA contamos con la opinión de Silvia Sáez de Vicuña como directora del gabinete psicológico Eraiki Taldea para ayudarnos a poner luz sobre este tema:

¿Hasta que edad deberíamos apartar a nuestros hijos de las pantallas?

Según múltiples estudios de rigor a nivel mundial (OMS, AEPap, Academia Americana de Pediatría, etc..) , se recomienda evitar la exposición a pantallas hasta los 18-24 meses de vida. No obstante, el desarrollo tecnológico forma parte de nuestro entorno y de nuestra vida; por tanto, no veo inconveniente en incluirlo progresivamente en la vida de nuestro hijo a partir de entonces. Ahora bien, el consumo de tecnología infantil debe estar siempre necesariamente supervisado y pautado por un adulto, marcando tiempos de exposición, limitación de contenidos, etc. En definitiva, educando en un consumo saludable y beneficioso desde el nacimiento, lograremos que el niño cuando sea adolescente pueda gestionar con criterio propio un consumo responsable y que la supervisión de los padres en esta etapa crítica de la adolescencia pueda ser más relajada y conllevar medidas de control menos tensionantes.

¿Qué signos nos pueden poner en alerta?

Casi siempre se nota una bajada progresiva de su rendimiento escolar, incremento de la agresividad y de las mentiras, trastornos del sueño e incluso en ocasiones cambios en su rutina alimenticia. En el momento que el niño o el adolescente, tiene cómo único objetivo en su día, mejorar en su videojuego preferido, sacarse la foto más in para su Instagram o ver el próximo vídeo de su ídolo de Youtube, el resto de cosas importantes de su vida pasan a un segundo plano y eso siempre deja rastro.

¿Podemos temer que nuestros hijos nos agredan si ya tienen un problema de adicción?

NO, para que se dé un caso grave de agresión a padres o familiares, tiene que haber un deterioro previo notable de la relación filio-parental (falta de comunicación, falta de normas y límites, faltas de respeto graves, etc.) y que debería ser tratado por profesionales cualificados a tiempo. Normalmente, casos tan graves como el último sucedido en Elche, tienen hechos graves previos no gestionados y tratados adecuadamente a tiempo.

¿Qué debemos hacer si pensamos que nuestro hijo tiene un problema de adicción tecnológica?

Lo primero, no dejar que prejuicios por el qué dirán o sentimientos de culpabilidad nos hagan mirar para otro lado. Todos los padres lo intentamos hacer lo mejor posible con nuestros hijos y cuando tenemos un problema de este tipo, si somos valientes para detectarlo y reconocerlo, ya hemos empezado a resolverlo y sólo nos toca coger el toro por los cuernos, preferiblemente contando con la ayuda de un profesional en la materia, fuera del ámbito de la unidad familiar que medie con imparcialidad. Cuanto antes detectemos el problema y nos pongamos en buenas manos, más fácil y rápida es la solución.

¿Vosotros desde Eraiki, cómo enfocáis este tipo de casos?

En muchos casos, la consulta no nos llega de forma directa, sino por otros motivos como empeoramiento repentino de resultados académicos, deterioro de relaciones en el núcleo familiar o baja autoestima.

Nosotros empezamos por una evaluación previa de los motivos objeto de consulta y si, durante la misma o tras el paso de las sesiones de trabajo con el menor, detectamos que el caso puede estar relacionado con este tipo de adicción, proponemos una evaluación a la familia y al niño para determinar si tenemos que actuar en esta área, identificando también el nivel de gravedad de la situación.

En función de los resultados, disponemos de un equipo multidisciplinar de psicólogos y expertos tanto desde la parte terapéutica, como desde la intervención y asesoramiento tecnológico, implantando medios de uso controlado y seguimiento según el caso.

El objetivo de nuestro trabajo es reeducar al niño modificando sus hábitos de consumo tecnológico hacia un consumo responsable, reportando beneficios transversales en la relación filio-parental y logrando que el menor logre autogestionar el consumo tecnológico de forma autónoma y saludable en el futuro.

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