Son las diez de otra gélida mañana de Vitoria. Hasta ahí, todo igual. Sin embargo, el ambiente se caldea más y más a las puertas del campo de fútbol del colegio Marianistas. Los federados ya regatean y meten goles. No han parado. Pero hoy gritan y jalean los aciertos en el marcador aplaudidos por sus hermanos pequeños que ya, vestidos desde casa, se dirigen al poli para calentar antes del partido.

Han sido dos semanas de parón del deporte escolar, más las de Navidad, y ya tienen ganas; no han dejado de entrenar, pero lo que quieren es competir. "Empieza a haber ambientillo, ya teníamos ganas", comenta Roberto Barrio, responsable de unos 18 equipos de fútbol del centro. "Les gusta entrenar, pero también competir; competir es inherente al deporte, los partidos son la salsilla de la semana", reconoce.

Una apreciación que comparten Juanjo y Ana. Han venido de Nanclares a ver jugar a su hijo Unai y, aunque a ellos no les ha afectado la suspensión del deporte escolar, ya que Unai es federado, piensan que la competición, el deporte escolar, en general, es para sus hijos "como el beber agua, la recompensa al esfuerzo de toda la semana; si no, se quedan en casa, con las maquinitas y, al final, te dicen, pues, total, bórrame del fútbol", alertan.

Saben que hay clubes que han perdido muchos chavales a raíz de las restricciones por la pandemia. "Se han quedado en casa y han descubierto otro mundo, sobre todo los de 14-15 y 16 años, otro mundo más cómodo, menos cansado y han dicho, pues va a ir a correr..." apuntan Juanjo y Ana.

Leti, Nahia, Irune y Maider

No es el caso de Leti, Nahia, Irune y Maider. El covid no ha conseguido por ahora apartarles del balón. Todo lo contrario, regresan con ganas de meter muchos goles al equipo de Marianistas, y eso que creen que son buenos, al menos el colegio tiene mucha tradición en fútbol, aunque nunca se han enfrentado a ellas", apunta Eugenio, padre de Leti, mientras conversa con Juanjo y Ana.

Tímidas, las niñas confiesan que han echado de menos los partidos del fin de semana. Tal es así que Leti ha cambiado la raqueta del tenis por el balón porque "es divertido".

"Lo que sufren los niños es mental", piensan los progenitores. Además, como apunta Eugenio, "qué más da, si ella no podía jugar, pero íbamos a ver jugar a su hermano, al final...", manifiesta sin encontrar demasiado sentido a las restricciones.

"Les encanta jugar, ese punto de tensión que tiene el partido, y más a éstas, ahora que cada vez están más integradas las niñas en el fútbol y tienen referentes de jugadoras más mayores, no es como antes...", indica Aitor, aita de Nahia.

Pilar fundamental de la formación

"A Egoi lo tengo jugando en Ariznabarra y pronto empezará el pequeño; claro que les favorece el deporte escolar, hacer deporte en general, les favorece; mis hijos se han decantado todos por el fútbol y lo veo bien, es un deporte de equipo, de compañerismo y, además, hacen amigos", defiende. Y eso que al principio tenía reticencias, por aquello de todo lo que se mueve detrás del deporte rey, el dinero..., pero no a este nivel, a nivel escolar es un deporte de equipo", reafirma.

"Es otro pilar fundamental de su formación; saben que pueden ganar y perder, como en la vida misma", opina el responsable de fútbol de Marias, colegio en el que baloncesto y fútbol son los deportes con más eco entre el alumnado, al tiempo que Leti, Nahia, Irune y Maider se desprenden de mochilas y plumíferos para empezar a calentar. Al poco, suena el silbato. Comienza el partido.