No son ni las nueve de la mañana y Unai ya golpea contra el suelo de Zabalgana su makila mientras espera al autobús. Vestido de casero, sube a la línea de Aldaia. Es viernes y víspera de Santa Águeda, dos motivos suficientes para que viaje a clase con el ojo más abierto que de costumbre. Como Unai, la mayoría de los escolares celebra en sus aulas la más tradicional fiesta de febrero. Toman el relevo por la tarde coros y otros colectivos con sus rondas y cánticos por los barrios, desfiles a los que tampoco faltan niños y niñas, padres y madres.

En la víspera de Santa Águeda volvieron a escucharse en Vitoria las coplas en honor a la santa y el ruido de varas y bastones golpeando contra el suelo al ritmo de Agate Deuna. "Mi hija pequeña ya lleva toda la semana con la retahíla de la canción", indica Alain Larreina, encargado de coordinar a los grupos que han desfilado por Zabalgana.

Antiguamente eran los jóvenes en edad de realizar el servicio militar, los quintos, quienes se agrupaban e iban de puerta en puerta recogiendo dinero o diferentes viandas para festejar una comida o merienda, o para donar a una entidad benéfica. Lucían, kaikus, txapelas, pañuelos y bufandas; abarcas o botas de monte, llevando de un lugar a otro cestos, faroles, txistus y panderos. En la actualidad, las rondas las realizan formaciones escolares, agrupaciones vocales, grupos parroquiales y, los más motivados, también se enfundan en trajes típicos.

Este año han sido 35 los coros y 1.378 los participantes que han marchado por Santa Águeda. Donde más grupos se han congregado es a las puertas de los centros cívicos de Zabalgana, Salburua e Iparralde, seguidos de Judimendi y el Pilar.

En Zabalgana, barrio más populoso de Gasteiz y con mucha población infantil, se animaron los padres de la escuela, el talde de euskera, la asociación de vecinos y los cuatro centros escolares: Aldaialde, Mariturri, Zabalgana, Armentia ikastola e instituto. Cada uno realizó su paseíllo para reunirse al final del recorrido en una plaza y cantar todos juntos; medio centenar de niños y niñas por centro; al igual que en Salburua, donde abarrotaron el parque del Este.

El parque del Norte y la zona de Iparralde, en general, siempre responde a la llamada de Santa Águeda, al igual que Judimendi, animado por txistularis. "Es una tradición que en las escuelas siempre se ha intentado mantener; algunos que ya la teníamos olvidada, nos reencontramos con ella cuando tenemos hijos; la pequeña ya me dijo que ayer iba a ser el día más feliz de su vida", narra entre risas Alain.

Pero si hay un lugar donde las makilas resuenan con especial eco es por el centro y Casco Viejo. Los grupos Ama Lur y Jare Dantza Taldea tenían previsto animar el entorno del Machete y los Arquillos, mientras los veteranos de Lau Kale Abesbatza eligen el cuadrilátero de calles formado por Sancho el Sabio, Ricardo Buesa, Gorbea y Bastiturri, que da nombre al coro. "Salimos en Santa Águeda desde hace más de 40 años, antes con el club de la parroquia San Mateo, ahora somos casi todos jubilados; los más jóvenes son los txistularis", apunta con humor Josu Ramírez de la Peciña.

Las diferencias entre estas rondas y las de antaño las resume rápido: "antes nos pateábamos todos los portales y no nos dejábamos ni un piso, llamábamos desde el bajo hasta el ático; ahora, como ya nadie te abre la puerta, pedimos viandas de bar en bar y, luego, tras el recital, cenamos; nos dan chipirones, tortilla de patatas, vino queso y hasta tarta; lo tenemos todo muy bien organizado porque ésta es la esencia de Santa Águeda", apunta.

A cambio, ellos cantan Agate Deuna, El hombre de la capa, de Alfredo Donnay, Boga-Boga..., un repertorio de catorce cánticos del cancionero alavés, mitad en euskera, mitad en castellano. Y lo hacen vestidos como antes de ir a la mili, con kaiku azul marino, pantalón oscuro, txapela y calzado "normal". ¿Se os han olvidado las abarcas? "Las abarcas se llevaban antes, cuando en los pueblos había barro por todos los lados", bromea Josu Ramírez de la Peciña".